domingo, 21 de octubre de 2018

El prospecto debe ser un aliado, no una fuente de confusión para el paciente


(AZprensa) Para redactar los prospectos de los medicamentos se siguen las recomendaciones comunitarias. En primer lugar, la central del laboratorio farmacéutico correspondiente emite una propuesta de prospecto cuyo texto está en consonancia con la información contenida en la Ficha Técnica (documento dirigido a los profesionales sanitarios), autorizada por las Autoridades Sanitarias. Una vez recibida la propuesta de la central, los departamentos de Registro y Médico los traducen al castellano, manteniendo el mayor grado posible de inteligibilidad y adaptan su formato al recomendado en nuestro país, amén de incluir alguna información adicional de acuerdo con los requisitos nacionales como, por ejemplo, información acerca de determinados excipientes de declaración obligatoria, y otros consejos de índole general, con objeto de mantener al paciente lo mejor informado posible acerca del uso correcto del medicamento.

Es evidente que cuanta más cultura tengan los ciudadanos , más interesados estarán en conocer las propiedades de toda índole de los medicamentos que consumen y, por lo tanto, mayor será la preparación para juzgar si la información que reciben a través del prospecto es lo suficientemente exhaustiva como para comprender si los beneficios del tratamiento superan los posibles riesgos, evaluación que en el caso de medicamentos con receta, debe recaer en el médico, el cual debe informar sobre estos aspectos al paciente.

De manera complementaria, el farmacéutico juega también un papel fundamental a la hora de resolver cualquier duda que pueda surgir en la interpretación de algún término o explicación del prospecto, contribuyendo de manera eficaz a un buen uso del medicamento.

Con todo, se sigue echando en falta una redacción y una utilización de términos médicos más comprensible por el ciudadano medio, el cual lejos de comprender correctamente el significado de lo que dice el prospecto se asusta ante la cantidad de efectos secundarios, reacciones adversas, etc., que pueden aparecer con dicho medicamento, sin entrar a valorar que cualquier incidencia de este tipo que se produzca –por muy infrecuente que sea- es de obligado cumplimiento incluirla en dicho documento. De esta forma, el prospecto sigue siendo más una herramienta defensiva que deja constancia previa de los riesgos que asume el paciente que vaya a tomar dicho medicamento, antes que un documento informativo para una perfecta comprensión de lo que el paciente debe esperar del citado medicamento.

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