(AZprensa) Imagina una casa repleta de objetos acumulados, desde
periódicos viejos hasta ropa inservible, envases vacíos y restos de comida,
todo apilado sin orden ni lógica aparente. Las ventanas apenas dejan pasar la
luz, y el olor es abrumador. Esta es la imagen que suele venir a la mente
cuando se habla del Síndrome de Diógenes, un trastorno psicológico complejo que
va mucho más allá de la acumulación de cosas.
¿Qué es el Síndrome de Diógenes?
El Síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que se
caracteriza por la acumulación compulsiva de objetos (a menudo inservibles), el
descuidado extremo de la higiene personal y del hogar, y un aislamiento social
voluntario. Lleva el nombre del filósofo griego Diógenes de Sinope, conocido
por su vida minimalista, aunque irónicamente las personas con este síndrome
acumulan en exceso. Afecta principalmente a personas mayores (sobre todo
mayores de 65 años), aunque puede presentarse en cualquier edad, y no distingue
entre géneros ni clases sociales.
No se trata simplemente de ser "desordenado" o
"descuidado". Quienes lo padecen suelen vivir en condiciones
insalubres, rodeados de basura, y muestran una falta de conciencia sobre su
situación. Por ejemplo, pueden no percibir el mal olor o el peligro de vivir
entre acumulación de desperdicios. Además, tienden a rechazar ayuda externa,
incluso de familiares o servicios sociales, lo que complica su tratamiento.
Características principales
El síndrome se manifiesta a través de varios signos, que pueden variar
en intensidad:
Acumulación patológica: Las personas recolectan objetos sin valor práctico (periódicos, ropa vieja, envases) y se resisten a deshacerse de ellos, incluso cuando ocupan todo el espacio habitable.
Descuidado de la higiene: Tanto la personal (no bañarse, no cambiarse de ropa) como la del hogar (cocinas inutilizables, baños obstruidos).
Aislamiento social: Evitan el contacto con otros, rechazan visitas y pueden mostrarse desconfiados o hostiles ante intentos de ayuda.
Negación del problema: No reconocen que su estilo de vida es insalubre o peligroso, lo que dificulta cualquier intervención.
Deterioro cognitivo o emocional: Aunque no siempre está presente, puede haber signos de demencia, depresión u otros trastornos asociados.
Por ejemplo, un caso típico podría ser el de una persona mayor que vive
sola, acumula basura por miedo a "necesitar algo después" y evita
salir de casa o recibir visitas, convencida de que todo está bajo control.
¿Por qué ocurre? Las posibles causas
El Síndrome de Diógenes no tiene una causa única, sino que suele ser el
resultado de una combinación de factores psicológicos, sociales y biológicos:
Trastornos psicológicos subyacentes: Puede estar asociado a trastornos como la depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o incluso esquizofrenia. En algunos casos, la acumulación es una forma de "llenar un vacío" emocional.
Traumas o pérdidas: La muerte de un ser querido, la jubilación o la pérdida de un rol social pueden desencadenar el síndrome, especialmente en personas mayores que se sienten solas o abandonadas.
Deterioro cognitivo: Enfermedades como la demencia frontotemporal o el Alzheimer pueden afectar el juicio y la capacidad de organización, contribuyendo al descuidado.
Factores sociales: La soledad, el aislamiento y la falta de redes de apoyo (familia, amigos) son un caldo de cultivo. En una sociedad que a veces margina a los mayores, el síndrome puede ser una respuesta extrema al abandono percibido.
Personalidad previa: Algunas personas con rasgos obsesivos o tendencia al aislamiento tienen mayor riesgo.
Un dato curioso: aunque se asocia a personas mayores, también se han
documentado casos en adultos jóvenes, especialmente en contextos de estrés
extremo o trastornos psiquiátricos no tratados.
Impacto y complicaciones
Vivir con el Síndrome de Diógenes no solo afecta a la persona, sino
también a su entorno. Las condiciones insalubres pueden provocar problemas de
salud (infecciones, enfermedades respiratorias, caídas por desorden) y riesgos
de seguridad (incendios, plagas). Los vecinos pueden quejarse por olores o
acumulación de basura, lo que lleva a conflictos o intervenciones de servicios
sociales. Además, el aislamiento emocional refuerza el ciclo: cuanto más se
aíslan, menos probable es que acepten ayuda.
