(AZprensa)
Para que una presentación en público tenga éxito (es decir, que su mensaje
llegue a la audiencia) hay que teatralizar un poco la presentación, porque si
no captas la atención no podrán poner los cinco sentidos en lo que les dices.
Claro que alguna vez llevé esto demasiado lejos…
Cuando
llegó mi turno subí al escenario y me dirigí a un rincón para coger un taburete
alto que había pedido que colocasen allí con antelación. Lo cogí, lo llevé al
centro del escenario y me senté en él, con el micrófono en la mano, como
cualquier monologuista. Saludé al auditorio y les conté –más o menos como
sigue- esta historia:
“Había
una vez un pobre sentado a la puerta de un gran y lujoso edificio de oficinas.
El pobre se pasaba allí las horas muertas con un cartel que decía: ‘Pobre
ciego’ y un sombrero en el que muy pocas monedas caían. Un Ejecutivo de una
Agencia de Publicidad que tenía allí sus oficinas, pasaba por delante del pobre
ciego todos los días; veía el poco dinero que recaudaba, cada vez menos, y
comenzó a sentir pena. Aunque él le echase algunas monedas, veía que eso no era
suficiente porque se dio cuenta que la gente se había acostumbrado a verlo allí
y como no llamaba la atención de nadie –era como un elemento más del mobiliario
urbano- pasaban junto a él con indiferencia. Una mañana, al llegar este
Ejecutivo a la oficina se detuvo frente al pobre, dispuesto a ayudarle, y le
dijo: ‘Me gustaría ayudarte y como yo trabajo en una Agencia de Publicidad, me
he permitido hacerte otro cartel, así que te agradecería que cambiases el que
tienes por este otro, que creo te traerá mejor suerte’. El pobre ciego le
agradeció el gesto, pero antes que pudiese preguntarle nada, el Ejecutivo de la
Agencia de Publicidad había desaparecido. Al cabo de unos minutos oyó el sonido
de unas monedas que caían en su sobrero, y al cabo de otros minutos, algunas
más... y cada vez más. No salía de su asombro al comprobar cómo aquél día había
cambiado su vida y estaba recaudando más dinero que otros días. Pero él no
sabía qué ponía en el cartel que le había dado aquél hombre. Cuando al acabar
la jornada laboral, el Ejecutivo salió del edificio de oficinas, se acercó de
nuevo al pobre para interesarse por cómo había ido el día y si la gente le
había echado más monedas. El pobre ciego se deshizo en elogios y
agradecimiento, contándole el drástico cambio que se había producido y le pidió
que por favor le dijese qué había escrito en aquél cartel. Entonces el
Ejecutivo se lo leyó: ‘Pone –le dijo- Mañana es Primavera, y yo no podré
verla’.
Tras
esta historia, me bajé del taburete y les hablé de la importancia de la
creatividad, de la personalidad y la diferenciación que debe tener la buena
Publicidad y que era en esa línea en la que todos debíamos trabajar. Les hice
ver que las dos frases venían a decir lo mismo: “Pobre ciego” y “Mañana es
Primavera y yo no podré verla”. Pero mientras la primera iba dirigida a la
razón, la segunda impactaba en los sentimientos, en la emoción, y cuando
cualquiera de nosotros toma una decisión de compra, la emoción siempre suele
ganarle la partida a la razón aunque a primera vista no queramos reconocerlo.
Tras
aquél inusual arranque de mi presentación, pasé a explicar cuáles iban a ser
las principales acciones y campañas publicitarias que llevaríamos a cabo
durante el siguiente año. La audiencia ya estaba entregada y expectante.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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