(AZprensa) Para cuando llegase el momento del nacimiento
oficial de la nueva AstraZéneca, era necesario tener perfectamente establecida
la imagen corporativa de la nueva compañía. Lo primero era definir el nombre
con el que operaría el nuevo grupo y para ello se estudiaron diversos nombres y
se recibieron numerosas propuestas, algunas tan curiosas como, por ejemplo,
Primey ó Project Artois (¡el nombre de una cerveza belga!). Sin embargo, aunque
careciese de originalidad, se eligió finalmente el nombre más sencillo y lógico,
el resultante de unir los dos nombres comerciales, por lo que la nueva compañía
pasó a denominarse, simplemente, AstraZéneca.
Pero el logotipo y la nueva imagen institucional
requerían de la mano de expertos y así se contrató a Interbrabd Newell & Sorrell
que, en solo cuatro semanas y con un coste de 166.000 libras (unos 240.000
euros) crearon ese símbolo tridimensional que era a la vez dinámico y orgánico
y añadía profundidad: el símbolo cobraba vida cuando se utilizaba
electrónicamente y se le hacía girar en el espacio, ofreciendo así un sin fin
de posibilidades en el campo audiovisual.
Chris Major, responsable corporativo de la sede central
señaló que habían “revisado una serie de opciones en muy poco tiempo; algunas
eran más conservadoras que esta, pero sentimos la necesidad de elegir una
opción atrevida, ya que aparecemos en el escenario mundial como uno de los
líderes de la industria”. Para Jeff Frampton, director de Interbrand, “lo que
hemos hecho ha sido intentar transmitir el concepto de creatividad y continuo
progreso. AstraZéneca tenía que ser identificada como la compañía más creativa
del mundo”.
Se buscaron también unos colores cálidos y humanos que se
alejaran de los colores corporativos fríos y neutrales que predominaban en el
sector farmacéutico. “El dorado y el púrpura de la nueva imagen corporativa
están en línea con nuestra imagen de una nueva fuerza en el mercado”, señaló
Chris Major.
Finalmente el primer slogan de la compañía fue “First for
innovation and value” (“Primeros en innovación y valor”) que reflejaba el
espíritu y orientación de la nueva compañía tal como explicó su vicepresidente
Percy Barnevik: “ser grande no es lo más importante. Los futuros ganadores son
los más rápidos, los más flexibles, los que reaccionan ante el mercado”.
Día 0, Año 1.- Desde el día en que se hizo
oficial la aprobación de la nueva compañía (6 de abril de 1999 o Día 0) hasta
el día en que se presentó oficialmente (1 de junio de 1999 ó Día 1),
transcurrió un intenso periodo en el que se fueron perfilando las estructuras
organizativas de cada una de las filiales. El primer paso fue la creación de
equipos de trabajo técnico, con miembros de cada departamento de cada una de
las dos compañías. Todos ellos mostraron, desde el primer momento, una extraordinaria
disposición para la colaboración que permitiese unificar todo el conocimiento
de cada una de las partes e integrarlo en la nueva compañía.
Se era consciente que algunos puestos, al estar
duplicados, exigirían la salida de alguno de sus ocupantes y que en otras áreas
sería necesario recortar la plantilla para que no estuviera sobredimensionada.
Pero por otra parte, al unir dos compañías, cada una con su correspondiente
sede y muchas de ellas con su correspondiente fábrica, era evidente la
necesidad de unificar: sólo tendría que haber una sede por país y en ninguno de
ellos habría más de una fábrica (salvo excepciones). Esto significaba que
algunos empleados no estarían dispuestos a trasladarse a otra ciudad y esa
disposición facilitaría la salida de los mismos de la compañía toda vez que las
condiciones económicas de compensación iban a ser las mejores del mercado.
Pero la preocupación real por los empleados no se quedó
sólo en
las palabras sino
que se transformó
en hechos. El primero fue –como
ya hemos apuntado anteriormente- el de la comunicación, con una transparencia y
rapidez informativa pocas veces vista en la industria. El segundo fue el de
anunciar unos “paquetes de salida” para aquellas personas que no fuesen a
seguir en la compañía, muy por encima de lo que marcase la legislación de cada
uno de los países respectivos. Además de las correspondientes prejubilaciones
para los más veteranos, se aprobaron las indemnizaciones más altas concedidas
nunca antes en una fusión así como ayudas económicas muy importantes para todos
aquellos que hubieran de trasladar su residencia en el caso de que la sede
finalmente elegida fuese en una ciudad diferente a aquella donde residían.
