(AZprensa) La
mortadela, ese embutido tan apreciado en mesas de todo el mundo por su textura
sedosa, su sabor ahumado y su versatilidad en bocadillos o platos fríos, no
solo deleita el paladar, sino que despierta curiosidad sobre sus raíces
lingüísticas. Este fiambre, elaborado principalmente con carne de cerdo
finamente picada, intercalada con trozos de grasa, pimienta, pistachos y
especias, tiene una historia que se remonta a la Antigua Roma. Pero, ¿de dónde
viene su nombre?
Si consultamos fuentes etimológicas, encontramos explicaciones rigurosas basadas en el latín y el italiano medieval, aunque no faltan anécdotas populares que añaden un toque de humor y folclore. En este artículo, exploramos las teorías principales sobre el origen de "mortadela" y nos permitimos incluir una explicación alternativa, posiblemente apócrifa pero encantadora, que evoca la vida rural italiana.
¿Qué es la Mortadela?
Antes de adentrarnos en la etimología, recordemos qué hace tan especial a este embutido. La mortadela es un salume (embutido curado) de gran tamaño, típico de la gastronomía italiana, aunque hoy se produce en variantes por todo el mundo. Según la Real Academia Española (RAE), se trata de un "embutido muy grueso que se hace con carne de cerdo y de vaca muy picada con tocino". Su versión más emblemática, la Mortadella Bologna, goza de Indicación Geográfica Protegida (IGP) de la Unión Europea, limitando su producción auténtica a regiones como Emilia-Romaña, Lombardía y Toscana. Se elabora machacando la carne en un mortero (o modernamente en máquinas), sazonándola con especias y cocinándola al vapor, lo que le da esa característica apariencia marmoleada y un aroma inconfundible a pimienta y nuez moscada. En países como España, México o Argentina, se consume en lonchas finas, a menudo en sándwiches o ensaladas, y su popularidad ha crecido gracias a su accesibilidad y sabor reconfortante.
Las teorías etimológicas: Del Mirto al Mortero
El nombre "mortadela" llega al español directamente del italiano mortadella, un término que ya aparece en documentos medievales de Bolonia, cuna de este embutido desde el siglo XIII. Pero su origen se hunde en el latín clásico, y aquí surgen dos hipótesis principales, debatidas por lingüistas y gastrónomos.
La primera teoría, respaldada por el Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas y José Antonio Pascual, vincula la palabra al mirto (myrtus en latín), una planta aromática cuyas bayas se usaban como condimento en la Antigua Roma. Plinio el Viejo, en su Historia Natural (siglo I d.C.), menciona embutidos aderezados con mirto, denominados farcimen murtatum o myrtatum, es decir, "relleno con mirto". De este adjetivo participial (murtatum, "adobado con mirto") habría surgido un diminutivo femenino murtatella ("pequeña porción adobada con mirto"), que evolucionó fonéticamente a mortadella en el italiano vulgar. Esta explicación encaja perfectamente con la tradición romana de aromatizar carnes curadas, ya que el mirto aportaba un toque amargo y perfumado similar a la pimienta, escasa en esa época.
La segunda hipótesis, más mecánica y menos aromática, deriva mortadella del latín mortarium, que significa "mortero", esa herramienta de piedra o madera donde se machacaba la carne para obtener la pasta fina característica del embutido. En la elaboración tradicional, la carne se "martilleaba" en el mortero hasta lograr una textura homogénea, de ahí el nombre. Esta teoría es defendida por fuentes como la Wikipedia y sitios especializados en gastronomía, y se alinea con el proceso artesanal descrito en tratados medievales italianos.
Ambas explicaciones coexisten, y es posible que el término haya fusionado elementos de las dos: un embutido machacado (mortarium) y sazonado con mirto (murtatum). Estas raíces latinas explican por qué la mortadela se extendió por Europa durante el Renacimiento, llegando a España vía el comercio mediterráneo y convirtiéndose en un staple de la charcutería ibérica.
