(AZprensa) Después de su recorrido por tierras de
Portugal, Miguel de Unamuno prosigue su camino por tierras de España, tal como
se refleja en su libro publicado en 1.911 y que lleva por título “Por tierras
de Portugal y de España”. Continuemos, pues, analizando este libro…
...y de España.- Dura aún en él, el
pesimismo causado por Portugal. Así, al visitar Barcelona sólo habla de la
vanidad de los barceloneses y de su orgullo egoísta.
Deja atrás Barcelona y se dirige hacia Guadalupe; y allí,
aquél embriagador paisaje le alegra el corazón y le hace exclamar: “Entonaban
el corazón de aquellas vastas verdes soledades tendidas al pie de la sierra. En
la garganta de la Peña Amarilla cerníanse, trazando lentas espirales, dos
águilas. Luego las mil vueltas y revueltas de la carretera, entre frondosidades
de árboles; y al fin se nos abrió a la vista la mole ingente del monasterio,
rodeado de su pueblo”.
Viaja después a Yuste, y siente nostalgia de la tierra
gallega al ver la analogía que existe entre ambos paisajes. Su corazón,
entonces, quiere abarcar en un intento a toda España. Recuerda aquél libro
titulado “La gloria de Don Ramiro”, y hace un comentario sobre la obra,
alegando que es un vivo reflejo del alma de la España del siglo XVI.
Llega después a Ávila, y nos cuenta la historia de la ciudad
y de su paisaje a través de los tiempos. Luego nos escribe la belleza de la
ciudad y de sus jardines, vista desde una muralla, diciendo: “Yo he contemplado
con una cierta mezcla de arrobamiento y temor uno de esos jardines misteriosos
y enjaulados, sumergidos en tenebroso y perfumado silencio”; y prosigue “he
pasado horas enteras de adoración pura, horas de eternidad y de silencio,
contemplando el suntuoso misterio de los astros”.
Para Unamuno nada hay más hermoso que las excursiones. Le
gusta admirar la belleza de los paisajes, y se siente hermano de los árboles y
de los pequeños animales que pueblan las regiones. Él es feliz contemplando:
“Una carretera en que crece la hierba, que serpentea en revueltas al pie del
macizo, todo sombra y todo silencio”. Regresa después a su tierra, y más tarde
recorre su querida Galicia.
Le gusta conocer y admirar los monasterios, porque para
él, la psicología de España se puede conocer a través de sus monasterios. De
sus sitios geográficos dice: “Unos en el fondo de los valles, en fragosos
desiertos otros, los más en las cumbres”. Le gusta subir a ellos, andando por
la ladera, y nos dice de una de sus escaladas a un monasterio: “Subían densos
nubarrones desde el valle, en tropel”.
Sigue su camino por Galicia, y se detiene en Begoña. Nos
dice de esta ciudad: “En una blanda y riente loma, donde recoge todo el sol que
se filtra por las nubes y las lloviznas o irradia en los claros, al pie de una
cordillera pelada y suave”.
Hace después un pequeño estudio sobre la psicología y
costumbres de las ciudades grandes y pequeñas. Dice que las grandes ciudades
nivelan las clases sociales, realzando las medianías. Pero protesta también
contra las reuniones d ela alta sociedad. Ama la sencillez y el poder ir por
las calles viendo caras conocidas.
Sigue viajando por Galicia y dice de esta que: “Atrae a
sus brazos y llama a reclinarse en reposo y a soñar en las haldas de sus
montes”. A Unamuno le gusta Galicia y alaba su precioso campo femenino y la
belleza de sus montañas angulosas, hoscas y berroqueñas; símbolo de su
masculinidad. Esta es la dualidad de Galicia, de la que dice que “es una tierra
habitable”.
Se traslada después a Gran canaria, y dice que: “Es un
mesón colocado en una gran encrucijada de caminos de los grandes pueblos”.
Nuevamente el paisaje que ofrece según él
una visión dantesca con sus “negras murallas de la gran caldera, con sus
crestas que parecen almenadas”. Canarias es un pueblo que está empezando a
nacer.
Visita después La Laguna, de Tenerife. País de ensueño,
como una resurrección de la Atlántida que nos narró Platón. Hace después un
comentario sobre la conquista de estas islas por los soldados castellanos.
Regresa después a la península y visita Trujillo. Para
llegar hasta allí debe cruzar el Tajo; y al cruzarlo se queda reflexionando, y
dice por fin que “el agua es, en efecto, la conciencia del paisaje”.
Y acaba el libro haciendo un resumen de uno de los
principales mensajes del mismo. Lo titula “El sentimiento de la naturaleza” y
nos dice sobre esta, para despedirse, que “hay que aprender a entenderla y a
quererla”.
La primera parte de este artículo se puede leer en el siguiente enlace:
https://azpressnews.blogspot.com/2024/04/por-tierras-de-portugal-y-de-espana-1.html
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles
en Amazon.
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