(AZprensa) La Red Española de Agencias de Tecnologías
Sanitarias y Prestaciones del Sistema Nacional de Salud (RedETS) ha incluido la
aromaterapia en la lista de
pseudoterapias, es decir, esas terapias que no aportan ningún beneficio –más
allá del efecto placebo- y en cambio sacan un buen dinero a los que se dejan
embaucar por esos falsos beneficios no demostrados científicamente.
La aromaterapia
está clasificada como pseudoterapia a causa de la baja calidad de los estudios
realizados. Se trata de una rama de la fitoterapia que utiliza aceites
esenciales —extraídos de plantas— con el objetivo de mejorar el bienestar,
reducir la ansiedad, el estrés y otros síntomas clínicos tanto emocionales como
físicos. Si bien la aromaterapia puede ser un recurso complementario de algún
valor para el tratamiento de síntomas físicos y psicológicos en enfermedades
cardiovasculares y dismenorrea, desde Sanidad aclaran que «los aceites
esenciales son naturales, pero no inocuos». De hecho, se han identificado una
serie de eventos adversos leves asociados a su uso.
Fuente: Informe realizado por la Red Española de Agencias
de Tecnologías Sanitarias y Prestaciones del Sistema nacional de Salud
(RedETS).
Puedes consultar la lista completa de pseudoterapias en
este enlace: https://azpressnews.blogspot.com/2024/04/ochenta-terapias-que-no-sirven-para-nada.html
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon.
(AZprensa) Cuando un médico atiende a un periodista debe comprender que no
se encuentra ante un colega de profesión sino ante un especialista de otra
profesión diferente como es el Periodismo. Por ello, los médicos deben afrontar
esta experiencia con un mínimo de conocimientos sobre la forma en que deben responder
a todas las preguntas que les van a formular los periodistas. Lo más básico y
principal es que el médico entienda y aplique correctamente estos tres
principios…
Cuando un periodista acude a un médico en busca de
información, esta información puede ser de dos tipos, científica (sobre temas
médicos, de investigación, de enfermedades, de tratamientos...) o profesional
(sobre temas relativos al ejercicio de la profesión, su normativa, sus
posicionamientos...). En cualquiera de
los dos casos, el médico debe entender que va a hablar con un periodista que
(salvo algunas excepciones) carece de la suficiente formación en temas médicos
e incluso en los relativos a dicha profesión.
Esto significa que el médico debe auto imponerse las
exigencias de: concisión, claridad y sencillez.
Concisión porque la información que aparece en los medios siempre
está resumida. En televisión, el tiempo es oro, y basta ver cualquier informativo
para darse cuenta que cualquier noticia apenas si dispone de más de un minuto
para ser contada. Pero no le va muy a la zaga la radio, en donde la cantidad de
información es tanta que apenas si hay tiempo para desarrollar a fondo
cualquier tema, sobre todo teniendo en cuenta que carece de la imagen que tanto
ayuda a la hora de comprender las cosas. En medios escritos estamos en las
mismas, el papel es caro y los medios regatean a sus propios periodistas el
espacio que les dan para colocar ahí sus informaciones. Y finalmente tenemos
Internet, en donde el espacio no es un problema, ya que puede incluirse ahí
toda la información que se quiera... y sin embargo no se hace. ¿Por qué? Pues
sencillamente porque a nadie le gusta “leer” en la pantalla de un ordenador,
sino “consultar”, es decir, pasear la vista por informaciones breves, claras,
sencillas, fáciles de entender y retener. Por lo tanto, unos medios porque no
disponen de tiempo o espacio, y otro porque el propio lector no quiere
dedicarle horas, el caso es que las informaciones han de ser siempre muy
resumidas. Y si el periodista –que es quien las escribe- las va a dar resumidas
¿por qué el médico se empeña una y otra vez en darlas como si de un tratado de
medicina o una sesuda conferencia se tratara? Vamos a ver: si la respuesta de
un médico a la pregunta de un periodista es muy concisa, lo normal es que el
periodista la traslade tal cual se la ha dado el propio médico. Por el
contrario, si la respuesta es larga, farragosa, complicada, etc., lo que el periodista
trasladará a su medio será un resumen o interpretación de la misma; un resumen
o interpretación hecho por él mismo. Entonces ¿qué debería preferir el médico?
