lunes, 11 de agosto de 2025

La hora incógnita: Enfrentar la muerte nos obliga a enfrentar la vida

(AZprensa) La hora incógnita (1964), dirigida por Mariano Ozores, es una rareza en la filmografía de un director conocido principalmente por sus comedias ligeras y comerciales. Esta película, un drama de ciencia ficción con tintes apocalípticos, nos sitúa en una pequeña ciudad española donde un misil nuclear está a punto de impactar, y trece personas, por diversas razones, no logran evacuar y se enfrentan a la inminencia de la muerte. A pesar de su fracaso comercial, que llevó a Ozores a dedicarse exclusivamente a comedias intrascendentes, La hora incógnita es una obra profunda que nos invita a reflexionar sobre la mortalidad, los defectos humanos y nuestra resistencia a aceptar el fin. A través de su variado elenco de personajes, la película nos confronta con nuestras propias contradicciones y temores, haciendo que, en mayor o menor medida, nos identifiquemos con ellos.
 
Un escenario preapocalíptico que desnuda el alma
 
La premisa de La hora incógnita es sencilla pero impactante: un proyectil atómico caerá en una ciudad española en menos de dos horas, y todos los habitantes huyen, excepto trece personas que, por motivos diversos, permanecen atrapadas. Estas personas —un borracho, una prostituta, un ladrón, una pareja de amantes adúlteros, dos cotillas, un asesino, un policía, un anciano, un sacerdote y otros— se reúnen en una iglesia, guiados por un cura que les ofrece una posible salvación. Este escenario, inspirado en películas como La hora final (1959) de Stanley Kramer, refleja las ansiedades de la Guerra Fría y la amenaza nuclear, pero su verdadero poder radica en cómo utiliza esta crisis para explorar la condición humana.

El mensaje central de la película es una meditación sobre cómo enfrentamos la certeza de la muerte. Cada personaje representa una faceta de la humanidad, con sus virtudes, defectos y negaciones. La cinta nos desafía a preguntarnos: ¿qué haríamos si supiéramos que nos quedan solo unas horas de vida? ¿Seguiríamos aferrándonos a nuestras rutinas, ambiciones o culpas, o buscaríamos redención?
 
Personajes como espejos de nuestras contradicciones
 
El elenco coral de La hora incógnita es uno de sus mayores atractivos, ya que cada personaje encarna arquetipos que reflejan actitudes universales frente a la muerte y la vida. Por ejemplo, el borracho (José Luis Ozores) y la prostituta (Emma Penella) representan a aquellos que han vivido al margen de las normas sociales, enfrentando la muerte con una mezcla de resignación y desafío. Los amantes adúlteros (Mabel Karr y Carlos Ballesteros) simbolizan la búsqueda de pasión y sentido en un mundo que los condena, mientras que el ladrón (Antonio Ozores) y el asesino (Carlos Estrada) reflejan las consecuencias de las elecciones morales erradas. Las dos cotillas (Mercedes Muñoz Sampedro y Mari Carmen Prendes), que se quedan para fisgonear en las casas de sus vecinos, aportan un toque de humor negro que subraya la absurdidad de aferrarse a lo trivial incluso en el fin del mundo.

El sacerdote (Fernando Rey), aunque criticado por algunos como un vehículo de moralina, ofrece una perspectiva de esperanza y redención, sugiriendo que incluso en los momentos finales hay espacio para la reflexión y el cambio. Sin embargo, su papel también refleja las limitaciones de las instituciones frente a la complejidad humana, un tema que resuena en la España franquista de 1964, donde la censura imponía un marco moral estricto.

Cada personaje, con sus defectos y ambiciones, nos invita a reconocernos en ellos. ¿Quién no ha evadido la realidad como el borracho, buscado amor en los lugares equivocados como los amantes, o aferrado a lo cotidiano como las cotillas? La película nos confronta con la idea de que, ante la muerte, nuestras máscaras caen, revelando quiénes somos realmente.
 
