sábado, 12 de julio de 2025

Senza Fine: El amor eterno y tormentoso de Gino Paoli y Ornella Vanoni

(AZprensa) Como una melodía que se aferra al alma, como el eco de una guitarra en la penumbra de un café genovés, así es la historia de amor entre Gino Paoli y Ornella Vanoni. Un amor que, como las olas del mar de Liguria, llega y se retira, pero nunca se apaga. Un amor que se canta en sus canciones, que se llora en sus silencios y que, a pesar del tiempo, sigue siendo senza fine, sin fin. Esta es la crónica de dos corazones que se encontraron en la vorágine de la música y se perdieron en la tormenta de la vida, pero que, aun en la distancia, nunca dejaron de buscarse.
 
El encuentro: un destello en la penumbra
 
Corría el año 1960 cuando los caminos de Gino y Ornella se cruzaron en los pasillos de la discográfica Ricordi, en Milán. Él, un joven cantautor de mirada melancólica y versos que parecían arrancados de un diario íntimo; ella, una voz de terciopelo, una diva en ciernes con el fuego de la mala milanese en su alma. En ese primer encuentro, ambos se miraron con curiosidad, casi con desconfianza, temiendo que el otro escondiera un secreto inconfesable. Pero la música, como siempre, fue más sabia que ellos. Gino escribió para Ornella “Me in tutto il mondo”, y en esas notas nació algo más que una colaboración artística: una pasión que los consumiría.
 
Cuando Gino compuso “Senza fine”, inspirado por las manos grandes y expresivas de Ornella, no solo le regaló una canción; le entregó su corazón. “Tú eres como el viento que lleva violines y rosas”, canta la letra, y así era ella para él: un torbellino de emociones que lo elevaba y lo hería al mismo tiempo. Pero su amor, desde el principio, estuvo marcado por la sombra de lo imposible. Gino estaba casado con Anna Fabbri, y Ornella, aunque enamorada, se convirtió en la amante, en la musa que vivía en los márgenes de su vida. “Ci siamo innamorati come pazzi”, confesaría años después Ornella, con la voz quebrada por el recuerdo. “Pero él tenía una esposa, y además me traicionaba. Yo lo buscaba, pero no lo encontraba nunca. Y lloraba, lloraba…”.

La tormenta: amores prohibidos y despedidas
 
El amor de Gino y Ornella fue un vals de encuentros y despedidas, de promesas susurradas y corazones rotos. En 1963, la tragedia tocó sus vidas cuando Ornella perdió un hijo que esperaba de Gino, un dolor que los unió y los separó aún más. “Fue nuestro, pero no llegó”, diría ella con la mirada perdida, como si aún pudiera sentir el peso de esa ausencia. Ese mismo año, Gino, atrapado en un torbellino de emociones que nunca explicó del todo, intentó quitarse la vida disparándose al pecho. La bala, milagrosamente, se detuvo a milímetros de su corazón, como si el destino quisiera recordarle que aún tenía canciones por escribir y amores por vivir. Ornella, al enterarse, corrió al hospital. Lo encontró lleno de oxígeno, riendo entre delirios, tirándole del cabello como un niño. “No pensé en nada, solo fui a verlo”, recordaría ella, con la ternura de quien nunca dejó de amarlo.

Pero la vida, como una de las baladas de Paoli, no concede finales felices tan fácilmente. Anna, la esposa de Gino, pidió a Ornella que se apartara, y ella, con el corazón en pedazos, obedeció. “Acompáñame a la estación”, le dijo a Gino en Forte dei Marmi, y con esas palabras se despidió, dejando tras de sí un amor que no podía poseer. Poco después, Ornella se casó con el empresario teatral Lucio Ardenzi, un matrimonio que ella misma reconoció como un error. “Quería todavía a Gino. Él me advirtió hasta el final, incluso amenazó con irrumpir en la boda cantando ‘Senza fine’”, confesó entre risas y lágrimas. Mientras tanto, Gino se enamoró de la joven actriz Stefania Sandrelli, con quien tuvo una hija, Amanda, en un romance que escandalizó a la Italia de los años sesenta. Pero incluso en esos nuevos amores, la sombra de Ornella seguía presente, como un verso que se niega a ser olvidado.
El regreso: un amor que no muere
 
A pesar de las despedidas, Gino y Ornella nunca se perdieron del todo. Su amor, aunque herido, se transformó en una amistad profunda y en una colaboración artística que marcó la música italiana. En 1985, volvieron a los escenarios con la gira “Insieme”, un reencuentro que hizo soñar a sus admiradores con una reconciliación imposible. “Recitábamos tan bien que hasta mi madre temió que volviéramos a estar juntos”, bromeó Gino años después. En 2004, para celebrar los 70 años de Ornella, grabaron el álbum “Ti ricordi? No non mi ricordo”, un disco que destilaba nostalgia y complicidad, como si el tiempo no hubiera pasado. Ese mismo año, publicaron el libro “Noi due, una lunga storia”, una autobiografía a dos voces que narraba no solo su amor, sino también el alma de una época.

Gino, con su filosofía de trovador, siempre sostuvo que el amor verdadero no muere. “Si amo a una mujer, es para toda la vida. Las razones por las que la amé siguen ahí, la belleza permanece”, declaró en una entrevista a Vanity Fair. Y Ornella, con su ironía y su franqueza, nunca negó que Gino fue el gran amor de su vida. “Lo amé con locura, pero era su amante. Su esposa me pidió que me apartara, y lo hice. Pero nunca lo olvidé”, confesó en el programa Belve. Incluso en sus noventa años, cuando el mundo los veía como leyendas de la música, seguían intercambiando pullas y recuerdos, como dos amantes que nunca dejaron de provocarse. “Él dice que es irónico, pero yo lo soy más”, bromeó Ornella en 2023, tras una aparición conjunta en Sanremo que hizo suspirar a toda Italia.

Un amor sin fin
 
La historia de Gino Paoli y Ornella Vanoni es como una de sus canciones: romántica, imperfecta, eterna. Es el relato de dos almas que se amaron con la intensidad de un verano italiano, que se hirieron con la crueldad de las despedidas y que, aun así, encontraron la manera de seguir unidas. No importa que Gino haya amado a otras mujeres —Anna, Stefania, su segunda esposa Paola— ni que Ornella haya vivido otras pasiones —Giorgio Strehler, Hugo Pratt, Lucio Ardenzi—. Entre ellos siempre hubo un hilo invisible, una melodía que los devolvía el uno al otro.
 
Hoy, con noventa años a cuestas, Gino y Ornella siguen siendo un reflejo de lo que cantaron en “Senza fine”: un amor que no conoce el ocaso, que se burla del tiempo y de las distancias. “Si llegamos a los noventa, haremos otro concierto juntos”, prometieron una vez, y cumplieron. Porque su amor, como el mar que baña las costas de Génova, es infinito, tormentoso, imposible de contener. Y mientras sus canciones sigan sonando, mientras alguien tararee “Senza fine” en una noche estrellada, Gino y Ornella seguirán amándose, en algún rincón del alma, para siempre
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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