(AZprensa) La hora incógnita (1964), dirigida por Mariano
Ozores, es una rareza en la filmografía de un director conocido principalmente
por sus comedias ligeras y comerciales. Esta película, un drama de ciencia
ficción con tintes apocalípticos, nos sitúa en una pequeña ciudad española
donde un misil nuclear está a punto de impactar, y trece personas, por diversas
razones, no logran evacuar y se enfrentan a la inminencia de la muerte. A pesar
de su fracaso comercial, que llevó a Ozores a dedicarse exclusivamente a
comedias intrascendentes, La hora incógnita es una obra profunda que nos invita
a reflexionar sobre la mortalidad, los defectos humanos y nuestra resistencia a
aceptar el fin. A través de su variado elenco de personajes, la película nos
confronta con nuestras propias contradicciones y temores, haciendo que, en mayor
o menor medida, nos identifiquemos con ellos.
Un escenario preapocalíptico que desnuda el alma
La premisa de La hora incógnita es sencilla pero
impactante: un proyectil atómico caerá en una ciudad española en menos de dos
horas, y todos los habitantes huyen, excepto trece personas que, por motivos
diversos, permanecen atrapadas. Estas personas —un borracho, una prostituta, un
ladrón, una pareja de amantes adúlteros, dos cotillas, un asesino, un policía,
un anciano, un sacerdote y otros— se reúnen en una iglesia, guiados por un cura
que les ofrece una posible salvación. Este escenario, inspirado en películas
como La hora final (1959) de Stanley Kramer, refleja las ansiedades de la
Guerra Fría y la amenaza nuclear, pero su verdadero poder radica en cómo utiliza
esta crisis para explorar la condición humana.
El mensaje central de la película es una meditación sobre
cómo enfrentamos la certeza de la muerte. Cada personaje representa una faceta
de la humanidad, con sus virtudes, defectos y negaciones. La cinta nos desafía
a preguntarnos: ¿qué haríamos si supiéramos que nos quedan solo unas horas de
vida? ¿Seguiríamos aferrándonos a nuestras rutinas, ambiciones o culpas, o
buscaríamos redención?
Personajes como espejos de nuestras contradicciones
El elenco coral de La hora incógnita es uno de sus
mayores atractivos, ya que cada personaje encarna arquetipos que reflejan
actitudes universales frente a la muerte y la vida. Por ejemplo, el borracho
(José Luis Ozores) y la prostituta (Emma Penella) representan a aquellos que
han vivido al margen de las normas sociales, enfrentando la muerte con una
mezcla de resignación y desafío. Los amantes adúlteros (Mabel Karr y Carlos
Ballesteros) simbolizan la búsqueda de pasión y sentido en un mundo que los
condena, mientras que el ladrón (Antonio Ozores) y el asesino (Carlos Estrada)
reflejan las consecuencias de las elecciones morales erradas. Las dos cotillas
(Mercedes Muñoz Sampedro y Mari Carmen Prendes), que se quedan para fisgonear
en las casas de sus vecinos, aportan un toque de humor negro que subraya la
absurdidad de aferrarse a lo trivial incluso en el fin del mundo.
El sacerdote (Fernando Rey), aunque criticado por algunos
como un vehículo de moralina, ofrece una perspectiva de esperanza y redención,
sugiriendo que incluso en los momentos finales hay espacio para la reflexión y
el cambio. Sin embargo, su papel también refleja las limitaciones de las
instituciones frente a la complejidad humana, un tema que resuena en la España
franquista de 1964, donde la censura imponía un marco moral estricto.
Cada personaje, con sus defectos y ambiciones, nos invita
a reconocernos en ellos. ¿Quién no ha evadido la realidad como el borracho,
buscado amor en los lugares equivocados como los amantes, o aferrado a lo
cotidiano como las cotillas? La película nos confronta con la idea de que, ante
la muerte, nuestras máscaras caen, revelando quiénes somos realmente.
