viernes, 4 de julio de 2025

El ocaso del periodismo: De notarios de la actualidad a asalariados del poder

(AZprensa) Hubo un tiempo en que el periodismo era sinónimo de valentía, independencia y compromiso con la verdad. Los periodistas, como "notarios de la actualidad", documentaban los hechos con rigor, destapaban escándalos y desafiaban al poder en nombre del interés público. El periodismo de investigación era un pilar de la democracia, capaz de derribar cortinas de humo y exponer las corruptelas de los poderosos. Sin embargo, en 2025, el panorama periodístico ha cambiado drásticamente. Los medios de comunicación, en muchos casos, se han convertido en instrumentos del poder, obedeciendo directrices gubernamentales, silenciando escándalos y atacando a los pocos periodistas que aún luchan por la verdad.
 
El ideal perdido: el periodista como guardián de la verdad
 
Hace unas décadas, el periodismo era una profesión de riesgo y prestigio. Figuras como Carl Bernstein y Bob Woodward, con el caso Watergate, o los reporteros que investigaron los Papeles del Pentágono, encarnaban el ideal del periodista como defensor de la verdad. En España, nombres como José María García o Jesús Cacho se asociaban con un periodismo combativo que no temía enfrentarse al poder, ya fueran gobiernos, empresas o instituciones. Los medios, aunque no exentos de sesgos, competían por destapar la verdad, y los periodistas compartían un frente común: informar a los ciudadanos con hechos verificables, sin importar a quién incomodaran.
 
El periodismo de investigación era entonces una herramienta poderosa. Desde la corrupción urbanística hasta los abusos de poder, los reporteros dedicaban meses a recabar pruebas, entrevistar fuentes y publicar reportajes que podían cambiar el rumbo de la política o la sociedad. Los ciudadanos confiaban en los medios como un contrapeso al poder, y el cuarto poder cumplía su función de vigilar a los otros tres.
 
La sumisión al poder: un periodismo domesticado
 
Hoy, en 2025, este ideal parece una reliquia. La mayoría de los grandes medios de comunicación han perdido su independencia, convirtiéndose en altavoces de los gobiernos o de los intereses corporativos que los financian. En muchos países, incluidos los democráticos, los medios reciben directrices explícitas o implícitas sobre los temas a tratar, los enfoques a adoptar y los escándalos a silenciar. En España, por ejemplo, se han documentado casos en los que gobiernos autonómicos y nacionales han presionado a medios a través de subvenciones, contratos publicitarios o acceso privilegiado a información, creando una relación de dependencia que sofoca la libertad de prensa.
 
Esta sumisión se manifiesta de varias formas. Los medios a menudo evitan investigar casos de corrupción que implican al gobierno en el poder, minimizando o directamente ignorando escándalos que, en otras épocas, habrían dominado los titulares. Cuando surgen acusaciones graves, como malversación de fondos o abuso de poder, muchos medios optan por el silencio o por desviar la atención hacia temas menos comprometedores. Este fenómeno no es exclusivo de un país o una ideología: desde Europa hasta América Latina, los medios han aprendido a "jugar el juego" del poder, priorizando su supervivencia económica sobre su deber ético.
El ataque a los disidentes: una traición al gremio
 
Uno de los aspectos más alarmantes del periodismo actual es la hostilidad hacia los pocos periodistas que aún practican el oficio con independencia. En lugar de apoyarlos, muchos medios, convertidos en asalariados del poder, atacan sin piedad a estos profesionales. En las redes sociales y en programas de televisión, se ridiculiza, desacredita o incluso difama a quienes investigan temas incómodos. Este fenómeno es inédito: jamás se había visto que periodistas traicionaran a sus propios colegas con tal vehemencia, actuando como guardianes del statu quo en lugar de aliados en la búsqueda de la verdad.
 
Por ejemplo, en España, periodistas que han destapado casos de corrupción ligados a partidos en el poder han sido acusados de "desestabilizar el país" o de "servir a intereses extranjeros". En lugar de debatir los hechos, los medios alineados con el gobierno recurren a campañas de desprestigio, cuestionando la integridad de estos reporteros sin abordar las pruebas que presentan. Este comportamiento arrincona a los periodistas independientes e intimida a otros que podrían considerar seguir su ejemplo.
 
La negación de la verdad: un periodismo sin rectificación
 
Quizá el aspecto más grave de esta crisis es la negativa de muchos medios a rectificar cuando la verdad sale a la luz. En el pasado, un medio que publicaba información errónea o sesgada podía perder credibilidad si no corregía sus errores. Hoy, sin embargo, la repetición de narrativas falsas, incluso después de ser desmentidas, se ha convertido en una práctica común. Los medios, alineados con el poder, prefieren mantener una mentira conveniente antes que admitir un error que pueda beneficiar a sus adversarios políticos o debilitar su posición económica.
 
Este fenómeno se ve amplificado por las redes sociales, donde los algoritmos premian la polarización y la desinformación. Los medios, en lugar de contrarrestar esta tendencia, la alimentan, repitiendo consignas que saben falsas porque sirven a una agenda. En 2025, la confianza en los medios ha caído a mínimos históricos: según encuestas recientes, como la del Pew Research Center, solo un 16% de los ciudadanos en países occidentales confía plenamente en las noticias, un desplome respecto al 50% de hace 50 años.
 
Un contraste con el pasado
 
Hace 50 años, en los años 70, el periodismo vivía una edad dorada. Los medios, aunque imperfectos, competían por la primicia y la verdad, no por complacer al poder. Los periodistas arriesgaban sus carreras, y a veces sus vidas, para exponer abusos. En España, durante la Transición, el periodismo jugó un papel crucial en la consolidación de la democracia, destapando casos de corrupción y dando voz a una sociedad en cambio. Hoy, en cambio, muchos medios actúan como departamentos de comunicación de los gobiernos, repitiendo sus mensajes y silenciando las voces disidentes.
 
En un mundo donde la verdad es más valiosa que nunca, el periodismo debería volver a ser el notario de la actualidad, no el asalariado del poder. De lo contrario, no solo perderemos la libertad de prensa, sino la esencia misma de la democracia y nuestra propia libertad.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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