martes, 13 de mayo de 2025

Publicidad institucional: Un pilar estratégico para el éxito

(AZprensa) La publicidad institucional o corporativa, diseñada para promover la imagen, los valores y la misión de una empresa en lugar de un producto o servicio específico, es a menudo subestimada por directivos y mandos intermedios que priorizan la publicidad de productos por su impacto directo en las ventas. Sin embargo, esta percepción pasa por alto el papel estratégico de la publicidad institucional, que, aunque opera de manera indirecta y a medio o largo plazo, fortalece la reputación de la marca, genera confianza y, en última instancia, impulsa los resultados comerciales. Este artículo explora la importancia y eficacia de la publicidad institucional, destacando por qué las empresas deben invertir en ella como un componente esencial de su estrategia de comunicación.
 
¿Qué es la publicidad institucional?
 
La publicidad institucional se centra en construir y reforzar la identidad de una empresa, comunicando su propósito, valores, cultura y compromiso con sus stakeholders (clientes, empleados, inversores, comunidades). A diferencia de la publicidad de productos, que busca una conversión inmediata, la publicidad corporativa trabaja en la percepción global de la marca. Ejemplos incluyen campañas que resaltan la sostenibilidad de una empresa (como las de IKEA sobre economía circular), su responsabilidad social (como las iniciativas de Coca-Cola para el acceso al agua) o su innovación (como los anuncios de Microsoft sobre inteligencia artificial).
 
Este tipo de publicidad no vende un producto directamente, sino que "vende" la empresa como una entidad confiable, ética y relevante, creando un contexto favorable para que los productos o servicios sean mejor recibidos.
 
La importancia de la publicidad institucional
 
Construcción de reputación: La reputación es uno de los activos más valiosos de una empresa. La publicidad institucional permite moldear cómo el público percibe la marca, destacando su compromiso con valores como la sostenibilidad, la diversidad o la innovación. Por ejemplo, la campaña "Real Beauty" de Dove, aunque vinculada a productos, reforzó la imagen de la marca como defensora de la autoestima, ganando la lealtad de millones de consumidores.
 
Generación de confianza: En un entorno donde los consumidores son cada vez más escépticos, la publicidad institucional fomenta la confianza al mostrar la "cara humana" de la empresa. Campañas que destacan el impacto social, como las de Patagonia sobre conservación ambiental, crean conexiones emocionales que trascienden lo transaccional.
 
Diferenciación en el mercado: En sectores competitivos, donde los productos pueden ser similares, la publicidad institucional ayuda a diferenciar la marca. Una empresa percibida como ética o innovadora tiene ventaja sobre competidores que solo se centran en el precio o las características del producto. Por ejemplo, Apple no solo vende tecnología, sino una filosofía de diseño e innovación, reforzada por su comunicación corporativa.
 
Atracción y retención de talento: La publicidad institucional no solo se dirige a los consumidores, sino también a los empleados actuales y potenciales. Mostrar una cultura corporativa sólida y valores alineados con las nuevas generaciones ayuda a atraer talento y reducir la rotación. Google, por ejemplo, utiliza su imagen de empresa innovadora y colaborativa para posicionarse como un empleador deseado.
 
Mitigación de crisis: Una marca con una imagen sólida, construida a través de la publicidad institucional, está mejor preparada para enfrentar crisis. La confianza previa del público puede amortiguar el impacto de controversias. Un caso clásico es Johnson & Johnson, cuya reputación de responsabilidad, reforzada por décadas de comunicación corporativa, le permitió recuperar la confianza tras la crisis del Tylenol en los años 80.
La eficacia de la publicidad institucional en las ventas
 
Aunque su impacto no es inmediato como el de la publicidad de productos, la publicidad institucional influye en las ventas de manera indirecta pero significativa. Veamos algunos aspectos significativos…
 
Efecto halo: Una imagen corporativa positiva influye en la percepción de los productos. Estudios, como los realizados por el Reputation Institute, muestran que las empresas con buena reputación tienen clientes más dispuestos a comprar y recomendar sus productos. Por ejemplo, la campaña de sostenibilidad de Unilever no solo mejoró su imagen, sino que impulsó las ventas de marcas como Dove y Ben & Jerry’s, asociadas a valores éticos.
 
Lealtad del cliente: La publicidad institucional fortalece los lazos emocionales con los consumidores, aumentando la retención y el valor de vida del cliente. Marcas como Nike, con campañas que promueven la inclusión y el empoderamiento, han creado comunidades leales que eligen sus productos incluso ante opciones más económicas.
 
