sábado, 2 de agosto de 2025

El nadador: Una metáfora de la decadencia y la negación

(AZprensa) Dirigida por Frank Perry y protagonizada por Burt Lancaster en 1968, El nadador (The Swimmer) es una película que trasciende su aparente simplicidad narrativa para ofrecer una poderosa metáfora sobre la vida, el tiempo y la ilusión. Basada en un cuento de John Cheever, la historia sigue a Ned Merrill, un hombre en aparente plenitud física que decide regresar a casa nadando a través de las piscinas de sus vecinos en un suburbio idílico. Sin embargo, más allá de esta premisa superficial, la cinta encierra un trasfondo psicológico y existencial que muchos espectadores podrían pasar por alto si se quedan en la superficie.
 
Una jornada hacia la autoconciencia
 
La trama de El nadador comienza con un Ned Merrill optimista y vigoroso, quien bautiza su aventura como el "río Lucinda", en honor a su esposa. A medida que avanza, nadando de piscina en piscina, el paisaje y las interacciones con sus conocidos revelan grietas en su fachada de éxito y felicidad. Los vecinos lo reciben con una mezcla de desconcierto y condescendencia, y fragmentos de conversaciones desvelan una realidad que Ned parece incapaz de aceptar: ha perdido su familia, su fortuna y su estatus social. La película sugiere que su viaje no es solo físico, sino un descenso simbólico hacia la autoconciencia, donde cada piscina representa un capítulo de su vida que prefiere ignorar.
 
Esta progresión está cuidadosamente diseñada para reflejar el paso del tiempo. El cambio de estaciones —de un verano radiante a un clima frío y tormentoso— simboliza el envejecimiento y la decadencia inevitable. Ned, interpretado magistralmente por Lancaster, encarna la negación, aferrándose a una imagen idealizada de sí mismo que colapsa conforme avanza su odisea.
 
Una metáfora de la vida y la ilusión
 
El verdadero mensaje de El nadador radica en su exploración de la ilusión como mecanismo de supervivencia. Ned Merrill representa a aquellos que viven en un estado de autoengaño, construyendo narrativas para evadir la realidad de sus fracasos. Las piscinas, lejos de ser solo un medio de transporte, simbolizan etapas de la vida —juventud, éxito, relaciones— que Ned recorre en un intento desesperado por recuperar un pasado que ya no existe. Este viaje lineal, que termina con la llegada a una casa abandonada y vacía, subraya la fragilidad de las apariencias y la inevitabilidad del declive personal.
 
La película también critica la superficialidad de la sociedad estadounidense de los años 60, con sus suburbios prósperos pero emocionalmente vacíos. Los vecinos de Ned, atrapados en sus propias hipocresías y prejuicios, reflejan una cultura obsesionada con el estatus y la juventud, dejando poco espacio para la empatía o la redención. Este trasfondo social amplifica la tragedia de Ned, convirtiéndolo en un espejo de una sociedad que evita enfrentar sus propias contradicciones.
 
La ambigüedad intencional
 
Uno de los aspectos que invita a ahondar en El nadador es su ambigüedad. ¿Es Ned un hombre que ha perdido todo y lo niega, o un espíritu roto que imagina esta jornada como una última redención? La falta de respuestas claras obliga al espectador a interpretar, lo que enriquece su mensaje. Algunos ven en su final —donde golpea la puerta de su antigua casa, ahora en ruinas— un colapso definitivo; otros, un despertar doloroso a la realidad. Esta dualidad es precisamente lo que eleva la película por encima de un simple drama, convirtiéndola en una meditación sobre la memoria y la identidad.
 
Relevancia y legado
 
Cuando se estrenó en 1968 fue incomprendida (la mayoría de los espectadores se quedaban sólo en la superficialidad sin ahondar en su verdadero mensaje), pero con el tiempo ha ganado reconocimiento como una obra maestra. Su mensaje resuena hoy más actual que nunca, en una era donde las redes sociales y la cultura del éxito perpetúan la ilusión de una vida perfecta. La película invita a reflexionar sobre cómo enfrentamos el paso del tiempo, la pérdida y nuestras propias vulnerabilidades, temas universales que trascienden la narrativa superficial.
 
El nadador es, por tanto, una alegoría profunda sobre la negación, la decadencia y la búsqueda de significado en un mundo que prefiere las apariencias. Ahondar en su trasfondo revela una obra que desafía al espectador a mirar más allá de lo evidente y confrontar las verdades incómodas de la existencia humana. Nos demuestra, incluso, cómo muchos prefieren seguir engañándose a sí mismos, ignorando su propia realidad.
 

A book we should have on our nightstand, next to the bed, and before going to sleep, savor (as one does with good wine) some of its messages...
“The hidden message of Falcon Crest”: https://a.co/d/j1tn69R

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