(AZprensa) Cuando un médico atiende a un periodista debe comprender que no
se encuentra ante un colega de profesión sino ante un especialista de otra
profesión diferente como es el Periodismo. Por ello, los médicos deben afrontar
esta experiencia con un mínimo de conocimientos sobre la forma en que deben responder
a todas las preguntas que les van a formular los periodistas. Lo más básico y
principal es que el médico entienda y aplique correctamente estos tres
principios…
Cuando un periodista acude a un médico en busca de
información, esta información puede ser de dos tipos, científica (sobre temas
médicos, de investigación, de enfermedades, de tratamientos...) o profesional
(sobre temas relativos al ejercicio de la profesión, su normativa, sus
posicionamientos...). En cualquiera de
los dos casos, el médico debe entender que va a hablar con un periodista que
(salvo algunas excepciones) carece de la suficiente formación en temas médicos
e incluso en los relativos a dicha profesión.
Esto significa que el médico debe auto imponerse las
exigencias de: concisión, claridad y sencillez.
Concisión porque la información que aparece en los medios siempre
está resumida. En televisión, el tiempo es oro, y basta ver cualquier informativo
para darse cuenta que cualquier noticia apenas si dispone de más de un minuto
para ser contada. Pero no le va muy a la zaga la radio, en donde la cantidad de
información es tanta que apenas si hay tiempo para desarrollar a fondo
cualquier tema, sobre todo teniendo en cuenta que carece de la imagen que tanto
ayuda a la hora de comprender las cosas. En medios escritos estamos en las
mismas, el papel es caro y los medios regatean a sus propios periodistas el
espacio que les dan para colocar ahí sus informaciones. Y finalmente tenemos
Internet, en donde el espacio no es un problema, ya que puede incluirse ahí
toda la información que se quiera... y sin embargo no se hace. ¿Por qué? Pues
sencillamente porque a nadie le gusta “leer” en la pantalla de un ordenador,
sino “consultar”, es decir, pasear la vista por informaciones breves, claras,
sencillas, fáciles de entender y retener. Por lo tanto, unos medios porque no
disponen de tiempo o espacio, y otro porque el propio lector no quiere
dedicarle horas, el caso es que las informaciones han de ser siempre muy
resumidas. Y si el periodista –que es quien las escribe- las va a dar resumidas
¿por qué el médico se empeña una y otra vez en darlas como si de un tratado de
medicina o una sesuda conferencia se tratara? Vamos a ver: si la respuesta de
un médico a la pregunta de un periodista es muy concisa, lo normal es que el
periodista la traslade tal cual se la ha dado el propio médico. Por el
contrario, si la respuesta es larga, farragosa, complicada, etc., lo que el periodista
trasladará a su medio será un resumen o interpretación de la misma; un resumen
o interpretación hecho por él mismo. Entonces ¿qué debería preferir el médico?
¿Sus propias palabras o las palabras del periodista que, encima, las habrá
puesto en boca del médico? Está claro, si voy a decir algo, prefiero decirlo
yo, que sean mis propias palabras y no las que quiera dar otra persona y encima
atribuyéndolas a mí.
Pues esto, que parece elemental, sencillo a más no poder,
es difícil, dificilísimo de entender
para los médicos. Son muy pocos los médicos capaces de sintetizar sus propios
mensajes, quizás imbuidos por esa falsa sensación de que resumir indica falta
de concomimiento y eso no pueden consentirlo sobre todo cuando saben que otros
colegas van a leer o ver su intervención ante los medios.
Cualquier médico que vaya a hablar con un periodista debe
conocer bien cuál es el perfil de los lectores de ese medio (no es lo mismo
hablar para una revista profesional que para un medio general) y cuál va a ser
la extensión de esa noticia (no es lo mismo un magazine o una página, que un
minuto en un informativo o una simple columna en un periódico). Una vez
conocido esto, una vez conocida si la extensión va a ser breve o brevísima, es
cuando el médico puede condensar en unas pocas líneas o segundos el mensaje
básico de lo que quiera transmitir. De la capacidad de concisión que el médico
sea capaz de aplicar a sus palabras, dependerá el éxito de su intervención. El
mérito o demérito no estará en el periodista sino en el propio médico. Si el
material que se da al periodista es de buena calidad informativa, éste lo
publicará tal cual, pero si ese material es un “rollo”... vete tú a saber qué
es lo que finalmente se publicará.
