(AZprensa) Se puede quitar el dolor sin necesidad de
tomar analgésicos… o más bien, se puede potenciar la eficacia de un analgésico
simplemente mostrando nuestro lado más humano. Como dice un personaje de la
novela “Castidad y rock and roll”: “El dolor es pensar en nosotros mismos”. Y
es cierto, porque cuando conseguimos focalizar nuestra atención en otro asunto,
el dolor parece remitir.
Siguiendo con esa novela, transcribo aquí un párrafo de
la misma que muestra cómo haciendo compañía a quien sufre, conversando con
ellos y dirigiendo la conversación hacia otros temas diferentes al propio
dolor, se consigue ese efecto milagroso.
Mira cómo se narra en esta novela y después trata de
seguir el ejemplo en tu vida diaria cuando tengas la oportunidad de aliviar el
dolor o la pena de algún ser cercano…
“...
- ¿Te encuentras bien? –le preguntó Eloy.
- Me duele mucho –susurró Marianne.
Ella le explicó que le había vuelto ese dolor que no se apartaba casi nunca desde el día del accidente y que se había tomado el analgésico que le habían recetado para estos casos. No le quedaba más remedio que aguantar y esperar media hora o una hora hasta que el dolor hubiese remitido. Eloy se sentó junto a ella para hacerle compañía y comenzó a hablarle en voz baja.
- ¿Sabes? Las esperas siempre se hacen más llevaderas cuando se está acompañado, así que si quieres puedo estar contigo hasta que se te pase...
Marianne no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Aquél nuevo amigo, al que acababa de conocer apenas unos días atrás, estaba pendiente de ella, se interesaba por ella, y no pedía nada a cambio, “quizás porque aún no sabe que no tiene nada que hacer conmigo”, pensó. Le extrañaba aquella muestra de amistad puesto que –con excepción de su familia- las demás personas que habían pasado por su vida desaparecían tan pronto le surgía a ella algún problema. Los ojos verdes de Marianne se posaron en los ojos de Eloy, pidiéndole sin palabras que siguiese allí junto a ella, que no la abandonase. Y Eloy continuó hablándole:
- ¿Sabes? Hay mucha gente que te quiere. Tus padres siempre están pendientes de ti, igual que tu abuela... –“¿cómo sabrá este que tengo abuela?”, pensó Marianne- ...y también te quiere mucho tu hermano Nils...
Marianne pegó un respingo y exclamó:
- ¿Cómo sabes que tengo un hermano que se llama Nils?
- He estado con él esta tarde.
..."
- ¿Te encuentras bien? –le preguntó Eloy.
- Me duele mucho –susurró Marianne.
Ella le explicó que le había vuelto ese dolor que no se apartaba casi nunca desde el día del accidente y que se había tomado el analgésico que le habían recetado para estos casos. No le quedaba más remedio que aguantar y esperar media hora o una hora hasta que el dolor hubiese remitido. Eloy se sentó junto a ella para hacerle compañía y comenzó a hablarle en voz baja.
- ¿Sabes? Las esperas siempre se hacen más llevaderas cuando se está acompañado, así que si quieres puedo estar contigo hasta que se te pase...
Marianne no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Aquél nuevo amigo, al que acababa de conocer apenas unos días atrás, estaba pendiente de ella, se interesaba por ella, y no pedía nada a cambio, “quizás porque aún no sabe que no tiene nada que hacer conmigo”, pensó. Le extrañaba aquella muestra de amistad puesto que –con excepción de su familia- las demás personas que habían pasado por su vida desaparecían tan pronto le surgía a ella algún problema. Los ojos verdes de Marianne se posaron en los ojos de Eloy, pidiéndole sin palabras que siguiese allí junto a ella, que no la abandonase. Y Eloy continuó hablándole:
- ¿Sabes? Hay mucha gente que te quiere. Tus padres siempre están pendientes de ti, igual que tu abuela... –“¿cómo sabrá este que tengo abuela?”, pensó Marianne- ...y también te quiere mucho tu hermano Nils...
Marianne pegó un respingo y exclamó:
- ¿Cómo sabes que tengo un hermano que se llama Nils?
- He estado con él esta tarde.
Fuente.- “Castidad & Rock and Roll” (Vicente Fisac. Amazon): https://www.amazon.es/dp/1694948803
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