sábado, 19 de julio de 2025

Una historia con mucho tomate

(AZprensa) El tomate procesado (latas de tomate frito, procesado, kétchup, salsas, etc.) tiene un mercado realmente importante dentro del sector de alimentación. Sin embargo, desde que se recoge el tomate de su plantación hasta que finalmente se envasa, transcurren muchos días (transporte, almacenamiento, procesado…) y esto obliga a que haya que recolectar los tomates cuando aún están verdes, antes de que maduren. De esta forma, irán “madurando” por el camino hasta su procesado final. Está claro que no es lo mismo el sabor de un tomate madurado en el campo que uno que ha recolectado verde y ha ido madurando en un largo trasiego de kilómetros, trasvases y procesos y días. Tú mismo puedes hacer la prueba y comer cualquier fruto cogido directamente por ti del árbol o de la planta y comprobar cómo sabe mejor que el que compras en el supermercado.
 
Así que un buen día, a unos investigadores se les ocurrió la idea de modificar unos genes del tomate para que aguantase maduro, en su pleno esplendor, muchos más días. De esta forma se podría recolectar cuando estuviese maduro y no antes, y aguantar en perfectas condiciones todos los días que transcurres hasta que se introduce como kétchup en un bote o como frito o triturado en una lata.
 
La idea era genial y la posibilidad real, pero… ¡ojo! había en todo este proceso unas palabras malditas: “modificación genética”.
 
Por eso he querido indagar en esta historia que –como veréis- tienen “mucho tomate” tanto en sentido literal como figurado…
 
Contexto del tomate transgénico de ICI
 
El grupo químico multinacional ICI (Imperial Chemical Industries), a través de su división de biociencias (que más tarde se convirtió en Zeneca), trabajó en los años 80 y 90 en la modificación genética de tomates para mejorar su vida útil postcosecha. El objetivo era retrasar el proceso de ablandamiento (softening) durante la maduración, lo que permitía recolectar los tomates en un estado más maduro, preservando su sabor y calidad, mientras soportaban el transporte y el procesamiento industrial.
 
La tecnología utilizada era similar a la del tomate Flavr Savr, que introdujo un gen antisentido para inhibir la producción de poligalacturonasa (PG), una enzima responsable del ablandamiento de la pared celular del tomate durante la maduración. Esto resultaba en un tomate con una vida útil extendida, ideal para productos procesados como pasta de tomate o tomate triturado enlatado.
 
Don Grierson, un científico destacado en el campo de la biotecnología vegetal, participó en la investigación de este tomate transgénico para Zeneca, enfocándose en la manipulación genética para reducir la actividad de la poligalacturonasa.
Comercialización en el Reino Unido:
 
Entre 1996 y 1999, Zeneca comercializó una pasta de tomate hecha con estos tomates transgénicos en el Reino Unido, que se vendió en importante cadenas de supermercados como Sainsbury’s y Safeway. Este producto, claramente etiquetado como transgénico, era un 20% más barato que la pasta de tomate convencional debido a la eficiencia en la producción (menor desperdicio por ablandamiento y mejor rendimiento en el procesamiento). Se vendieron 1.8 millones de latas durante este período, y en un momento dado, la pasta transgénica superó en ventas a la convencional.
Sin embargo, las ventas cayeron drásticamente en el otoño de 1998 debido a un cambio en la percepción pública sobre los alimentos transgénicos, impulsado por campañas de activistas, atención mediática y un incidente notable en el Reino Unido: el caso de Árpád Pusztai, un científico que afirmó (sin pruebas concluyentes) que las patatas transgénicas causaban daños en ratas de laboratorio. Esto generó una reacción pública negativa hacia los transgénicos en general, afectando productos como la pasta de tomate de Zeneca que, a finales de los años 90 dejó de comercializarse debido a la caída en las ventas y la oposición a los organismos genéticamente modificados (OGM). En España, al igual que en muchos otros países, nunca llegó a estar comercializado si bien la empresa de semillas SES Ibérica contribuyó a los estudios sobre este tomate a través de campos de experimentación debidamente controlados para evitar cualquier interferencia con tierras y cultivos vecinos.

Razones por las que el proyecto no prosperó
 
Oposición pública y mediática: A finales de los años 90, la controversia sobre los OGM creció en Europa, especialmente en el Reino Unido. El incidente de Pusztai y las campañas anti-transgénicos llevaron a Sainsbury’s y Safeway a comprometerse a eliminar ingredientes transgénicos de sus productos de marca propia, lo que afectó directamente la comercialización de la pasta de tomate de Zeneca.

Limitaciones técnicas: Aunque el tomate transgénico de Zeneca tenía una vida útil mejorada, no resolvía completamente los problemas de firmeza necesarios para la recolección mecánica, un desafío similar al enfrentado por el Flavr Savr. Esto limitaba su ventaja competitiva frente a variedades convencionales mejoradas mediante cruzamiento tradicional.

Regulaciones y mercado: La Unión Europea impuso regulaciones más estrictas sobre los OGM, y la percepción negativa de los consumidores llevó a un declive en la demanda de productos transgénicos. Esto desincentivó la inversión en este tipo de tecnologías.
 
Competencia con variedades tradicionales: En España, la industria del tomate para procesamiento (como en Extremadura, que produce el 48% de las exportaciones de tomate enlatado del país) se benefició de mejoras en variedades convencionales, como las “long life” con el gen Mi para resistencia a nematodos. Estas variedades, desarrolladas mediante cruzamiento tradicional, ofrecían una vida útil prolongada sin la controversia de los transgénicos.

Y es que en España, la industria del tomate para procesamiento ha prosperado gracias a variedades convencionales y técnicas de mejora genética no transgénica, como las coordinadas por la “Mesa del Tomate” en Extremadura, que han aumentado los rendimientos agrícolas de 90 a 100 toneladas por hectárea desde 2001. Además, proyectos como el Biocopac han aprovechado subproductos del tomate (como pieles) para aplicaciones innovadoras, como barnices para envases metálicos.

Aunque los tomates transgénicos como el Flavr Savr y el de Zeneca fueron pioneros, la investigación actual se centra más en técnicas de edición genética (como CRISPR) y variedades tradicionales de larga vida útil, como las landraces mediterráneas “Corbarino” y “Lucariello”, que ofrecen una vida útil de 5 a 12 meses sin modificaciones genéticas.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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