lunes, 15 de agosto de 2016

El recuerdo de la pagoda revive por cuatro euros

(AZprensa) Durante 25 años, un edificio singular daba bienvenida a  todas las personas que llegaban a Madrid por la carretera de Barcelona; se trataba del edificio de los laboratorios Jorba –popularmente conocido como “la pagoda”- del arquitecto Miguel Fisac. Hoy día, cualquiera que mire hacia la izquierda al entrar en Madrid no solo no podrá verlo sino que ni siquiera será capaz de reconocer el lugar donde antes se asentaba, sustituido ahora por una serie de edificios vulgares, sin ningún mérito ni peculiaridad especial. El único consuelo que queda a hora a los amantes del arte y de la arquitectura, y a los nostálgicos, es el recuerdo del mismo a través de las fotografías o el rescate que del mismo ha hecho la empresa granadina “cortaypega” que creó –y ahora acaba de reeditarlo- un recortable de papel para que todo aquél que lo desee pueda “construirlo” de nuevo. Pero... ¿qué pasó para que desapareciese un icono de la arquitectura moderna española contemporánea como era ese edificio?

Su arquitecto, Miguel Fisac, se había unido al Opus Dei desde sus comienzos, siendo además amigo de su fundador, José María Escrivá de Balaguer. La entrada en el Opus Dei de aquél joven y prometedor arquitecto le supuso la apertura de muchas puertas y una considerable lluvia de contratos, edificando –por ejemplo- numerosas iglesias en la primera década de los años 50. Sin embargo en el año 1955 abandonó el Opus Dei tras importantes desavenencias. Esta salida le hizo perder los favores e influencias de esta organización religiosa aunque siguió su brillante carrera realizando otras muchas y meritorias obras, entre ellas, “la pagoda” como ejemplo representativo de su creatividad y de cómo transformar algo con tan poco glamour como el hormigón, en obra de arte. Y eso que ya no contaba con el favor que antes le llegaba desde “las alturas”.

En el año 1997, el Ayuntamiento de Madrid, en una medida incomprensible, dejó fuera este edificio del catálogo de edificios protegidos para el nuevo Plan de Urbanismo. Esto significaba que cualquiera podía hacer con él lo que quisiera, y eso es lo que hicieron los nuevos propietarios del edificio: demolerlo para levantar otro edificio más grande con el que se aprovechase más el espacio edificable de la parcela. ¿Lo demolieron como venganza por sus desavenencias con el Opus Dei? Estrictamente no, pero seguramente esas desavenencias “influyeron” para que no lo incluyesen como “edificio protegido”.

Ahora, la “pagoda” de papel que cada uno puede construir y disfrutar en su casa (4 euros la versión digital y 10 euros la edición impresa), nos recuerda lo mezquino del ser humano, incapaz de preservar el arte y la belleza... pero nos recuerda también lo grande y maravillosa que puede llegar a ser la imaginación humana.

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