Había, no obstante, un factor adicional que no se había
dado en otras fusiones: ambas compañías (tanto Astra como Zéneca) se
encontraban inmersas en procesos de expansión. Esto significaba que ambas
tenían planes para la ampliación de sus plantillas. En consecuencia, no hubo
tantos despidos como en otro tipo de fusiones; en la mayor parte de los casos
la mayor “reducción” del número de empleados no vino por el despido de los
mismos sino por la disminución en el número de nuevas personas a contratar.
Asistimos así a una fusión que, curiosamente, en algunos países no se tradujo
en despidos sino en nuevas contrataciones, aunque no tantascomo se hubieran
incorporado en el caso de seguir ambas compañías sus caminos por separado como
hasta entonces.
Si en 1993 la segregación en dos del grupo ICI, dando
lugar al nacimiento de Zéneca, supuso un nuevo modelo de estrategia
empresarial, seis años más tarde asistimos a un nuevo ejemplo de cómo deben
llevarse a cabo las fusiones de manera rápida, eficaz y humana.
Por fin, el Día 1, el 1 de junio de 1999, se organizó en
todo el mundo un acto conjunto para los empleados de toda la organización de
AstraZéneca alrededor del mundo, para dar el pistoletazo de salida a la nueva
compañía. Unos 25.000 empleados del total de la plantilla, repartidos por el
globo terráqueo, tuvieron ese día una cita conjunta mediante conexión vía
satélite. Tom McKillop se dirigió a todos los empleados mostrando su
agradecimiento, especialmente a los que más involucrados estuvieron en este
proceso, sin olvidar a sus familias que debieron “padecer” también esa
sobrecarga de trabajo, aunque fue recompensada económicamente en su mayoría.
Este espíritu de colaboración no pasó desapercibido para McKillop que quiso
resaltarlo, exponiendo que “demuestra la calidad de nuestra gente y un soberbio
ejemplo de trabajo en equipo”.
“Ajetreado, apasionante, exigente, exitoso; muchos
adjetivos se podrían aplicar a los últimos meses, pero todas las
características de este periodo se pueden resumir en una sola palabra:
impulso”. Así comenzó Tom McKillop su presentación de los resultados económicos
del primer semestre del año 1999 cuando la nueva AstraZéneca ya era una nueva
realidad, y esa primera presentación ofreció unos resultados de 8.400 millones
de euros, con un crecimiento del 16% en su división farmacéutica (un 12% si
consideramos el grupo en su conjunto) y una inversión en I+D superior a los
1.200 millones de euros en tan sólo seis meses.
Tal como estaba previsto fue desprendiéndose de los
negocios ajenos al área farmacéutica y así Zeneca Specialties que se había
vendido justo en el mes de junio de aquél año, pasó a denominarse Avecia, dando
lugar a un grupo químico con ventas cercanas a los 1.000 millones de euros.
Mientras que Losec continuaba siendo el fármaco más
vendido del mundo, con unas ventas de 3.960 millones de dólares, el comité
británico de diseño (The Design Council) eligió los “productos del milenio”
desde el punto de vista de su innovación tecnológica y diseño industrial. Uno
de los pocos fármacos incluidos en esta selección fue Zoladex. Cuando los
científicos de esta
compañía descubrieron la
goserelina, su principio activo,
se dieron cuenta que el mismo perdía su eficacia si se administraba por vía
oral. A partir de ahí estudiaron nuevas vías de administración hasta llegar a
un polímero biodegradable compuesto de ácidos láctico y glicólico (que se
producen de forma natural en el cuerpo humano) dentro del cual se incorporaba
el principio activo. Este compuesto sólido, más pequeño que un grano de arroz,
podía administrarse mediante inyección subcutánea en el abdomen del paciente y
permitía la liberación uniforme y sostenida del principio activo durante un
mes, lo que representaba una verdadera innovación en este campo, evitando a los
pacientes las inyecciones diarias.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon.
Fuente: “El legado farmacéutico de Alfred Nobel”, Vicente Fisac. Amazon.
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