¿Sus propias palabras o las palabras del periodista que, encima, las habrá
puesto en boca del médico? Está claro, si voy a decir algo, prefiero decirlo
yo, que sean mis propias palabras y no las que quiera dar otra persona y encima
atribuyéndolas a mí.
Pues esto, que parece elemental, sencillo a más no poder,
es difícil, dificilísimo de entender
para los médicos. Son muy pocos los médicos capaces de sintetizar sus propios
mensajes, quizás imbuidos por esa falsa sensación de que resumir indica falta
de concomimiento y eso no pueden consentirlo sobre todo cuando saben que otros
colegas van a leer o ver su intervención ante los medios.
Cualquier médico que vaya a hablar con un periodista debe
conocer bien cuál es el perfil de los lectores de ese medio (no es lo mismo
hablar para una revista profesional que para un medio general) y cuál va a ser
la extensión de esa noticia (no es lo mismo un magazine o una página, que un
minuto en un informativo o una simple columna en un periódico). Una vez
conocido esto, una vez conocida si la extensión va a ser breve o brevísima, es
cuando el médico puede condensar en unas pocas líneas o segundos el mensaje
básico de lo que quiera transmitir. De la capacidad de concisión que el médico
sea capaz de aplicar a sus palabras, dependerá el éxito de su intervención. El
mérito o demérito no estará en el periodista sino en el propio médico. Si el
material que se da al periodista es de buena calidad informativa, éste lo
publicará tal cual, pero si ese material es un “rollo”... vete tú a saber qué
es lo que finalmente se publicará.
Pero no basta con resumir, con ser muy conciso; también
hay que hablar con claridad. Frases
cortas, bien construidas, mensajes claros, no enrevesados. Si es en directo, el
médico tendría que habérselo preparado muy bien antes; por el contrario, si es
en una entrevista escrita o grabada, el médico se podrá permitir el lujo de
rectificar, decir, añadir, de decir –por ejemplo- “bueno, pon mejor que...” y
dejar así bien claro al periodista qué es lo que quería decir exactamente.
Cuando un médico explique algo a un periodista debe tener en cuenta que no está
hablando con un periodista, sino con sus lectores y, por consiguiente, la forma
que utilice para expresarse debe estar adaptada para que la comprendan
perfectamente esos lectores.
Finalmente está la exigencia de la sencillez. Las cosas –si queremos que nos entiendan- hay que
explicarlas de una forma muy sencilla. Ya sé que hacerlo así quita glamour, que
hasta cierto punto, repatea tener que hablar en un lenguaje tan burdo y
elemental después de haber estudiado una carrera tan larga y exigente... pero
aquí no estamos ante un tribunal que juzga nuestros méritos en unas
oposiciones, sino ante personas normales y corrientes que no saben nada de
medicina. Todo lo cual nos hace ver la importancia de adaptar el lenguaje y
modo de expresión a la audiencia a la que nos dirijamos y por ello, en el caso
de las entrevistas que los médicos suelen tener con los periodistas, hay que
pensar en los lectores de esos periodistas y explicar las cosas de tal forma
que estos últimos las entiendan; sólo así lograremos verlas tal como las
dijimos; de lo contrario nos encontraremos después en los medios una
desagradable sorpresa y posiblemente seamos el hazmerreír de nuestros colegas.
Resumiendo lo dicho hasta aquí: cuando un médico habla
con un periodista debe responder con concisión,
claridad y sencillez, pensando no la persona que tiene delante (el
periodista) sino en las personas que van a ver, oír o leer esa información
(tele espectadores, oyentes o lectores; es decir, la gente normal de la calle).