La negación de la muerte como tema universal
Un mensaje clave de La hora incógnita es nuestra
tendencia a negar la muerte, incluso cuando es inminente. Los personajes, al
principio, se aferran a sus rutinas y roles sociales: el ladrón sigue robando,
las cotillas siguen fisgoneando, el anciano busca a su gato. Esta negación
refleja una verdad universal: los humanos evitamos pensar en nuestra mortalidad
porque hacerlo nos obliga a enfrentar nuestras elecciones y arrepentimientos.
Como señala una reseña, la película captura “la desesperanza y la tristeza, los
momentos donde sus personajes son conscientes de su propia y temprana mortalidad”,
un tema que sigue siendo relevante hoy.
En el contexto de 2025, donde la incertidumbre global
—desde crisis climáticas hasta conflictos geopolíticos— nos recuerda la
fragilidad de la vida, La hora incógnita nos desafía a preguntarnos si estamos
viviendo con autenticidad o simplemente evadiendo la realidad. La película
sugiere que aceptar nuestra mortalidad puede ser liberador, ya que nos empuja a
priorizar lo que realmente importa: las conexiones humanas, el perdón y la
búsqueda de sentido.
El costo de la ambición artística
El fracaso comercial de La hora incógnita marcó un punto
de inflexión para Mariano Ozores, quien, tras la bancarrota de su productora,
Cinematográfica Hispánica, decidió dedicarse a comedias populares que carecían de la profundidad de esta obra, pero que en cambio se ganaron el favor del público convirtiendo casi todas sus poesteriores películas en grandes éxitos de taquilla. Este giro refleja otra capa
del mensaje de la película: la tensión entre la ambición artística y las
expectativas del público. Ozores intentó crear una obra reflexiva y audaz, pero
el público de la época, quizás incómodo con su tono pesimista y su
confrontación con la muerte, no la abrazó.
Esta reacción subraya nuestra resistencia colectiva a
enfrentar temas incómodos. Como señala una crítica, “al público se le hacía muy
cuesta arriba ver a los hermanos Ozores como posibles víctimas de una hecatombe
nuclear”. La película, con su mezcla de costumbrismo español y dilemas
existenciales, era adelantada a su tiempo, pero la censura y las expectativas
de la España franquista limitaron su impacto. Hoy, en retrospectiva, La hora
incógnita se ve como una joya olvidada que merece ser redescubierta.
¿Podemos aplicar este mensaje hoy?
El mensaje de La hora incógnita nos desafía a confrontar
nuestra propia negación de la muerte y a reflexionar sobre cómo vivimos. En un
mundo saturado de distracciones —redes sociales, consumo desenfrenado, rutinas
automáticas—, la película nos pregunta: ¿estamos realmente viviendo, o solo
posponiendo la reflexión sobre lo que importa? Los personajes, con sus defectos
y humanidad, nos recuerdan que todos llevamos dentro contradicciones, pero
también la capacidad de redimirnos a través de la empatía y la acción.
Aplicar este mensaje en 2025 significa tomar conciencia
de nuestra mortalidad y usarla como un catalizador para vivir con mayor
intención. Esto podría implicar reparar relaciones rotas, perseguir sueños
postergados o simplemente estar más presentes en nuestras interacciones
diarias. La película nos enseña que, aunque la muerte es inevitable, la forma
en que vivimos hasta ese momento está en nuestras manos.
La hora incógnita es una obra valiente que, a pesar de su
fracaso comercial (a pesar de ser una joya cinematográfica), nos deja un
mensaje atemporal: enfrentar la muerte nos obliga a enfrentar la vida. A través
de sus personajes, Mariano Ozores nos invita a mirarnos en el espejo, a
reconocer nuestras negaciones y a buscar la redención en los pequeños actos de
humanidad. Aunque el público de 1964 no estaba listo para este mensaje, hoy
podemos apreciarlo como un recordatorio de que la vida es frágil, pero también
llena de posibilidades para quienes se atreven a reflexionar. La película nos
deja con una pregunta inquietante: si supiéramos que el fin está cerca, ¿cómo
elegiríamos vivir? En un mundo que sigue lidiando con sus propias “horas
incógnitas”, esta reflexión es más urgente que nunca.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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