Si hay algo que detesta un visitador médico es hacer una
visita médica acompañado de un jefe, el cual estará todo el tiempo pendiente de
cómo hace su trabajo el visitador. Para el visitador, esa situación es
incómoda, porque sabe que debe atenerse al guión ensayado en las reuniones
previas y debe procurar evitar las improvisaciones, por lo que hará la clásica
“visita tipo” según marcan los cánones. Para el médico, la situación es
incómoda, porque sabe que el visitador va a hacer lo que le han dicho que haga
como un autómata y va a estar vigilado por ese jefe, por eso, normalmente, el
médico se mostrará cordial y parecerá estar interesado por todo lo que le diga
el visitador. Para el jefe, la situación es absurda porque esa visita nunca se
asemejará a una visita real, ni por el visitador (que hará lo que saben esperan
de él sin aportar nada de su propia cosecha), ni por el médico (que cambiará su
forma habitual de actuar y se mostrará condescendiente porque no desea
perjudicar a ese visitador).
Yo conozco bien esas visitas porque a veces he acompañado a
los visitadores aunque mi objetivo no era supervisarles sino simplemente
conocer cómo era su trabajo. Por ese motivo, a mí me presentaban siempre como
un nuevo compañero que estaba aprendiendo el oficio, no como un jefe. Aún así,
yo detectaba cómo el médico solía mostrarse más condescendiente de lo habitual
para que yo me llevase una buena imagen del visitador. Si así lo hacían cuando
el visitador acudía acompañado de un “compañero”, imaginaos cómo se comportaría
cuando en vez de “compañero” quien le acompañaba era un “jefe”.
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