domingo, 27 de mayo de 2012

Ladran, luego cabalgamos


En el mundo de la comunicación, en el que tantos advenedizos hay, debemos ser muy cautos y no inmutarnos por lo que puedan decir aquellos que no conocen esta profesión y encima se creen en posesión de la verdad.

Recuerdo que hace ya muchos años (y esto es completamente cierto) una empresa tenía vacante el puesto de Jefe de Publicidad y, hasta que se incorporase uno nuevo, pusieron en esta función a un Product Manager. Aquella transición duró casi un año y al final, cuando el interino dejó esas funciones se jactó de su inmenso logro: “He conseguido ahorrar el 80% del presupuesto”, dijo muy ufano. ¿Cómo lo consiguió? Muy fácilmente: no hizo nada. Es decir, consideró la “inversión publicitaria” como un “gasto” y, falto de experiencia y conocimiento en este terreno, y ante el temor a las críticas, prefirió no hacer nada, así nadie podría criticar que hubiese hecho algo mal.

Esto viene a cuento de las críticas que muchas veces reciben los responsables de Comunicación o de Publicidad sobre su trabajo, porque –a diferencia de los profesionales de otras áreas- de Publicidad y Comunicación cree saber todo el mundo. Sin embargo, y ante recientes críticas escuchadas sobre el trabajo que venía desarrollando un profesional, me acordé de aquella frase que dice “ladran, luego cabalgamos”. Esto me ha hecho reflexionar sobre la necesidad que todos los profesionales tenemos de centrarnos en nuestro trabajo y “pasar” de aquellas críticas que puedan venir de “personas no cualificadas profesionalmente para hacerlas”.

A lo largo de estos años, he conversado con muchos colegas de profesión sobre los más diversos asuntos relacionados con nuestro trabajo, hemos compartido experiencias y opiniones, no siempre coincidentes, y de ese intercambio ha salido siempre un enriquecimiento de nuestro conocimiento. Esas opiniones y puntos de vista tienen la “garantía” de estar hechas por personas con “conocimiento de causa” y “experiencia real de campo” y por consiguiente son dignas de tenerse en cuenta. Por el contrario, en el mundo de la comunicación, en el que tantos advenedizos hay, debemos ser muy cautos y no inmutarnos por lo que puedan decir aquellos que no conocen esta profesión y encima se creen en posesión de la verdad.

Las claves de un buen directivo

Nada hay más gratificante que unos directivos que confían cada parcela de trabajo al profesional mejor cualificado para ello, en vez de ir colocando en los distintos puestos a los empleados según las “filias y fobias” que sientan hacia ellos. Un buen directivo debe caracterizarse siempre por seguir este proceso: (1) Tener perfectamente definido el objetivo de cada puesto dependiente de él; cuál será su área de responsabilidad y lo que se espera del mismo. (2) Conocer perfectamente cuáles son las cualidades profesionales de cada uno de los posibles aspirantes a dicho puesto y elegir al responsable rigiéndose exclusivamente por este aspecto. (3) Una vez hecha la elección, exponerle claramente lo que se espera de él y dotarle de los recursos necesarios para conseguir los objetivos. (4) Confiar y delegar (siempre he pensado que aquél que no es capaz de delegar en sus subordinados es porque no tiene la certeza de haber elegido correctamente, esto es, tiene la sospecha de que el incompetente es él mismo). Y finalmente: (5) Exigir resultados (porque también es muy frecuente, y aún no dejo de sorprenderme, cuando veo cómo ciertos supuestos “profesionales” no consiguen los resultados esperados pero ofrecen en contrapartida unas presentaciones magníficas de nuevos proyectos y promesas falsas, que “engatusan” al superior y le hacen olvidarse de la realidad de los hechos, y si todo esto lo hacen con una rica oratoria y la inclusión de jerga técnica, mucho mejor).

Sin riesgo no hay éxito

Por supuesto que nadie está libre de cometer errores, pero es mejor hacer algo y equivocarse que no hacer nada para no equivocarse. Así lo ha entendido siempre, por ejemplo, Tom McKillop -quien tras una larga trayectoria al frente de una multinacional farmacéutica pasó al Bank of Scotland- al defender la necesidad de delegar en sus empelados y animarles a tomar responsabilidades y asumir ciertos riesgos en la seguridad de que nunca se reprendería a ninguno de ellos por tomar una decisión equivocada siempre que previamente hubiese sido correctamente estudiada y justificada. Es evidente que esta forma de actuar es una potente herramienta de motivación para los empleados y les hace involucrarse más activamente en los objetivos generales de la compañía; pero también es eficaz para lograr el éxito en los negocios ya que una porción calculada y asumible de riesgo suele ser con frecuencia necesaria para obtener ese plus de ventaja sobre nuestros competidores. Como se dice habitualmente: “Sin riesgo no hay éxito”.

En consecuencia, cada uno debe ser autocrítico con su trabajo y exigirse el máximo posible; afrontar cada proyecto y cada día como un nuevo reto. De igual forma, el contacto permanente con otros colegas, preferiblemente del propio sector –aunque también es enriquecedor el intercambio de ideas experiencias con colegas de otros sectores- es la mejor herramienta de avance profesional. Y si en este camino escuchamos algún ladrido, no le demos mayor importancia, eso significará que estamos haciendo bien nuestro trabajo.

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