domingo, 20 de noviembre de 2016

El chantaje como forma de gobierno

(AZprensa, Editorial) Aunque este espacio digital informativo se centra en la Ciencia y la Salud, en esta ocasión el editorial dominical se va a centrar en la política, concretamente en la mala salud de nuestra política. Y es que la salud de la política española está bajo mínimos como lo demuestran los últimos acontecimientos que ahora nos sorprenden una vez más, en esta ocasión con el chantaje como forma de gobierno.

Cuando el Partido Popular consigue al fin vía libre para formar Gobierno, resulta que lejos de consensuar acuerdos opta por la vía de imponer sus propios criterios amenazando al PSOE con convocar una nuevas elecciones si ellos no lo apoyan con su voto afirmativo o su abstención, sabedores que unas nuevas elecciones supondrán una debacle en el PSOE. Pero es que el PSOE se encuentra en un callejón sin salida: si se opone a las políticas del PP, tal como desean la mayor parte de los votantes socialistas, se las tendrán que ver con unas nuevas elecciones en donde sus votantes no les perdonarán su incongruencia política y el descalabro en las urnas será monumental; pero si apoyan al PP para así ganar tiempo mientras se recomponen de su crisis interna, estarán formando también su sentencia porque sus votantes no olvidarán a quién han estado dando su apoyo (y ya se ocuparán otros partidos de recordárselo).

Está visto que la política española no goza de buena salud. El diálogo, el acuerdo, es algo prácticamente en desuso ya que durante las últimas décadas quienes han gobernado lo han hecho aprovechando sin miramientos el rodillo que supone una mayoría absoluta o pagando generosamente su apoyo a algún partido nacionalista para poder aplicar su rodillo aunque eso diese alas, precisamente, a esos partidos nacionalistas que ahora se sienten más fuertes que nunca ante unos gobiernos centrales débiles, que se limitan a declarar pomposamente que “se hará respetar la legalidad” cuando la realidad muestra a diario cómo se la saltan sin que ello tenga la más mínima consecuencia práctica.

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