miércoles, 29 de octubre de 2014

La erótica de la prescripción

(AZprensa) El reciente informe de la Organización Médica Colegial (OMC) sobre las farmacias supone un ataque a la línea de flotación del actual sistema farmacéutico en España. Pero ¿por qué la organización que representa a los médicos se dedica a decir cómo deben estar organizadas las farmacias? ¿Aceptarían de buen grado que el Consejo General de Colegios Farmacéuticos hiciese público un informe diciendo cómo debe organizarse la asistencia médica? En fin, explicaciones se darán muchas, pero hay un hecho incuestionable que subyace en todo esto y que sin duda es la madre de todas las batallas: la prescripción.

El médico ha sido de siempre un VIP, una autoridad incuestionable y bien pagada, a la que se obedecía ciegamente y se respetaba. La situación actual ha ido asemejándose cada vez más a aquello que dijo Alfonso Guerra: que no pararía hasta ver a los médico en alpargatas. Los médicos ahora están mal pagados, saturados de trabajo, sin suficiente tiempo que dedicar a escuchar y atender a sus pacientes, cuestionados con frecuencia por esos mismos pacientes... y ya no pueden recetar libremente (porque la Sanidad pública les controla el gasto) medicamentos nuevos e innovadores que son muy caros y tampoco pueden recetar las marcas de sus laboratorios favoritos porque deben hacerlo por principio activo. En consecuencia, cada vez está más limitada su capacidad de prescripción y entra en declive su atractivo como foco de atención y agasajos por parte de los laboratorios farmacéuticos.

Desde hace unos años, además, tantos los enfermeros como los farmacéuticos, han reclamado para ellos el derecho a “prescribir” fármacos, aunque lo acotasen a determinados productos y circunstancias. Se han vivido a este respecto agrias disputas entre la organización que representa a los médicos y las que representan a farmacéuticos y enfermeros. Y es que tanto farmacéuticos como enfermeros han visto durante demasiados años la corte de visitadores médicos que adulaban a los médicos y les daban toda clase de prebendas para que “prescribieran” sus productos y ellos, claro, también querían tener una parte del pastel.

Es la erótica de la prescripción, la atracción irresistible que produce sentirse deseado y tener, de este modo, la sartén por el mango para poder pedir y pedir y pedir, e incluso hasta exigir, prebendas y más prebendas a los laboratorios farmacéuticos.

Pero los tiempos son otros. Los lamentos de la OMC no irán a ningún sitio porque por encina de la erótica de la prescripción está la erótica del dinero, y la Sanidad pública que es quien paga, quiere pagar menos. En consecuencia, cada vez valdrá menos la prescripción de los médicos, limitados a un catálogo reducido de medicamentos que pueden recetar y todos ellos bajo el nombre de su principio activo, no de su marca comercial.

Por el contrario, los farmacéuticos se encuentran con que tienen el poder de sustituir unas marcas genéricas por otras marcas genéricas, que tienen (lo han tenido toda la vida) la confianza, la credibilidad y el cariño de los pacientes, que acuden a ellos para que les expliquen lo que no les explica el médico y se llevan los productos que finalmente les recomienda (¿o debería decir “prescribe”?) el farmacéutico, e incluso pagan por medicamentos de libre dispensación que dejan más beneficio al farmacéutico.

Y en cuanto a los enfermeros, otro tanto parecido. Cuentan con el respeto y consideración de los pacientes, a quienes dedican tiempo y escuchan, consiguiendo que sigan a pies juntillas sus recomendaciones (¿o debería decir “prescripciones?) .

Los laboratorios farmacéuticos son empresas comerciales que venden productos como cualquier otra empresa, aunque en este caso esos productos se llamen “medicamentos”. Y como cualquier empresa, dirigirán sus estrategias comerciales y su tratamiento VIP a quienes más puedan influir en las ventas de sus productos, en este caso: farmacéuticos y profesionales de enfermería.

Así es, por más que esto irrite a muchos.


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