martes, 22 de julio de 2025

El curioso caso de los árboles flexibles

(AZprensa) La industria papelera es tan necesaria como contaminante, por eso hace ya unas cuantas décadas, se pensó que si se reducía el contenido de lignina de los árboles (normalmente álamos y eucaliptos, que son los más empleados por esta industria) estos se volverían más flexibles, sería más fácil convertirlos en pulpa, y no se necesitarían tantos agentes contaminantes para su procesado. “Cultivar” árboles más flexibles para conseguir pulpa de una forma más ecológica, parecía una buena idea.
 
La lignina es un componente clave de la madera que le da rigidez y resistencia, pero en la industria del papel y la pulpa, es un obstáculo porque debe ser eliminada mediante procesos químicos intensivos que generan desechos y emisiones. Por esta razón, la mayoría de las investigaciones sobre árboles modificados genéticamente se han enfocado en reducir el contenido de lignina o modificar su composición para hacerla más fácil de procesar.
Por citar un ejemplo, el grupo químico multinacional ICI (Imperial Chemical Industries), junto con otras instituciones, participó en investigaciones para modificar la biosíntesis de lignina en árboles como el álamo (Populus spp.). Así, en ensayos de campo en Francia e Inglaterra en la década de 1990, se probaron álamos transgénicos con genes suprimidos (como CAD y COMT) para reducir el contenido de lignina, con el objetivo de mejorar la eficiencia de la pulpa para papel. Estos árboles mostraron una reducción de lignina sin impactos ecológicos significativos, aunque los ensayos fueron interrumpidos por protestas anti-transgénicos.
Empresas como ArborGen han trabajado en álamos y eucaliptos genéticamente modificados para reducir lignina o mejorar otras características, como resistencia al frío o a insectos. Estos proyectos son posteriores a los esfuerzos de ICI y se centran en aplicaciones industriales más que en aumentar la lignina.
 
El boicot de los ecologistas
 
Los ensayos de árboles modificados genéticamente enfrentaron resistencia pública y regulatoria, especialmente en Europa. Por ejemplo, los ensayos de álamos con lignina modificada fueron destruidos por activistas en los años 90.
 
Pero también se vio que la ingeniería genética de árboles era costosa y requería largos períodos de prueba en campo (décadas, dado el ciclo de vida de los árboles), lo que desincentivaba la inversión en comparación con métodos tradicionales de manejo forestal. Y para colmo, reducir la lignina de los árboles los hacía más flexibles, sí, pero también más vulnerables a vientos o plagas, limitando así viabilidad comercial.
 
Situación actual

Actualmente la investigación en árboles modificados genéticamente sigue buscando reducir la lignina o modificar su composición para aplicaciones como papel, biocombustibles o bioplásticos. Por ejemplo, álamos editados con CRISPR para reducir el contenido de lignina (hasta un 49% menos) y aumentar la relación celulosa-lignina han mostrado resultados prometedores en la producción de papel con menos impacto ambiental. También se están explorando bioplásticos basados en lignina, que podrían aprovechar un mayor contenido de lignina en ciertos contextos.
 
Sin embargo todas estas investigaciones se ven inmersas en un entorno adverso al tener en contra a los ecologistas, al tratarse de unos “cultivos” que hay que dejar crecer muchos años para poder “recogerlos”, a lo costoso de su investigación y procesamiento, y al incierto futuro comercial que en todo caso les aguarda. Y todo a cambio de poder trabajar mejor la madera para la obtención de su pulpa utilizando para ello menos agentes contaminantes.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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