Pero cuando un médico interviene en un medio de
comunicación, no sólo va a ser visto, oído y leído por la gente de la calle...
sino también por sus colegas, por los responsables políticos, por los cargos de
las instituciones médicas... todos estos son también gente a la que llegan los
medios de comunicación y comparten con la “gente de la calle” el mismo
calificativo de “audiencia del medio”. Y claro, no es lo mismo hablar en el
recinto privado de una consulta médica, ante un único paciente, que ante una
gran audiencia compuesta por todo tipo de personas. El riesgo existe, y ese
riesgo tiene un nombre: posicionamiento.
Cuando un médico acepta responder a un periodista, acepta
implícitamente el riesgo de posicionarse ante la opinión pública y ante la
comunidad científica, profesional y política. Por eso, no deja de sorprender la
ligereza con que muchos médicos se toman las intervenciones ante los medios de
comunicación o la simple entrevista con un periodista. No son conscientes de la
repercusión que pueden llegar a tener sus palabras. Por supuesto que muchas
veces pasarán desapercibidas y apenas si tendrán repercusión, pero otras veces,
sin embargo, pueden llegar a tener un impacto mediático increíble y por eso,
por si acaso, conviene estar siempre preparados y –antes de cualquier
intervención ante los medios- llevar preparado qué es lo que queremos decir y
cómo lo vamos a decir. Es más, también debe llevarse preparado qué es lo que no
queremos decir, en qué temas no vamos a “entrar al trapo”, cómo vamos a escapar
si nos hacen tal pregunta incómoda, etc. Todo esto hay que llevarlo preparado.
Si así lo hacemos, el mensaje que se transmita será el que nosotros hubiésemos
querido y el posicionamiento que refleje la información emitida por los medios
será aquél que ciertamente nos corresponda y con el que nos sintamos
identificados.
De la “relación a dos” que antes existía, es decir
“médico-paciente”, hemos pasado en la actualidad a una “relación a tres”, es
decir: “médico, periodista, paciente”, y por ello el periodista no debería ser un
desconocido para el médico; antes al contrario, el médico debe preocuparse por
conocer mejor cómo son los periodistas y los medios de comunicación, y
prepararse correctamente antes de cualquier intervención ante los mismos.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles
en Amazon.
Fuente: “La Comunicación en Medicina”, Vicente Fisac. Amazon.
(AZprensa) La Red Española de Agencias de Tecnologías
Sanitarias y Prestaciones del Sistema Nacional de Salud (RedETS) ha incluido el
zerobalancing en la lista de
pseudoterapias, es decir, esas terapias que no aportan ningún beneficio –más
allá del efecto placebo- y en cambio sacan un buen dinero a los que se dejan
embaucar por esos falsos beneficios no demostrados científicamente.
El zerobalancing es
una técnica o modalidad de trabajo corporal y manual mente/cuerpo que, según su
fundador, Fritz Frederick Smith, involucra energía y estructura, logrando un
equilibrio en el individuo. Con la información disponible en el momento, no
existe evidencia sobre la seguridad y eficacia de la técnica en ninguna
condición clínica.
Fuente: Informe realizado por la Red Española de Agencias
de Tecnologías Sanitarias y Prestaciones del Sistema nacional de Salud
(RedETS).
Puedes consultar la lista completa de pseudoterapias en
este enlace: https://azpressnews.blogspot.com/2024/04/ochenta-terapias-que-no-sirven-para-nada.html
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon.
(AZprensa) En el presente artículo se demuestra cómo es un auténtico
milagro el que tú, yo y cualquiera de nosotros, esté aquí, ahora, vivo. Porque
el camino de la vida es el más increíble y arriesgado trayecto que pudiéramos
imaginar, y somos muy pocos los que podemos decir que “estamos vivos”. Te
invito a que descubras lo casi imposible que ha sido llegar a este momento en
el que estás leyendo esto…
Dice Jostein Gaarder en “El misterio del solitario” que
“yo creo que todo en el universo es intencionado. Puede que tras esa infinidad
de estrellas y galaxias haya una intención”.
