(AZprensa)
La idea de que la Luna, nuestro satélite natural, pueda albergar ruinas de una
civilización antigua o estructuras artificiales ha capturado la imaginación de
muchos a lo largo de los años. Uno de los principales impulsores de esta
narrativa en el ámbito hispanohablante ha sido el periodista y escritor Juan
José Benítez, especialmente a través de su documental “Mirlo Rojo”, emitido en
2004 como parte de la serie Planeta Encantado. En este trabajo, Benítez afirma
que los astronautas del Apolo 11, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, descubrieron y
filmaron ruinas extraterrestres en el Mar de la Tranquilidad, un hallazgo que,
según él, fue ocultado por la NASA. Además, se han popularizado diversas
fotografías, muchas atribuidas a la propia NASA, que supuestamente muestran
líneas parecidas a carreteras, monolitos y estructuras artificiales. Pero, ¿qué
tan creíbles son estas afirmaciones? ¿Cuánto de verdad puede haber en todo
esto? A continuación, exploraré este tema combinando la información disponible
con un análisis razonado, buscando separar hechos de especulaciones.
Las afirmaciones de Juan José Benítez y “Mirlo Rojo”
En “Mirlo Rojo”, Benítez presenta un supuesto video de 14 minutos que muestra a astronautas explorando estructuras en ruinas en la Luna, acompañado de una narrativa que involucra a un informante anónimo, un “alto militar norteamericano” fallecido al que denomina “Mirlo Rojo”. Según Benítez, estas ruinas serían evidencia de una antigua presencia alienígena, y la NASA, junto con el gobierno estadounidense, habría destruido estas estructuras con armas nucleares tácticas para evitar el “caos” en la Tierra. La historia tiene todos los ingredientes de una conspiración emocionante: imágenes inéditas, secretos gubernamentales y un encubrimiento masivo.
Sin embargo, al analizar esta narrativa con un enfoque crítico, surgen serias dudas. En primer lugar, el video presentado en “Mirlo Rojo” fue posteriormente revelado como una recreación realizada por una empresa de animación por encargo del propio Benítez. Esto no es un dato menor: lo que se vendió como “imágenes inéditas” resultó ser una ficción, lo que socava la credibilidad de la pieza central de su argumento. Benítez ha defendido su trabajo argumentando que, aunque el video no sea real, la historia que cuenta podría serlo, basada en testimonios que él considera fiables. Pero aquí entra en juego un problema fundamental: la falta de evidencia verificable. El supuesto informante, “Mirlo Rojo”, es anónimo y, según Benítez, está muerto, lo que impide cualquier corroboración independiente. Esto es un patrón recurrente en sus obras, como en Caballo de Troya, donde también recurre a fuentes misteriosas y no comprobables.
Razonando más allá de lo que se nos presenta, si un militar de alto rango quisiera revelar un secreto de esta magnitud, ¿por qué elegiría a un periodista español conocido por su enfoque sensacionalista en lugar de una publicación de prestigio internacional como The New York Times o The Washington Post? Además, la idea de que Estados Unidos usara armas nucleares en la Luna plantea preguntas logísticas y científicas. Las explosiones nucleares dejarían rastros detectables, como niveles elevados de radiación o cráteres específicos, pero ninguna misión lunar posterior, ni las sondas enviadas por otras naciones, ha reportado tales anomalías. Esto sugiere que la historia de “Mirlo Rojo” carece de una base sólida y parece más una construcción narrativa que un hecho documentado.
Las fotografías de la NASA: ¿evidencia de estructuras artificiales?
Otro pilar de la teoría sobre ruinas lunares son las fotografías, muchas de ellas atribuidas a la NASA, que muestran supuestas anomalías: líneas que parecen carreteras, monolitos verticales y estructuras que desafían las formaciones naturales. Entre las más conocidas están las imágenes del Lunar Orbiter 2, que capturaron lo que algunos llaman los “obeliscos de Blair” en el Mar de la Tranquilidad, y otras fotos de misiones Apolo que muestran sombras o formas geométricas inusuales.
Analicemos esto con detenimiento. Las imágenes del Lunar Orbiter 2, tomadas en 1966, muestran indeed sombras alargadas que podrían interpretarse como estructuras artificiales. Sin embargo, la NASA y la mayoría de los astrónomos explican estas formas como resultado de la iluminación solar baja (el Sol estaba a solo 11 grados sobre el horizonte lunar), que exagera las sombras de formaciones rocosas naturales. La mente humana tiende a buscar patrones, un fenómeno conocido como pareidolia, lo que podría explicar por qué algunos ven “obeliscos” donde otros ven simples rocas. Además, las cámaras del Lunar Orbiter no apuntaban directamente a estas supuestas estructuras, lo que limita la claridad y deja espacio para interpretaciones subjetivas.
