(AZprensa) Por desgracia la industria farmacéutica no se ha
distinguido nunca por su transparencia informativa y por la proactividad a la
hora de conectar con la sociedad.
Su obsesión era el negocio (loable, por cierto,
esto de arriesgar el dinero de los inversores destinándolo a una costosísima
investigación, de la que nunca se sabe si se llegará a buen puerto, y que de
alcanzar el éxito permitirá llevar una mejor salud y calidad de vida a millones
de personas en todo el mundo). Se olvidaban que el destinatario final de sus
productos era el público (que exige su derecho a estar informado), los vecinos
de sus centros de producción (que exigen saber a qué se dedica ese “vecino” y
cómo puede afectarles dicha actividad), los periodistas (cuya misión es
informar de todo aquello que pueda ser de interés de sus lectores), y no sólo
los profesionales sanitarios (que eran los únicos que hasta ahora recibían su
atención a la hora de informar).
Y ¿qué decir de muchos directivos? La palabra
“periodista” les causa verdadera pavor. Para ellos es mejor no comunicar nada
(“que luego lo sacan todo de contexto”), salvo que se trate, eso sí, de
publicar una nota de prensa –redactada por alguien de Marketing- en las que se
ensalzan y enumeran todas las características promocionales de determinado
producto. Por supuesto, es de rigor llamar a los medios y preguntarles cuándo
van a publicar esa “noticia”, que debe ir –faltaría más- a cinco columnas y en
página impar.
A este tipo de directivos, a los que desde ahora
bautizo como “directivos avestruz”, la prensa les da miedo. Dicen que es porque
al no conocer bien el tema (¿acaso se molestan ellos en explicar las cosas en
lenguaje inteligible?) van a dar informaciones erróneas. Pero en el fondo, lo
que subyace es el hecho de pisar un terreno en el que ellos no son los que
dominan, en donde no pueden exigir y en donde el otro (el periodista) va a
decir a fin de cuentas no lo que quiera el directivo (que es a lo que están
acostumbrados) sino lo que quiera el periodista.
Y lo más curioso es que este directivo que se
esconde de los periodistas, que no contesta las llamadas, que no concede
entrevistas, que si alguna vez dice algo exige que le enseñen el escrito antes
de publicarlo..., es el primero que se indigna cuando sale alguna información
negativa sobre su compañía o producto, cuando no piden su opinión (¿acaso suele
él atender puntualmente las llamadas?) en un caso de crisis, cuando los medios
–en definitiva.- no están a sus pies.
A este directivo avestruz habría que enseñarle unas
cuantas cosas; primero sobre el derecho que la opinión pública tiene a estar
informada, y segundo, sobre lo que es verdaderamente la “transparencia
informativa”.
Y puesto que este artículo va de transparencia
informativa, no estaría de más recordar algunos principios que he ordenado a
modo de pequeño decálogo, dirigido con todo cariño a los directivos que se
hayan podido sentir aludidos por mis palabras anteriores:
1.- Cualquier empresa que se considere importante debe contar con un departamento de Comunicación. (Deberá tener una o varias personas -que habitualmente contarán con la ayuda de agencias de comunicación externas- pero siempre con un 100% de dedicación a esa actividad).
1.- Cualquier empresa que se considere importante debe contar con un departamento de Comunicación. (Deberá tener una o varias personas -que habitualmente contarán con la ayuda de agencias de comunicación externas- pero siempre con un 100% de dedicación a esa actividad).
2.- La empresa confiará a su departamento de Comunicación la tarea de transmitir a la opinión pública (básicamente a través de los medios de comunicación) la información que genere su compañía, siendo este departamento el canal natural de comunicación de la empresa con los periodistas.
3.- El departamento de Comunicación será el primero en conocer lo que pasa en la empresa, y será el encargado de gestionar todo el proceso de comunicación –reactiva o proactiva- que pudiera generarse.
4.- La empresa dará a conocer todas las informaciones (positivas y negativas) que se produzcan como consecuencia de su actividad.
5.- Los directivos deben entender que lo que se les pide es “información” no “publicidad”, y que por tanto deben ceñirse a los hechos. Información y Publicidad son igual de respetables, pero son diferentes y en consecuencia no deben mezclarse.
6.- Los directivos requeridos por el departamento de comunicación para atender las preguntas (telefónicas o personales) de los periodistas, darán una atención prioritaria a las mismas, entendiendo que el periodista las necesita para sacarlas en la edición del día siguiente, no del mes que viene.
7.- Directivos y departamento de comunicación se las arreglarán para que siempre haya algún portavoz disponible para cada tema específico. No vale el “está de viaje” o “está reunido”; si no está disponible en ese momento, habrá que tener establecido qué otra persona puede atender ese requerimiento.
8.- Cuando los directivos hablen con los medios, pensarán en los lectores de ese medio (y no en sus colegas o superiores), y por lo tanto utilizarán un lenguaje que puedan entender fácilmente esos lectores.
9.- Los directivos entrevistados darán la información que se les pida (tampoco más) y no tendrán miedo a decir “ese dato no podemos facilitarlo” o “no disponemos de esa información en este momento”.
10.- Los directivos deben entender que los periodistas no son sus enemigos, sino que su trabajo es informar y no mañana, sino ahora mismo.
Y he puesto diez puntos porque queda bonito, pero
podían haber sido muchos más. En cualquier caso, hay que entender que el
concepto de transparencia lleva implícita una doble vía de comunicación que
significa que no sólo hay que comunicar cuando interese a la empresa (algo
totalmente lícito y lógico) sino también cuando interese a los medios de comunicación.
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