martes, 4 de julio de 2017

Las malas hierbas no son malas

(AZprensa) Todos hemos oído hablar de las “malas hierbas”, más aún si nos hemos movido en un entorno rural donde la agricultura es una actividad importante para el sustento de sus habitantes; pero ¿son malas las malas hierbas? La respuesta es un rotundo “no”. El hecho de denominar “malas” a ciertas hierbas sólo obedece a que las mismas crecen en un lugar y/o momento en que no interesa al agricultor o al propietario del terreno. En todo caso, a las malas hierbas sería más apropiado denominarlas como “hierbas listas” porque, en efecto, demuestran una “inteligencia” superior y extraen con pasmosa facilidad el agua y los nutrientes del suelo, en beneficio suyo y en detrimento del cultivo en medio del cual se han infiltrado para desarrollarse. Si están en los márgenes de carreteras, senderos, etc., constituyen un foco muy favorable durante el estío para propagar un incendio. Si están en medio de un campo de cereales o de cultivos de huerta, frutales, etc., a esas hierbas las veremos crecer más sanas y más deprisa que al cultivo del que depende la subsistencia de los agricultores propietarios de la parcela.

Pero incluso así, las denominadas “malas hierbas” también pueden formar parte de una exquisita ensalada, o de un preparado de hierbas medicinales, o servir de complemento culinario, o de forraje para los animales de granja, o de decoración vegetal para nuestras casas. Podemos citar como ejemplos de su utilidad en alimentación y en medicina, cómo la verdolaga (Portulaca oleracea) forma parte de diversas recetas culinarias y se consume habitualmente en China, México y en países tropicales. Asimismo, el diente de león (Taraxacum officinale) es muy apreciado para su consumo en ensaladas, ya que contiene tres veces más proteína y cuatro veces más hierro que la lechuga, además de ser diurético y antiinflamatorio.

Además, las “malas hierbas” ejercen un papel fundamental en el control biológico de plagas o en la protección contra la erosión del suelo. De igual forma, los expertos argumentan la necesidad de conservación de las malas hierbas, por ser componentes fundamentales para el funcionamiento de los ecosistemas agrícolas, ya que muchos animales se alimentan de estas plantas, y son proveedoras de los insectos polinizadores.

Así que ya lo sabemos, no hay hierbas “malas”, sólo quizás... inoportunas.

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