En cuanto a las “carreteras” y otras estructuras, muchas de estas imágenes han sido analizadas por expertos independientes. Por ejemplo, las líneas rectas podrían ser fracturas geológicas o marcas dejadas por el impacto de meteoritos, comunes en un cuerpo sin atmósfera como la Luna. Los monolitos, como el famoso “pilar” visto en algunas fotos, suelen ser rocas aisladas cuya sombra crea ilusiones ópticas. No hay evidencia de que estas formas sean artificiales, y las misiones modernas, como el Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO), que ha mapeado la Luna con una resolución sin precedentes, no han encontrado nada que sugiera construcciones hechas por una inteligencia.
Sin embargo, razonemos un paso más allá: si existieran estructuras artificiales, ¿por qué no han sido detectadas por otras naciones con programas espaciales, como Rusia, China o India? La Luna no es un secreto exclusivo de la NASA; ha sido observada por telescopios y sondas de todo el mundo. La ausencia de confirmación independiente sugiere que estas anomalías son más probablemente naturales o malinterpretadas que evidencia de ruinas.
Fenómenos Lunares Transitorios (LTP) y otras pistas
Benítez y otros defensores de las ruinas lunares a menudo citan los Fenómenos Lunares Transitorios (LTP), observaciones de luces o cambios temporales en la superficie lunar reportados desde hace siglos. Algunos especulan que podrían ser signos de actividad artificial. Sin embargo, la ciencia aún no ha explicado completamente los LTP, y las hipótesis más aceptadas apuntan a causas naturales, como escapes de gas, impactos de micrometeoritos o efectos ópticos. Vincularlos a una civilización antigua requiere un salto especulativo que no está respaldado por datos concretos.
¿Cuánto hay de verdad?
Tras examinar las afirmaciones de Benítez y las supuestas evidencias fotográficas, parece claro que la narrativa de ruinas en la Luna carece de sustento sólido. El caso de “Mirlo Rojo” se desmorona por su dependencia en un video falso y fuentes no verificables, mientras que las fotografías, aunque intrigantes, tienen explicaciones naturales más plausibles. Esto no significa que la Luna sea un lugar aburrido o que no haya misterios por resolver; simplemente, no hay pruebas convincentes de estructuras artificiales.
Sin embargo, el razonamiento nos lleva a una reflexión más amplia: la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. Si una civilización hubiera visitado la Luna hace millones de años, el paso del tiempo y los impactos de meteoritos podrían haber borrado casi todo rastro. Pero esta posibilidad, aunque fascinante, sigue siendo especulativa y no cambia el hecho de que, con lo que sabemos hoy, no hay base creíble para afirmar que existen ruinas lunares.
En conclusión, las ideas de Benítez y las interpretaciones de ciertas imágenes parecen ser más producto de la imaginación y el deseo humano de encontrar lo extraordinario que de hechos comprobables. La Luna sigue siendo un testigo silencioso de nuestra curiosidad, pero hasta que surjan pruebas más sólidas, las ruinas seguirán siendo un mito más que una realidad.
Las afirmaciones de Juan José Benítez y “Mirlo Rojo”
En “Mirlo Rojo”, Benítez presenta un supuesto video de 14 minutos que muestra a astronautas explorando estructuras en ruinas en la Luna, acompañado de una narrativa que involucra a un informante anónimo, un “alto militar norteamericano” fallecido al que denomina “Mirlo Rojo”. Según Benítez, estas ruinas serían evidencia de una antigua presencia alienígena, y la NASA, junto con el gobierno estadounidense, habría destruido estas estructuras con armas nucleares tácticas para evitar el “caos” en la Tierra. La historia tiene todos los ingredientes de una conspiración emocionante: imágenes inéditas, secretos gubernamentales y un encubrimiento masivo.
Sin embargo, al analizar esta narrativa con un enfoque crítico, surgen serias dudas. En primer lugar, el video presentado en “Mirlo Rojo” fue posteriormente revelado como una recreación realizada por una empresa de animación por encargo del propio Benítez. Esto no es un dato menor: lo que se vendió como “imágenes inéditas” resultó ser una ficción, lo que socava la credibilidad de la pieza central de su argumento. Benítez ha defendido su trabajo argumentando que, aunque el video no sea real, la historia que cuenta podría serlo, basada en testimonios que él considera fiables. Pero aquí entra en juego un problema fundamental: la falta de evidencia verificable. El supuesto informante, “Mirlo Rojo”, es anónimo y, según Benítez, está muerto, lo que impide cualquier corroboración independiente. Esto es un patrón recurrente en sus obras, como en Caballo de Troya, donde también recurre a fuentes misteriosas y no comprobables.