Una explicación alternativa: La leyenda de "Morta Adela"
Sin embargo, no todo en la etimología es academia; el folclore también tiene su voz. Una anécdota popular, posiblemente nacida en las tertulias de tabernas o como chiste campesino, ofrece una versión más humana y trágica del origen del nombre. Imagina una humilde familia italiana en el campo, a finales del siglo XIX o principios del XX, en las colinas de Emilia-Romaña. Poseían una mula fiel llamada Adela, indispensable para arar los campos y transportar cargas. Adela era más que un animal: era una compañera leal, "muy buena y trabajadora", que había envejecido al servicio de la familia. Un amanecer, tras años de dura labor, amaneció muerta en el establo. El dolor fue inmediato y colectivo. Los miembros de la familia, desde el abuelo hasta los niños, se pasaban la noticia con exclamaciones ahogadas: "¡Morta Adela! ¡Adela morta! ¡Morta Adela!". En italiano, morta significa "muerta", y el lamento se repetía como un eco en la casa de labriegos pobres, donde cada recurso contaba.
¿Qué hacer con el cuerpo? Desperdiciarlo no era opción. Inspirados por la necesidad —y quizás por antiguas recetas de aprovechamiento de carnes—, decidieron saltear la carne de la mula, picarla finamente, aderezarla con lo que tenían (pimienta del mercado, grasa de cerdo y hierbas silvestres) y curarla al estilo de los embutidos locales. El resultado fue sorprendentemente sabroso: un fiambre tierno y jugoso que, en honor a la difunta, bautizaron como mortadela. "¡Qué bueno este morta Adela embutido!", dirían entre bocados, transformando el duelo en deleite.
Esta historia, aunque no aparece en diccionarios etimológicos serios, resuena con el ingenio popular italiano y el uso histórico de carnes no porcinas en tiempos de escasez (incluso hoy, algunas mortadelas incluyen ternera o caballo). Podría ser una etimología folclórica, similar a las leyendas urbanas que explican nombres de platos como el "hot dog" (por su forma de perrito). ¿Fue cierta? No hay documentos que lo confirmen, pero ilustra cómo la pobreza y la creatividad han moldeado la gastronomía: de la muerte de una mula a un embutido global.
Un nombre con sabor a historia
En cualquier caso, ya sea del mirto perfumado de los romanos, del golpe seco del mortero o del lamento por una mula querida, el origen de "mortadela" nos recuerda que la lengua y la comida están tejidas de tradición, necesidad y un toque de misterio. Hoy, mientras cortamos una loncha de este rico embutido —quizás en un sándwich con queso o en una tabla de fiambres—, podemos sonreír ante sus múltiples pasados. Si la próxima vez que la pruebes, evocas a Adela trotando por los campos, habrás honrado no solo su sabor, sino la vitalidad de las historias que nos unen a la mesa. ¿Cuál teoría prefieres? La próxima vez que busques en Google, añade esta leyenda para redondear el banquete.
Si consultamos fuentes etimológicas, encontramos explicaciones rigurosas basadas en el latín y el italiano medieval, aunque no faltan anécdotas populares que añaden un toque de humor y folclore. En este artículo, exploramos las teorías principales sobre el origen de "mortadela" y nos permitimos incluir una explicación alternativa, posiblemente apócrifa pero encantadora, que evoca la vida rural italiana.
¿Qué es la Mortadela?
Antes de adentrarnos en la etimología, recordemos qué hace tan especial a este embutido. La mortadela es un salume (embutido curado) de gran tamaño, típico de la gastronomía italiana, aunque hoy se produce en variantes por todo el mundo. Según la Real Academia Española (RAE), se trata de un "embutido muy grueso que se hace con carne de cerdo y de vaca muy picada con tocino". Su versión más emblemática, la Mortadella Bologna, goza de Indicación Geográfica Protegida (IGP) de la Unión Europea, limitando su producción auténtica a regiones como Emilia-Romaña, Lombardía y Toscana. Se elabora machacando la carne en un mortero (o modernamente en máquinas), sazonándola con especias y cocinándola al vapor, lo que le da esa característica apariencia marmoleada y un aroma inconfundible a pimienta y nuez moscada. En países como España, México o Argentina, se consume en lonchas finas, a menudo en sándwiches o ensaladas, y su popularidad ha crecido gracias a su accesibilidad y sabor reconfortante.
Las teorías etimológicas: Del Mirto al Mortero
El nombre "mortadela" llega al español directamente del italiano mortadella, un término que ya aparece en documentos medievales de Bolonia, cuna de este embutido desde el siglo XIII. Pero su origen se hunde en el latín clásico, y aquí surgen dos hipótesis principales, debatidas por lingüistas y gastrónomos.
