(El Inefable) Arquitectura y Medicina son dos ciencias mucho más
próximas entre sí de cuanto pudiera pensarse, máxime ahora cuando la
nanotecnología ha comenzado a utilizarse en la arquitectura. El término
“nanoarquitectura” aún no existe formalmente, pero a la luz de las
explicaciones que nos da Marta Castellote, directora del Instituto de Ciencias
de la Construcción Eduardo Torroja, quizás dentro de un tiempo forme parte
habitual de nuestro lenguaje.
Para que comprendamos la estrecha
relación entre Arquitectura y Medicina, Castellote expone en primer lugar que “la
contaminación del aire que respiramos afecta mucho a nuestro sistema
respiratorio y cardiovascular. Eso se sabe desde hace tiempo, pero
investigaciones recientes plantean que la contaminación también está influyendo
en enfermedades como la diabetes. Esto me parece crítico. Hace poco se publicó
un artículo en el que también se relaciona la ansiedad, una de las enfermedades
mentales más extendidas, con la contaminación del aire por partículas. Nos lo
tenemos que tomar muy en serio, no solo por el planeta y el cambio climático,
sino también por la salud de las personas”. A continuación nos introduce en las
últimas investigaciones: “en el área de
los nuevos materiales de construcción se está investigando la aplicación de
nanomateriales que cumplan una función nueva respecto a los materiales
tradicionales. Por ejemplo, nuestro grupo trabaja en materiales
fotocatalíticos, que permiten reducir la contaminación exterior”.
Con objeto de que comprendamos mejor cómo se puede reducir la
contaminación (y por tanto mejorar la salud) con la introducción de
nanomateriales en la construcción, comenta que “la fotocatálisis, que es la
tecnología en la que se basan estos materiales, consiste en introducir ciertos
elementos en los materiales de construcción. Se trata de fotocatalizadores,
generalmente de tamaño nanométrico, que se activan por la luz y dan lugar a
unas reacciones que destruyen los contaminantes más habituales. Pueden eliminar
gases inorgánicos (por ejemplo, los óxidos de nitrógeno que desprenden los
tubos de escape de los coches) y también compuestos orgánicos volátiles, e
incluso podrían llegar a eliminar partículas. Si utilizáramos estos materiales
para cubrir amplias superficies, por ejemplo en pavimentos, podría reducirse la
contaminación”.
Quizás el ejemplo más visual pude encontrarse en cómo “la suciedad se
acumula y hace que se oscurezcan las fachadas. Por el mismo procedimiento que
he explicado antes, estos materiales eliminan determinados compuestos y tienen
esa capacidad autolimpiadora que hace que los edificios se mantengan blancos
durante más tiempo. Eso ahorra
mucho dinero”, añade.
Por lo que se refiere al tipo de nanomateriales, aclara que “el más
utilizado es el dióxido de titanio. Es un semiconductor. Al incidir la luz de
una determinada longitud de onda, un electrón se excita y salta, ocupando otra
posición y dando lugar a especies que pueden sufrir reacciones de oxidación y
reducción. Así se oxidará todo lo susceptible de oxidarse, también los
contaminantes. El catalizador no se agota y conseguimos una reducción de
contaminantes significativa en su entorno”.
Como se ve, Arquitectura y Medicina van a ir cada vez más unidas;
incluso en el campo de la alergia al polen la nueva arquitectura podría ayudar:
“el polen es muy complicado de destruir, porque su capa externa prácticamente
solo se puede destruir por oxidación. Precisamente la fotocatálisis sería una
forma a priori viable para destruir estos contaminantes. En una investigación
preliminar hemos visto que podría ser factible. Para virus y bacterias ya se ha
demostrado que es posible. En las pruebas hemos comprobado que el grano entero
de polen se puede oxidar mediante la fotocatálisis, incluidos los alérgenos que
tiene dentro. Pero hay que avanzar más para ver qué niveles de luz se
necesitarían, etc.”.
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