lunes, 3 de noviembre de 2025

Nyamuragira: El gigante que nunca duerme

(AZprensa) En el corazón del Valle del Rift de África Oriental, donde la tierra parece romperse en un eterno parto geológico, se erige Nyamuragira, un coloso basalto que desafía la noción misma de estabilidad. A 25 kilómetros al norte del lago Kivu y apenas 13 kilómetros al noroeste de su hermano más famoso, el Nyiragongo, este volcán en escudo –similar a los de Hawái por su forma ancha y suave– es el más activo del continente africano. 

Con una altitud de 3.058 metros y un volumen estimado en 500 kilómetros cúbicos, Nyamuragira no es solo un pico imponente; es un motor de destrucción y creación que ha moldeado el paisaje del este de la República Democrática del Congo (RDC) durante milenios.
Su cima truncada por una caldera de 2 por 2,3 kilómetros, con paredes de hasta 100 metros de altura, alberga un lago de lava persistente desde al menos 1921, aunque se drenó temporalmente en 1938 durante una erupción mayor.
Este cráter no es un remanso de paz: es un hervidero de magma que hierve a temperaturas de hasta 1.100 °C, expulsando flujos de lava fluidos y efusivos en estilo hawaiano, con erupciones que se producen, en promedio, cada dos años.
 
Sus flujos han cubierto más de 1.500 km² de la rama occidental del Rift Africano Oriental, fertilizando suelos con minerales ricos pero también sepultando aldeas enteras bajo ríos de fuego negro.
Una Historia Escrita en Lava y CenizasLa crónica eruptiva de Nyamuragira es un catálogo de furia contenida. La primera erupción documentada data de 1865, pero desde entonces ha registrado al menos 66 eventos, muchos de ellos prolongados y destructivos.
En 1977, un flujo de lava descendió a velocidades récord de hasta 60 km/h, recordando la letal erupción de su vecino Nyiragongo ese mismo año, que mató a 50 personas en las aldeas de Kibati y Moniki.
Los años 2000 trajeron un pico de actividad. En julio de 2002, tras meses de enjambres sísmicos, Nyamuragira escupió lava desde fisuras en su flanco sur-sureste, produciendo nubes de ceniza que se extendieron cientos de kilómetros hacia el oeste, afectando la salud de comunidades en Masisi y contaminando cultivos con lluvia ácida.
La erupción de enero de 2010, la más intensa desde 2006, generó flujos que amenazaron a chimpancés en el Parque Nacional de Virunga, aunque no alcanzaron asentamientos humanos directos.
En 2011, una nueva fisura alineada este-oeste a 10 km del cráter principal liberó lava durante meses, visible desde Goma como un río de fuego nocturno.
Entre 2014 y 2016, el lago de lava en la cima bulló con intensidad, acompañado de emisiones de dióxido de azufre (SO) masivas –hasta 125-140 kilotoneladas en una sola pluma en 2002–, contribuyendo significativamente al calentamiento global y la acidificación de la atmósfera regional.
Más recientemente, en mayo de 2023, se reportaron anomalías térmicas, efusiones de lava y sismos, señales de una actividad subterránea que persiste.

El rugido actual: Erupción desde Julio de 2024

Hoy, Nyamuragira no da tregua. Imágenes satelitales de la NASA, capturadas en septiembre de 2024, revelan actividad eruptiva continua desde julio: tres flujos de lava hacia el noroeste, oeste y suroeste, con anomalías térmicas que brillan como píxeles amarillos en infrarrojo térmico.
En enero de 2025, un enjambre sísmico azotó el volcán del 23 al 27, con un flujo de lava de 890 metros en el flanco oeste visible el 31 de enero.
Febrero trajo más temblores de largo período, conectados a la fractura que une Nyamuragira con Nyiragongo, y emisiones de vapor que iluminan la caldera con un resplandor rojizo, visible incluso desde Goma.
El Observatorio Volcanológico de Goma (OVG) mantiene el nivel de alerta en naranja, monitoreando sismos, emisiones de gas y deformaciones del suelo.
"Nyamuragira es como un pulmón hiperactivo de la Tierra: exhala cenizas y lava, pero también enriquece el suelo para la agricultura", explica Dario Tedesco, vulcanólogo de la ONU, en un informe reciente.
 
Sin embargo, en un país ya azotado por conflictos armados y pobreza extrema –donde el 70% de la población de Goma vive en precariedad–, cada erupción agrava la crisis humanitaria.
 
Amenazas y Legado: Entre el peligro y la fertilidad
 
Las erupciones de Nyamuragira no suelen ser explosivas, pero sus flujos de lava fluidos pueden recorrer decenas de kilómetros, amenazando fauna como los gorilas de montaña en Virunga –aunque no directamente en esta fase actual– y contaminando el aire con SO, que causa lluvias ácidas y problemas respiratorios.
En 2002, la ceniza cubrió 800 km², afectando pastizales y ganado.
Hoy, con el cambio climático amplificando la inestabilidad del Rift, expertos advierten de riesgos crecientes para los 1,5 millones de habitantes de Goma, a solo 30 km de distancia.
Aun así, Nyamuragira es un benefactor ambiguo. Sus lavas basálticas altas en potasio enriquecen los suelos volcánicos, sosteniendo la agricultura en una región donde el 80% de la población depende de ella. "Es el precio de la vida aquí: fuego que quema y fuego que nutre", resume un guardabosques del Parque de Virunga, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.En un Congo fracturado por décadas de guerra, Nyamuragira nos recuerda la fragilidad de nuestra coexistencia con la naturaleza. Mientras su lago de lava burbujea en la oscuridad, el mundo vigila –y el volcán, impasible, sigue su ritmo eterno. ¿Cuánto tiempo más antes de que despierte de nuevo? Solo la tierra lo sabe.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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