La negación de la muerte como tema universal
 
Un mensaje clave de La hora incógnita es nuestra tendencia a negar la muerte, incluso cuando es inminente. Los personajes, al principio, se aferran a sus rutinas y roles sociales: el ladrón sigue robando, las cotillas siguen fisgoneando, el anciano busca a su gato. Esta negación refleja una verdad universal: los humanos evitamos pensar en nuestra mortalidad porque hacerlo nos obliga a enfrentar nuestras elecciones y arrepentimientos. Como señala una reseña, la película captura “la desesperanza y la tristeza, los momentos donde sus personajes son conscientes de su propia y temprana mortalidad”, un tema que sigue siendo relevante hoy.

En el contexto de 2025, donde la incertidumbre global —desde crisis climáticas hasta conflictos geopolíticos— nos recuerda la fragilidad de la vida, La hora incógnita nos desafía a preguntarnos si estamos viviendo con autenticidad o simplemente evadiendo la realidad. La película sugiere que aceptar nuestra mortalidad puede ser liberador, ya que nos empuja a priorizar lo que realmente importa: las conexiones humanas, el perdón y la búsqueda de sentido.
 
El costo de la ambición artística
 
El fracaso comercial de La hora incógnita marcó un punto de inflexión para Mariano Ozores, quien, tras la bancarrota de su productora, Cinematográfica Hispánica, decidió dedicarse a comedias populares que carecían de la profundidad de esta obra, pero que en cambio se ganaron el favor del público convirtiendo casi todas sus poesteriores películas en grandes éxitos de taquilla. Este giro refleja otra capa del mensaje de la película: la tensión entre la ambición artística y las expectativas del público. Ozores intentó crear una obra reflexiva y audaz, pero el público de la época, quizás incómodo con su tono pesimista y su confrontación con la muerte, no la abrazó.

Esta reacción subraya nuestra resistencia colectiva a enfrentar temas incómodos. Como señala una crítica, “al público se le hacía muy cuesta arriba ver a los hermanos Ozores como posibles víctimas de una hecatombe nuclear”. La película, con su mezcla de costumbrismo español y dilemas existenciales, era adelantada a su tiempo, pero la censura y las expectativas de la España franquista limitaron su impacto. Hoy, en retrospectiva, La hora incógnita se ve como una joya olvidada que merece ser redescubierta.

¿Podemos aplicar este mensaje hoy?
 
El mensaje de La hora incógnita nos desafía a confrontar nuestra propia negación de la muerte y a reflexionar sobre cómo vivimos. En un mundo saturado de distracciones —redes sociales, consumo desenfrenado, rutinas automáticas—, la película nos pregunta: ¿estamos realmente viviendo, o solo posponiendo la reflexión sobre lo que importa? Los personajes, con sus defectos y humanidad, nos recuerdan que todos llevamos dentro contradicciones, pero también la capacidad de redimirnos a través de la empatía y la acción.
 
Aplicar este mensaje en 2025 significa tomar conciencia de nuestra mortalidad y usarla como un catalizador para vivir con mayor intención. Esto podría implicar reparar relaciones rotas, perseguir sueños postergados o simplemente estar más presentes en nuestras interacciones diarias. La película nos enseña que, aunque la muerte es inevitable, la forma en que vivimos hasta ese momento está en nuestras manos.
 
La hora incógnita es una obra valiente que, a pesar de su fracaso comercial (a pesar de ser una joya cinematográfica), nos deja un mensaje atemporal: enfrentar la muerte nos obliga a enfrentar la vida. A través de sus personajes, Mariano Ozores nos invita a mirarnos en el espejo, a reconocer nuestras negaciones y a buscar la redención en los pequeños actos de humanidad. Aunque el público de 1964 no estaba listo para este mensaje, hoy podemos apreciarlo como un recordatorio de que la vida es frágil, pero también llena de posibilidades para quienes se atreven a reflexionar. La película nos deja con una pregunta inquietante: si supiéramos que el fin está cerca, ¿cómo elegiríamos vivir? En un mundo que sigue lidiando con sus propias “horas incógnitas”, esta reflexión es más urgente que nunca.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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