Razonando más allá de lo que se nos presenta, si un militar de alto rango quisiera revelar un secreto de esta magnitud, ¿por qué elegiría a un periodista español conocido por su enfoque sensacionalista en lugar de una publicación de prestigio internacional como The New York Times o The Washington Post? Además, la idea de que Estados Unidos usara armas nucleares en la Luna plantea preguntas logísticas y científicas. Las explosiones nucleares dejarían rastros detectables, como niveles elevados de radiación o cráteres específicos, pero ninguna misión lunar posterior, ni las sondas enviadas por otras naciones, ha reportado tales anomalías. Esto sugiere que la historia de “Mirlo Rojo” carece de una base sólida y parece más una construcción narrativa que un hecho documentado.
Las fotografías de la NASA: ¿evidencia de estructuras artificiales?
Otro pilar de la teoría sobre ruinas lunares son las fotografías, muchas de ellas atribuidas a la NASA, que muestran supuestas anomalías: líneas que parecen carreteras, monolitos verticales y estructuras que desafían las formaciones naturales. Entre las más conocidas están las imágenes del Lunar Orbiter 2, que capturaron lo que algunos llaman los “obeliscos de Blair” en el Mar de la Tranquilidad, y otras fotos de misiones Apolo que muestran sombras o formas geométricas inusuales.
Analicemos esto con detenimiento. Las imágenes del Lunar Orbiter 2, tomadas en 1966, muestran indeed sombras alargadas que podrían interpretarse como estructuras artificiales. Sin embargo, la NASA y la mayoría de los astrónomos explican estas formas como resultado de la iluminación solar baja (el Sol estaba a solo 11 grados sobre el horizonte lunar), que exagera las sombras de formaciones rocosas naturales. La mente humana tiende a buscar patrones, un fenómeno conocido como pareidolia, lo que podría explicar por qué algunos ven “obeliscos” donde otros ven simples rocas. Además, las cámaras del Lunar Orbiter no apuntaban directamente a estas supuestas estructuras, lo que limita la claridad y deja espacio para interpretaciones subjetivas.
En cuanto a las “carreteras” y otras estructuras, muchas de estas imágenes han sido analizadas por expertos independientes. Por ejemplo, las líneas rectas podrían ser fracturas geológicas o marcas dejadas por el impacto de meteoritos, comunes en un cuerpo sin atmósfera como la Luna. Los monolitos, como el famoso “pilar” visto en algunas fotos, suelen ser rocas aisladas cuya sombra crea ilusiones ópticas. No hay evidencia de que estas formas sean artificiales, y las misiones modernas, como el Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO), que ha mapeado la Luna con una resolución sin precedentes, no han encontrado nada que sugiera construcciones hechas por una inteligencia.
Sin embargo, razonemos un paso más allá: si existieran estructuras artificiales, ¿por qué no han sido detectadas por otras naciones con programas espaciales, como Rusia, China o India? La Luna no es un secreto exclusivo de la NASA; ha sido observada por telescopios y sondas de todo el mundo. La ausencia de confirmación independiente sugiere que estas anomalías son más probablemente naturales o malinterpretadas que evidencia de ruinas.
Fenómenos Lunares Transitorios (LTP) y otras pistas
Benítez y otros defensores de las ruinas lunares a menudo citan los Fenómenos Lunares Transitorios (LTP), observaciones de luces o cambios temporales en la superficie lunar reportados desde hace siglos. Algunos especulan que podrían ser signos de actividad artificial. Sin embargo, la ciencia aún no ha explicado completamente los LTP, y las hipótesis más aceptadas apuntan a causas naturales, como escapes de gas, impactos de micrometeoritos o efectos ópticos. Vincularlos a una civilización antigua requiere un salto especulativo que no está respaldado por datos concretos.
¿Cuánto hay de verdad?
Tras examinar las afirmaciones de Benítez y las supuestas evidencias fotográficas, parece claro que la narrativa de ruinas en la Luna carece de sustento sólido. El caso de “Mirlo Rojo” se desmorona por su dependencia en un video falso y fuentes no verificables, mientras que las fotografías, aunque intrigantes, tienen explicaciones naturales más plausibles. Esto no significa que la Luna sea un lugar aburrido o que no haya misterios por resolver; simplemente, no hay pruebas convincentes de estructuras artificiales.
Sin embargo, el razonamiento nos lleva a una reflexión más amplia: la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. Si una civilización hubiera visitado la Luna hace millones de años, el paso del tiempo y los impactos de meteoritos podrían haber borrado casi todo rastro. Pero esta posibilidad, aunque fascinante, sigue siendo especulativa y no cambia el hecho de que, con lo que sabemos hoy, no hay base creíble para afirmar que existen ruinas lunares.
En conclusión, las ideas de Benítez y las interpretaciones de ciertas imágenes parecen ser más producto de la imaginación y el deseo humano de encontrar lo extraordinario que de hechos comprobables. La Luna sigue siendo un testigo silencioso de nuestra curiosidad, pero hasta que surjan pruebas más sólidas, las ruinas seguirán siendo un mito más que una realidad.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes comentar lo que quieras pero deberías conocer antes este “Manifiesto”: https://palabrasinefables.blogspot.com/2020/09/yo-no-soy-como-tu.html