Ampliación del mercado: Al posicionar la empresa como líder en valores o innovación, la publicidad institucional puede abrir nuevos segmentos de mercado. Por ejemplo, las campañas de Tesla sobre movilidad sostenible han atraído a consumidores preocupados por el medioambiente, incluso antes de que probaran sus vehículos.
 
Ventaja competitiva a largo plazo: La inversión en publicidad institucional construye un capital de marca que se traduce en mayores márgenes y resistencia a las fluctuaciones del mercado. Empresas como Procter & Gamble, que combinan publicidad de productos con mensajes corporativos sobre igualdad y sostenibilidad, han mantenido un crecimiento constante gracias a su fuerte identidad de marca.

Y sin embargo, a pesar de todo esto, muchos directivos y mandos intermedios subestiman la publicidad institucional. Según argumentan, estas son las principales razones que dan para justificar su rechazo…
 
Falta de resultados inmediatos: Los directivos, presionados por objetivos a corto plazo, priorizan campañas con retornos rápidos, como promociones de productos. La publicidad institucional, cuyos efectos se ven a medio y largo plazo, puede parecer menos urgente.
 
Dificultad para medir el impacto: A diferencia de las ventas directas, el impacto de la publicidad institucional es más difícil de cuantificar. Métricas como el reconocimiento de marca o la percepción del público requieren análisis complejos, lo que lleva a algunos a subestimar su valor.
 
Percepción de "gasto innecesario": En tiempos de recortes presupuestarios, la publicidad institucional es a menudo la primera en eliminarse, vista como un "lujo" frente a la publicidad de productos, que parece más "esencial".
Cómo convencer a directivos y mandos intermedios
 
Para que los líderes empresariales reconozcan el valor de la publicidad institucional, es crucial presentar argumentos sólidos y estrategias claras:
 
Datos y casos de éxito: Mostrar estudios que correlacionen la reputación con las ventas, como los del Reputation Institute, o destacar casos como el de Patagonia, cuya facturación creció tras campañas de sostenibilidad, puede ser persuasivo. Por ejemplo, un estudio de Edelman encontró que el 64% de los consumidores eligen marcas alineadas con sus valores, un impacto que la publicidad institucional puede potenciar.
 
Enfoque en el ROI (Return on Investment o beneficio generado por cada euro invertido en publicidad) a largo plazo: Explicar que la publicidad institucional es una inversión en el capital de marca, que reduce costos de adquisición de clientes y aumenta la lealtad, ayuda a justificar el gasto. Por ejemplo, una marca con alta confianza necesita menos inversión en promociones para atraer compradores.
 
Integración con la estrategia de producto: La publicidad institucional no debe verse como independiente, sino como un complemento que potencia las campañas de productos. Por ejemplo, una campaña corporativa sobre innovación puede preparar el terreno para el lanzamiento de un nuevo producto tecnológico.
 
Medición de resultados: Proponer métricas específicas, como el Net Promoter Score (NPS), el índice de percepción de marca o el engagement en redes sociales, permite evaluar el impacto de la publicidad institucional y justificar su continuidad.
 
Gestión de riesgos: Resaltar cómo una imagen corporativa sólida protege contra crisis y aumenta la resiliencia de la empresa puede apelar a directivos preocupados por la estabilidad.

Podemos concluir, pues, que la publicidad institucional o corporativa es mucho más que un ejercicio de relaciones públicas; es una herramienta estratégica que construye reputación, confianza y lealtad, sentando las bases para el éxito comercial a largo plazo. Aunque su impacto en las ventas es indirecto, su capacidad para diferenciar la marca, conectar emocionalmente con las audiencias y mitigar riesgos la convierte en un pilar esencial para cualquier empresa. Los directivos y mandos intermedios deben reconocer que, en un mundo donde los consumidores valoran la autenticidad y los valores, la publicidad institucional no solo complementa la publicidad de productos, sino que amplifica su eficacia. Como afirmó el gurú de la comunicación Joan Costa, “la imagen de una empresa es su primera promesa al mundo”. Cumplir esa promesa a través de una publicidad institucional bien ejecutada es una inversión que toda empresa visionaria debería priorizar.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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“De la Publicidad al Periodismo”: https://www.amazon.es/dp/B0D4KHNVH4

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