(AZprensa) Tras la celebración anoche del partido de
fútbol entre el PSG y el Barcelona, los jugadores del Barcelona se negaron a
hacer declaraciones a los periodistas de Movistar. El motivo: Se habían sentido
ofendidos por una broma del comentarista de Movistar Germán Burgos.
Pero ¿qué había dicho para provocar semejante terremoto
en la expedición azulgrana? Pues simplemente estaba comentando, con su habitual
tono campechano de sencillez y buen humor, que si al joven futbolista del
Barcelona, Lamine Yamal, le va mal en el fútbol siempre puede irse a un
semáforo.
Todo el Barcelona se sintió ofendido, se rasgaron las
vestiduras, se tiraron de los pelos, clamaron desesperados al cielo, se les
salieron los ojos de las órbitas… “¡Eso es racismo! ¡No se puede tolerar!”, se
dijeron, y tomaron la decisión de elevar su protesta a Movistar y no hablar con
ellos, como esos niños pequeños que cogen una rabieta, se tiran al suelo y
patalean, y luego dicen: “¡Ya no hablo más contigo!”.
Vamos a ver, almas de cántaro, para empezar hay que ver
el contexto: El citado comentarista es una persona que siempre habla en un tono
desenfadado, con buen humor, y lo único que pretendía era hacer una broma sin
más trascendencia.
Pero aún hay más: Esos “ofendiditos” indocumentados no
saben que al citado comentarista, aunque sea de raza blanca, todo el mundo le
llama “mono” y no se ofende, sino todo lo contrario: luce con orgullo el mote
de “mono” que le pusieron y con el que desarrolló toda su carrera futbolística.
Y todavía hay más: Gastar una broma a alguien diciéndole
que si le va mal en el trabajo siempre le queda algún semáforo, no es racista,
porque todos estamos hartos de ver en los semáforos a personas indigentes de
raza blanca pidiendo dinero a los automovilistas que se paran en los semáforos.
Así que quede bien claro: Mandar en tono de broma a un
semáforo no es un insulto sino una broma, y no es racista puesto que los
semáforos están llenos, y de forma abrumadoramente mayoritaria, de personas de
raza blanca.
Y lo mismo que un plátano no es racista, sino que es una
fruta como la manzana; ir a un semáforo a pedir limosna no es racista sino el
último recurso para alguien que no tenga otro modo de subsistencia.
Finalmente, no me quedo a gusto si no destaco lo ridículo
y patético de todas esas personas (los "ofendiditos") que se ofenden por todo, que no saben lo que
es una broma, que carecen del sentido del
humor, algo imprescindible para nuestra salud física y mental. Pero cada vez
son más porque así lo promueven los poderes públicos a través de sus aliados
los “medios de manipulación” y no queda más remedio que reconocer que estamos
en un mundo de estúpidos.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon.
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