La primera teoría, respaldada por el Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas y José Antonio Pascual, vincula la palabra al mirto (myrtus en latín), una planta aromática cuyas bayas se usaban como condimento en la Antigua Roma. Plinio el Viejo, en su Historia Natural (siglo I d.C.), menciona embutidos aderezados con mirto, denominados farcimen murtatum o myrtatum, es decir, "relleno con mirto". De este adjetivo participial (murtatum, "adobado con mirto") habría surgido un diminutivo femenino murtatella ("pequeña porción adobada con mirto"), que evolucionó fonéticamente a mortadella en el italiano vulgar. Esta explicación encaja perfectamente con la tradición romana de aromatizar carnes curadas, ya que el mirto aportaba un toque amargo y perfumado similar a la pimienta, escasa en esa época.
La segunda hipótesis, más mecánica y menos aromática, deriva mortadella del latín mortarium, que significa "mortero", esa herramienta de piedra o madera donde se machacaba la carne para obtener la pasta fina característica del embutido. En la elaboración tradicional, la carne se "martilleaba" en el mortero hasta lograr una textura homogénea, de ahí el nombre. Esta teoría es defendida por fuentes como la Wikipedia y sitios especializados en gastronomía, y se alinea con el proceso artesanal descrito en tratados medievales italianos.
Ambas explicaciones coexisten, y es posible que el término haya fusionado elementos de las dos: un embutido machacado (mortarium) y sazonado con mirto (murtatum). Estas raíces latinas explican por qué la mortadela se extendió por Europa durante el Renacimiento, llegando a España vía el comercio mediterráneo y convirtiéndose en un staple de la charcutería ibérica.
Una explicación alternativa: La leyenda de "Morta Adela"
Sin embargo, no todo en la etimología es academia; el folclore también tiene su voz. Una anécdota popular, posiblemente nacida en las tertulias de tabernas o como chiste campesino, ofrece una versión más humana y trágica del origen del nombre. Imagina una humilde familia italiana en el campo, a finales del siglo XIX o principios del XX, en las colinas de Emilia-Romaña. Poseían una mula fiel llamada Adela, indispensable para arar los campos y transportar cargas. Adela era más que un animal: era una compañera leal, "muy buena y trabajadora", que había envejecido al servicio de la familia. Un amanecer, tras años de dura labor, amaneció muerta en el establo. El dolor fue inmediato y colectivo. Los miembros de la familia, desde el abuelo hasta los niños, se pasaban la noticia con exclamaciones ahogadas: "¡Morta Adela! ¡Adela morta! ¡Morta Adela!". En italiano, morta significa "muerta", y el lamento se repetía como un eco en la casa de labriegos pobres, donde cada recurso contaba.
¿Qué hacer con el cuerpo? Desperdiciarlo no era opción. Inspirados por la necesidad —y quizás por antiguas recetas de aprovechamiento de carnes—, decidieron saltear la carne de la mula, picarla finamente, aderezarla con lo que tenían (pimienta del mercado, grasa de cerdo y hierbas silvestres) y curarla al estilo de los embutidos locales. El resultado fue sorprendentemente sabroso: un fiambre tierno y jugoso que, en honor a la difunta, bautizaron como mortadela. "¡Qué bueno este morta Adela embutido!", dirían entre bocados, transformando el duelo en deleite.
Esta historia, aunque no aparece en diccionarios etimológicos serios, resuena con el ingenio popular italiano y el uso histórico de carnes no porcinas en tiempos de escasez (incluso hoy, algunas mortadelas incluyen ternera o caballo). Podría ser una etimología folclórica, similar a las leyendas urbanas que explican nombres de platos como el "hot dog" (por su forma de perrito). ¿Fue cierta? No hay documentos que lo confirmen, pero ilustra cómo la pobreza y la creatividad han moldeado la gastronomía: de la muerte de una mula a un embutido global.
Un nombre con sabor a historia
En cualquier caso, ya sea del mirto perfumado de los romanos, del golpe seco del mortero o del lamento por una mula querida, el origen de "mortadela" nos recuerda que la lengua y la comida están tejidas de tradición, necesidad y un toque de misterio. Hoy, mientras cortamos una loncha de este rico embutido —quizás en un sándwich con queso o en una tabla de fiambres—, podemos sonreír ante sus múltiples pasados. Si la próxima vez que la pruebes, evocas a Adela trotando por los campos, habrás honrado no solo su sabor, sino la vitalidad de las historias que nos unen a la mesa. ¿Cuál teoría prefieres? La próxima vez que busques en Google, añade esta leyenda para redondear el banquete.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“El cine y el misterio”: https://www.amazon.es/dp/B0DJF3M3ZW


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