¿Cómo se aborda? Un desafío delicado
Tratar el Síndrome de Diógenes requiere paciencia, empatía y un enfoque
multidisciplinario, ya que la persona afectada suele resistirse al cambio.
Algunas estrategias incluyen:
Evaluación médica y psicológica: Es clave descartar demencia, depresión u otros trastornos. Un psiquiatra o geriatra puede determinar si hay una causa subyacente tratable.
Intervención social: Los servicios sociales suelen involucrarse, limpiando el hogar (con permiso) y ofreciendo apoyo continuo. Forzar la limpieza sin consentimiento puede ser contraproducente.
Terapia psicológica: La terapia cognitivo-conductual (TCC) puede ayudar a abordar la acumulación compulsiva o el aislamiento, aunque la adherencia es difícil.
Apoyo comunitario: Conectar a la persona con actividades sociales o redes de apoyo puede reducir la soledad. Por ejemplo, un centro de día para mayores puede ser un gran paso.
Sensibilidad y respeto: Las personas con este síndrome no son "vagas" ni "locas". Tratarlas con dignidad, sin juzgarlas, es esencial para ganar su confianza.
El Síndrome de Diógenes no es solo acumular basura; es una manifestación
de soledad, dolor o deterioro mental. Lejos de ser un tema de burla, merece
comprensión y acción. Si conoces a alguien en esta situación, recuerda que
detrás del desorden hay una persona que, aunque no lo admita, puede estar
pidiendo ayuda a su manera. Con un enfoque humano y profesional, es posible
mejorar su calidad de vida y devolverles un poco de luz a sus hogares y
corazones.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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Acumulación patológica: Las personas recolectan objetos sin valor práctico (periódicos, ropa vieja, envases) y se resisten a deshacerse de ellos, incluso cuando ocupan todo el espacio habitable.
Descuidado de la higiene: Tanto la personal (no bañarse, no cambiarse de ropa) como la del hogar (cocinas inutilizables, baños obstruidos).
Aislamiento social: Evitan el contacto con otros, rechazan visitas y pueden mostrarse desconfiados o hostiles ante intentos de ayuda.
Negación del problema: No reconocen que su estilo de vida es insalubre o peligroso, lo que dificulta cualquier intervención.
Deterioro cognitivo o emocional: Aunque no siempre está presente, puede haber signos de demencia, depresión u otros trastornos asociados.
Trastornos psicológicos subyacentes: Puede estar asociado a trastornos como la depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o incluso esquizofrenia. En algunos casos, la acumulación es una forma de "llenar un vacío" emocional.
Traumas o pérdidas: La muerte de un ser querido, la jubilación o la pérdida de un rol social pueden desencadenar el síndrome, especialmente en personas mayores que se sienten solas o abandonadas.
Deterioro cognitivo: Enfermedades como la demencia frontotemporal o el Alzheimer pueden afectar el juicio y la capacidad de organización, contribuyendo al descuidado.
Factores sociales: La soledad, el aislamiento y la falta de redes de apoyo (familia, amigos) son un caldo de cultivo. En una sociedad que a veces margina a los mayores, el síndrome puede ser una respuesta extrema al abandono percibido.
Personalidad previa: Algunas personas con rasgos obsesivos o tendencia al aislamiento tienen mayor riesgo.
Evaluación médica y psicológica: Es clave descartar demencia, depresión u otros trastornos. Un psiquiatra o geriatra puede determinar si hay una causa subyacente tratable.
Intervención social: Los servicios sociales suelen involucrarse, limpiando el hogar (con permiso) y ofreciendo apoyo continuo. Forzar la limpieza sin consentimiento puede ser contraproducente.
Terapia psicológica: La terapia cognitivo-conductual (TCC) puede ayudar a abordar la acumulación compulsiva o el aislamiento, aunque la adherencia es difícil.
Apoyo comunitario: Conectar a la persona con actividades sociales o redes de apoyo puede reducir la soledad. Por ejemplo, un centro de día para mayores puede ser un gran paso.
Sensibilidad y respeto: Las personas con este síndrome no son "vagas" ni "locas". Tratarlas con dignidad, sin juzgarlas, es esencial para ganar su confianza.
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