(AZprensa) Manolo Díaz Martínez (Oviedo, 1941) es una
figura monumental de la música española, un polifacético artista cuyo impacto
trasciende generaciones. Conocido por sus primeras canciones como “Rufo el
pescador”, “Vino una ola” y “Bibí”, Díaz no solo brilló como cantautor en los
años 60, sino que también dejó una huella imborrable como compositor,
intérprete, productor y ejecutivo discográfico. Su trayectoria, que abarca
desde los albores del rock español hasta los despachos de las multinacionales
más influyentes, lo convierte en un pilar fundamental de la industria musical
en español, habiendo recibido el Grammy Latino Honorífico en el año 2022.
Los inicios: un pionero del rock y la canción protesta
Nacido en Oviedo en 1941, Manolo Díaz creció en una
familia con raíces musicales: su madre era profesora de piano y su padre, un
músico autodidacta. A los seis años, tras mudarse a Madrid, ingresó en el
Conservatorio de Música, donde estudió piano, aunque su vida dio un giro cuando,
para complacer a su padre, cursó Ingeniería de Obras Públicas. Sin embargo, la
música fue su verdadera vocación. En los años 50, Díaz se unió a Los Sonor, una
de las primeras bandas de rock instrumental en España, contribuyendo a temas
como “El Fugitivo” (1963). Más tarde, formó parte de Los Polaris, otro
semillero del pop-rock madrileño, grabando discos para Columbia España.
En 1966, Díaz alcanzó su primer gran éxito como
compositor con “Rufo el pescador”, interpretada por Massiel en el Festival
Internacional de la Canción de Mallorca. La canción, que denunciaba la
especulación urbanística en las costas, ganó el premio de la crítica y lo
consagró como compositor del año según el diario Pueblo. Ese mismo año, junto
al productor suizo Alain Milhaud, fundó Los Bravos, una banda que marcó un hito
con su álbum “Black Is Black” (1966), para el cual Díaz compuso ocho de las
diez canciones, incluyendo éxitos como “La moto”, “Los chicos con las chicas” y
“La parada del autobús”. El álbum alcanzó el puesto 93 en el Billboard 200, un
logro notable para una banda española en esa época.
Como cantautor, Díaz debutó en 1967 con el álbum “Retablo”,
grabado en París, un hito de la canción protesta española. Con un estilo
elegante, influenciado por Jacques Brel, y letras cargadas de ironía, el disco
abordaba la hipocresía de la sociedad española bajo el franquismo. Canciones
como “Postguerra”, “Bibí” y “Vino una ola” (incluidas en un single que escaló
las listas de ventas) lo convirtieron en una figura de culto entre los movimientos
progresistas. Su capacidad para combinar melodías accesibles con crítica social
lo distinguía de otros cantautores, evitando el tono militante y apostando por
una sutileza poética.
De los escenarios a la producción
A finales de los 60, Díaz comenzó a alejarse de la
interpretación, una decisión que él mismo atribuyó a no sentirse plenamente
satisfecho como cantante: “No me costó porque nunca fui fan de Manolo Díaz el
cantante. Me gustaba el compositor, el letrista, pero como cantante no había llegado
donde tenía que llegar”. En 1972, lanzó su segundo y último álbum en solitario,
“A Divided Family”, cantado en inglés y dedicado a figuras políticas del siglo
XX como Hitler, Stalin y De Gaulle. Censurado por el régimen franquista, el
disco fue retirado de la venta, aunque fue recuperado años después en el
recopilatorio “Manolo Díaz. Todas sus Grabaciones” (Rama Lama, 2003).
A partir de 1970, Díaz se volcó en la producción y
dirección artística. En el sello Acción de la Cadena SER, produjo los primeros
álbumes de Vainica Doble, Pablo Guerrero (incluyendo la icónica “A cántaros”) y
Aguaviva, un grupo que musicalizó textos de poetas como Lorca y Alberti,
logrando gran éxito en Italia. Su visión innovadora también se reflejó en su
trabajo con artistas como Mocedades, Víctor Manuel y Azúcar Moreno,
consolidando su reputación como un productor capaz de impulsar carreras.
Una carrera ejecutiva sin precedentes
Desde 1977, Díaz asumió roles ejecutivos en la industria
discográfica, presidiendo gigantes como CBS-Sony Music (España y Portugal), EMI
Music (América Latina, España y Portugal), PolyGram (América Latina) y
Universal Music (América Latina). También lideró la Federación de la Industria
Fonográfica de América Latina y, desde 2014, preside la Fundación Cultural
Latin Grammy. Su labor en estas posiciones fue clave para modernizar el negocio
musical en el mundo hispanohablante, promoviendo artistas como Julio Iglesias y
Carlos Vives, y adaptando la industria a los desafíos de la era digital.
A pesar de su éxito como ejecutivo, Díaz mantuvo una
relación compleja con la industria. En la primera década de los 2000, abandonó
las multinacionales, frustrado por su enfoque cortoplacista y su resistencia al
cambio digital, renunciando a un sueldo de medio millón de dólares al año. Su
compromiso con la música como arte, más allá del lucro, lo llevó a presidir la
Academia Latina de la Grabación, donde influyó en la creación de los Premios
Grammy Latinos.
Un legado multifacético
Manolo Díaz no solo fue un pionero del rock español y un
cantautor de culto, sino también un visionario que transformó la industria
musical desde múltiples frentes. Sus primeras canciones, como “Rufo el
pescador”, “Vino una ola” y “Bibí”, capturaron el espíritu de una España en
transición, mientras que su trabajo como compositor para Los Bravos y otros
artistas marcó un antes y un después en el pop español. Como productor, dio voz
a poetas y cantautores, y como ejecutivo, elevó la música latina a un escenario
global.
A pesar de su diagnóstico de párkinson en 2021, Díaz
sigue siendo una figura activa y reflexiva, tocando el piano diariamente para
mantener a raya los efectos de la enfermedad. Su biografía “Ayer tuve un sueño”,
publicada en 2025, no solo narra su vida, sino que también rinde homenaje a sus
amigos y colaboradores, desde Alain Milhaud hasta Julio Iglesias. Como él mismo
ha dicho, su mayor satisfacción siempre fue trabajar para otros, ya fuera
componiendo, produciendo o liderando desde los despachos.
Manolo Díaz es, en esencia, un comunicador de la música,
un hombre que, en palabras de su sobrina Belén Carreño, “ama lo bueno y lo
bello”. Su legado, que abarca desde los acordes de los años 60 hasta la
fundación de los Grammy Latinos, demuestra que la música, en todas sus formas,
puede ser un vehículo para la innovación, la poesía y el cambio social
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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