domingo, 9 de marzo de 2025

La muerte que no entendemos

(AZprensa) Todos sabemos que vamos a morir aunque la mayoría de la gente cierre conscientemente los ojos a esa realidad tratando de ignorarla. Cuando la muerte llega a un ser querido, sentimos la pena del egoísmo porque ya no estará con nosotros sin reparar en que esa persona querida que se ha marchado va a estar mucho mejor y más feliz a partir de ese momento. Cuando alguien llega a la vejez, quieras que no se va acostumbrando a ese día cercano del adiós aunque –sin saber por qué- desea que esté lo más lejos posible. Siendo viejo, los demás dirán “bueno, es que ya tenía muchos años” y esa certeza mitigará su dolor. Pero ¿qué pasa cuando quien muere es una persona joven? Aquí el trauma es mayor porque todos pensamos que tenía “mucha vida por delante y mucho que hacer”, sin reparar en que quizás ya había cumplido en esos pocos años la misión terrenal que se le había encomendado. Y voy a dar un paso más: ¿qué pasa cuando quien muere es un niño? Aquí ya no hay respuestas y por eso no las voy a dar… sólo recordar la certeza de que a fin de cuentas van a estar mejor allí que aquí.
 
Y hoy me he puesto a divagar sobre todo esto al recordar la muerte de una niña de siete años, compañera de juegos de mi nieta en el parque a la salida del colegio. ¿Qué se puede decir ante esa muerte? O mejor, ¿qué se puede sentir ante esa muerte? Yo lo he reflejado así, sobre todo recordando las cosas que ella me contaba, cómo estaba aprendiendo a tocar el ukelele, cómo le gustaban los minerales y aprender tantas cosas de la vida… Pero se fue y nos hemos tenido que contentar con su recuerdo:
 
UN UKELELE EN EL CIELO
 
Llegó un día de Navidad.
¡Tenía que ser ese día!
Era luz, pura y divina
tomando forma en la Tierra
para acercarse a nosotros
y mostrarnos el camino
a la vida verdadera.
 
Con su ejemplo en siete años
ha de bastar, si es que vemos
más allá de la materia.
Nos duele perder amigos,
más aún padres e hijos,
y sin embargo nos vamos
sin que lo hayamos pedido.
 
Dirán que era una niña,
que tenía por delante
mil proyectos en su vida,
pero se fue de nosotros
dejándonos como herencia
su bondad y su sonrisa.
 
Para eso vino, para decirnos
que olvidemos nuestras riñas,
nuestro afán por este mundo
olvidando que la vida
es lo que espera después,
es lo que Sandra respira
desde hoy, en armonía.
 
A la orquesta celestial
llega una nueva solista,
su ukelele sonará
desde hoy en la memoria
de quienes tuvimos la suerte
de compartir su alegría.
 
(En recuerdo de mi amiga Sandra Pino. Apenas tenía siete años…)
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
Hay algo más ahí fuera y no somos capaces de captar las señales que nos envía…
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