(AZprensa) Cuando
un directivo es realmente “grande” es cuando se muestra humilde y sencillo,
cuando escucha y atiende a sus colaboradores, y –sobre todo- cuando les da
libertad para realizar su trabajo.
El directivo mezquino, el que tiene miedo de que otros
mejores que él prosperen en la empresa, tratará por todos los medios de “atar
en corto” a sus subordinados, evitará que estos brillen y se adjudicará para sí
mismo todos los méritos.
Cuando un directivo es “grande” no tiene miedo de que sus
subordinados prosperen sino que lo desea y alienta porque sabe que del progreso
de todos, también saldrán beneficiados todos, él el primero. Por consiguiente
da libertad a sus empleados para que cada cual desempeñe con libertad e
iniciativa su trabajo mientras él se limitará a señalarles objetivos, a
incentivarles, a apoyarles en cuanto pueda ser de beneficio para el grupo.
A la hora de trabajar hay que dar libertad a los
empleados. Cierto es que se les deben marcar unas pautas, unos cauces, pero lo
suficientemente amplios para que dentro de ellos pueda moverse con libertad y
tomar sus propias decisiones. Cuando el ser humano se siente libre, motivado y
apoyado, es cuando da lo mejor de sí mismo y de ahí se derivan beneficios para
todos.
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