Pero no basta con resumir, con ser muy conciso; también
hay que hablar con claridad. Frases
cortas, bien construidas, mensajes claros, no enrevesados. Si es en directo, el
médico tendría que habérselo preparado muy bien antes; por el contrario, si es
en una entrevista escrita o grabada, el médico se podrá permitir el lujo de
rectificar, decir, añadir, de decir –por ejemplo- “bueno, pon mejor que...” y
dejar así bien claro al periodista qué es lo que quería decir exactamente.
Cuando un médico explique algo a un periodista debe tener en cuenta que no está
hablando con un periodista, sino con sus lectores y, por consiguiente, la forma
que utilice para expresarse debe estar adaptada para que la comprendan
perfectamente esos lectores.
Finalmente está la exigencia de la sencillez. Las cosas –si queremos que nos entiendan- hay que
explicarlas de una forma muy sencilla. Ya sé que hacerlo así quita glamour, que
hasta cierto punto, repatea tener que hablar en un lenguaje tan burdo y
elemental después de haber estudiado una carrera tan larga y exigente... pero
aquí no estamos ante un tribunal que juzga nuestros méritos en unas
oposiciones, sino ante personas normales y corrientes que no saben nada de
medicina. Todo lo cual nos hace ver la importancia de adaptar el lenguaje y
modo de expresión a la audiencia a la que nos dirijamos y por ello, en el caso
de las entrevistas que los médicos suelen tener con los periodistas, hay que
pensar en los lectores de esos periodistas y explicar las cosas de tal forma
que estos últimos las entiendan; sólo así lograremos verlas tal como las
dijimos; de lo contrario nos encontraremos después en los medios una
desagradable sorpresa y posiblemente seamos el hazmerreír de nuestros colegas.
Resumiendo lo dicho hasta aquí: cuando un médico habla
con un periodista debe responder con concisión,
claridad y sencillez, pensando no la persona que tiene delante (el
periodista) sino en las personas que van a ver, oír o leer esa información
(tele espectadores, oyentes o lectores; es decir, la gente normal de la calle).
Pero cuando un médico interviene en un medio de
comunicación, no sólo va a ser visto, oído y leído por la gente de la calle...
sino también por sus colegas, por los responsables políticos, por los cargos de
las instituciones médicas... todos estos son también gente a la que llegan los
medios de comunicación y comparten con la “gente de la calle” el mismo
calificativo de “audiencia del medio”. Y claro, no es lo mismo hablar en el
recinto privado de una consulta médica, ante un único paciente, que ante una
gran audiencia compuesta por todo tipo de personas. El riesgo existe, y ese
riesgo tiene un nombre: posicionamiento.
Cuando un médico acepta responder a un periodista, acepta
implícitamente el riesgo de posicionarse ante la opinión pública y ante la
comunidad científica, profesional y política. Por eso, no deja de sorprender la
ligereza con que muchos médicos se toman las intervenciones ante los medios de
comunicación o la simple entrevista con un periodista. No son conscientes de la
repercusión que pueden llegar a tener sus palabras. Por supuesto que muchas
veces pasarán desapercibidas y apenas si tendrán repercusión, pero otras veces,
sin embargo, pueden llegar a tener un impacto mediático increíble y por eso,
por si acaso, conviene estar siempre preparados y –antes de cualquier
intervención ante los medios- llevar preparado qué es lo que queremos decir y
cómo lo vamos a decir. Es más, también debe llevarse preparado qué es lo que no
queremos decir, en qué temas no vamos a “entrar al trapo”, cómo vamos a escapar
si nos hacen tal pregunta incómoda, etc. Todo esto hay que llevarlo preparado.
Si así lo hacemos, el mensaje que se transmita será el que nosotros hubiésemos
querido y el posicionamiento que refleje la información emitida por los medios
será aquél que ciertamente nos corresponda y con el que nos sintamos
identificados.
De la “relación a dos” que antes existía, es decir
“médico-paciente”, hemos pasado en la actualidad a una “relación a tres”, es
decir: “médico, periodista, paciente”, y por ello el periodista no debería ser un
desconocido para el médico; antes al contrario, el médico debe preocuparse por
conocer mejor cómo son los periodistas y los medios de comunicación, y
prepararse correctamente antes de cualquier intervención ante los mismos.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon.
Fuente: “La Comunicación en Medicina”, Vicente Fisac. Amazon.
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