(AZprensa)
La combinación del agua y el calor, propia del verano y de los baños en las
piscinas, trae consigo la aparición de una serie de complicaciones relacionadas
con el oído, entre las que destacan las otitis externas. Las cifras revelan que
el 84% de este tipo de otitis, también conocida como “otitis del nadador”,
alcanza su mayor incidencia durante esta época del año.
La
otitis externa es una afección frecuente que puede darse en todos los grupos de
edad, siendo poco habitual entre menores de 2 años y alcanzando su punto máximo
entre los 7-14 años, puesto que las visitas a las piscinas son más frecuentes.
Así, se estima que el 10% de la población la desarrollará alguna vez a lo largo
de su vida, y el 95% de los casos serán agudos.
Entre
las causas más habituales, cabe destacar la transmisión de bacterias u hongos
que se encuentran en el agua y que entran en contacto con el conducto auditivo
al sumergir la cabeza durante un largo periodo de tiempo. En casos más leves,
la piel interna del oído se muestra rojiza y el paciente nota cierto dolor, que
puede ir acompañado de la aparición de un líquido claro. En casos más graves,
las molestias en el oído son mayores, la zona rojiza intensifica su color y se
puede producir una ligera pérdida auditiva.
“Es
importante tener en cuenta que, en el mar, la presencia de algas, arena y
cuerpos extraños que puedan ingresar en el oído favorece la formación de
cerumen y la creación de tapones que aumentan el crecimiento bacteriano
responsable de la otitis. En el caso de las piscinas, la concentración excesiva
de cloro y un PH inadecuado favorecen la inflamación del conducto auditivo. No
obstante, en cualquiera de los casos, si los baños son prolongados y hay un
exceso de humedad en el oído externo que no se seca, también podría provocar
una otitis”, comenta Julio Rodrigo Dacosta, director general de MED-EL España y
Portugal.
Factores
de riesgo y signos de alarma
Hay
una serie de factores de riesgo que favorecen la aparición de otitis externa
durante la temporada estival, tales como la humedad ambiental, temperatura
elevada, sudoración excesiva, contaminación de las aguas o ausencia de cerumen
en el conducto auditivo por limpieza excesiva del mismo.
Por
ello, es importante aprender a detectar los signos de alarma, tales como la
picazón o la sensación de tener la oreja taponada, puesto que, en el peor de
los casos, puede llegar a producir pérdida auditiva, ya que tal y como señala
la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi el 60% de las pérdidas
auditivas en niños se debe a esta causa.
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