lunes, 1 de diciembre de 2025

3I/ATLAS: La ciencia oficial no acepta lo que no entiende

(AZprensa) En el vasto lienzo del espacio, donde las estrellas parpadean como promesas lejanas, el cometa 3I/ATLAS irrumpió en julio de 2025 como un intruso silencioso, el tercer objeto interestelar confirmado en nuestro sistema solar. Descubierto por el telescopio ATLAS en Chile, este viajero de Sagitario –con una edad estimada entre 3.000 y 11.000 millones de años– nos obliga a confrontar no solo lo que sabemos de los cometas, sino lo que preferiríamos ignorar sobre nuestra propia arrogancia. ¿Es un mero trozo de hielo cósmico, o un artefacto que susurra posibilidades prohibidas? Mientras la ciencia oficial lo encasilla como "cometa", anomalías en su trayectoria y composición avivan debates que trascienden la astronomía: ¿qué nos enseña este enigma sobre la humildad humana y el control de la narrativa científica?
 
Lo que sabemos: Los hechos son claros y vertiginosos. 3I/ATLAS, bautizado como C/2025 N1 (ATLAS), fue avistado el 1 de julio de 2025 a 670 millones de kilómetros del Sol, procedente de las profundidades interestelares. Su órbita hiperbólica –con una excentricidad superior a la de 'Oumuamua (e=1.2) y Borisov (e=3.4)– lo confirma como forastero: entró desde Sagitario, rozó el perihelio el 30 de octubre a 203 millones de kilómetros del Sol (dentro de la órbita de Marte), y ahora se aleja hacia Júpiter antes de exiliarse de nuevo al vacío. Telescopios como Hubble, James Webb y misiones de la NASA –desde Psyche hasta MAVEN en Marte– lo han escudriñado, revelando un núcleo helado de unos 1,2 km de diámetro, envuelto en una coma rojiza de polvo y gases.

La actividad cometary es innegable: observaciones del Nordic Optical Telescope y el Teide el 2 de julio confirmaron una "apariencia difusa y activa", con emisiones de agua (hidroxilo detectado por Swift), dióxido de carbono, monóxido de carbono y sulfuro de carbonilo. ESS captó actividad precoz en mayo, a 6,4 UA del Sol, sugiriendo volátiles hiperactivos como CO que subliman a bajas temperaturas. No hubo estallidos ni fragmentación, a diferencia de Borisov, y su brillo se mantuvo estable, visible incluso con telescopios aficionados hasta la primavera de 2026.

Pero aquí radica la primera grieta: los datos contradicen el manual de cometas. Su alineación precisa con el plano eclíptico (probabilidad del 0,2%), chorros solares inusuales (siete jets, algunos apuntando al Sol), aceleración no gravitacional y una composición rica en níquel sobre hierro –atípica en miles de cometas conocidos– desafían modelos establecidos.

¿Por qué un cometa interestelar muestra una "cola iónica estructurada" y señales de radio débiles pero consistentes, sin explicación clara? La ciencia oficial insiste: es un cometa. Pero cerrar los ojos ante estas discrepancias huele a dogma, no a indagación.
 
Lo que no queremos saber: La sombra de lo artificial
 
Entra Avi Loeb, el astrofísico de Harvard cuya humildad radical choca con el establishment. Loeb no grita "nave extraterrestre" –insiste en "considerar todas las posibilidades" con rigor estadístico–, pero sus análisis acumulan anomalías que escalofrían.
En su "Escala Loeb" (de 0: natural, a 10: tecnológico), 3I/ATLAS puntúa un 4 –un 40% de chance artificial–, basado en ocho rarezas independientes: su masa un millón de veces mayor que 'Oumuamua, trayectoria "alineada como si fuera dirigida", chorros que simulan propulsión y una pluma gaseosa con níquel dominante (P<0,001), evocando aleaciones industriales. Loeb especula: ¿podría "liberar dispositivos tecnológicos" cerca de Júpiter, usando su gravedad como "estacionamiento" para sondas Von Neumann?

Críticos como Jason Wright lo tildan de "especulación sensacionalista", argumentando que la coma difusa y la actividad son cometary puras, y que Loeb ignora datos resueltos hace un siglo (como el seguimiento preciso de objetos difusos).

Lo que no queremos saber es simple: si es artificial, ¿qué dice de nosotros? ¿Somos observados, ignorados o irrelevantes? Loeb nos urge a la humildad: "La naturaleza de ese encuentro queda por ver", pero el establishment prefiere el consuelo de lo conocido.

Las lecciones de 3I/ATLAS: Dogma, poder y un baño de humildad
 
Lo que está claro, más allá de su origen, es el verdadero peligro que ilumina este cometa: el abrazo tóxico del pensamiento único en la ciencia oficial. No es la nave interestelar lo que aterra, sino una élite que dicta verdades inquebrantables, sofocando disidencias bajo el peso de la autoridad. La NASA y la ESA, pese a datos contradictorios, lo etiquetan "cometa" sin pausa, recordando el escarnio inicial a 'Oumuamua.

Esto no es ciencia; es control. En un mundo gobernado por narrativas preaprobadas, 3I/ATLAS nos enseña a cuestionar: ¿quién decide qué es "posible"? El riesgo real es una humanidad que asume sin rechistar, ciega a su propio potencial. Y si, hipotéticamente, fuera una sonda: su silencio es el mensaje más elocuente. Deslizándose por nuestro sistema sin detenerse en la Tierra –optando por el vasto Júpiter–, nos reduce a motas insignificantes. Y es que ¿pararías ante una hormiga en el campo para intentar hablar con ella? Quizás sólo seamos eso para otras civilizaciones interestelares. 3I/ATLAS, nos da un baño de realidad. ¿Seguiremos aceptando el pensamiento oficial impuesto o aprenderemos a cuestionarnos todas las cosas, a razonar y a pensar por nosotros mismos aceptando todas las posibilidades?
 

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