Desde luego, el hecho de que nosotros estemos ahora mismo
vivos y leyendo este artículo es un auténtico milagro. ¿Qué pensarías si te
dijese que, hasta llegar aquí, tu vida ha corrido infinidad de peligros?
¿Sabías que has estado a punto de morir en una epidemia, en una guerra, en una
catástrofe natural e incluso asesinado? ¿Eres consciente de que lo más normal
es que no hubieras nacido? Quizás pienses, al leer esto, que estoy loco; por
ello, trataré de explicártelo.
Sin duda, tu vida, la que tú conoces, ha sido más bien
tranquila. No has estado en ninguna guerra, ni te ha afectado ninguna enfermedad
grave. Como mucho, es posible que te hayas llevado algún susto al cruzar una
calle cuando te pasó cerca un coche que estuvo a punto de atropellarte. O
quizás te has dado algún golpe con el coche... que pudo haber sido mucho peor. Aun
así, nadie puede afirmar que aquél posible accidente hubiera sido mortal.
Entonces ¿por qué es un milagro que estemos vivos?
Echa un poco la vista atrás. Todos tenemos dos padres y
cuatro abuelos. Antes que tú nacieras, ellos pasaron por diversos riesgos. Sin
ir más lejos, la guerra civil española terminó en 1939. Piensa quéhubiera
pasado si alguno de tus padres o abuelos hubiera muerto en aquella guerra
(¡y hubo más de un millón de
muertos!). ¿Tú crees que estarías
aquí? Por supuesto que no; no hubieran podido engendrarte.
Pero también has tenido ocho bisabuelos y dieciséis
tatarabuelos. ¿Qué hubiera pasado si uno sólo de ellos hubiera muerto antes de
engendrar a tu antecesor? Simplemente, no hubieras nacido. Se hubiera roto la
débil cadena de la vida que te ha traído hasta aquí.
Y piensa que, normalmente, cuanto más mires hacia atrás,
mayores son las posibilidades de que alguno de tus antepasados hubiera muerto
antes de traspasar a otro el testigo de tu vida. En el siglo pasado, la
esperanza de vida era menor, las enfermedades se cobraban más vidas que ahora.
Además, cuanto más hacia atrás mires, mayor número de antepasados tienes, y
mayores son las posibilidades de que alguno de ellos hubiera muerto en un
incendio, en una inundación, en un accidente... Con uno solo de esa línea
directa, que hubiera muerto antes de engendrar a tu antecesor, hubiera sido
suficiente para que tú no hubieras nacido.
Porque tus tatarabuelos también fueron a su vez
engendrados. Ellos tuvieron padres y abuelos y sus propios tatarabuelos, y así
hasta la primera célula del primer ser vivo que hubo sobre la Tierra. No está
de más que hagas conmigo este pequeño viaje en el tiempo.
Una mirada atrás.- Ya hemos hablado
de las ocasiones de morir que tuvieron tus padres y/o abuelos durante la guerra
civil, por sólo citar el acontecimiento que más vidas cercenó en nuestra
historia reciente. Pero si coges cualquier libro de historia verás que la misma
ha estado plagada constantemente de guerras y otras muchas catástrofes.
Entre 1904 y 1913 la situación en España era precaria,
con grandes bolsas de pobreza, lo que impulsó la emigración de muchos
españoles. Se calcula que entre esos años hasta un millón y medio de españoles
salió de nuestro país buscando otros horizontes, la mayor parte de ellos hacia
América. Salvo que tú provengas de la familia de alguno de aquellos que
salieron, piensa qué habría pasado si alguno de tus antepasados hubiera salido
en uno de aquellos barcos que partieron hacia América. No se hubiera podido
formar la familia que dio lugar, décadas después, a tu nacimiento.
Si una parte importante de tus antepasados provienen de
Madrid, piensa entonces en el 2 de mayo de 1808. Aquél día (y los que le
siguieron), por ejemplo, murieron miles de madrileños. Y no sólo los varones;
también fueron las mujeres, los ancianos, los niños... ¡Todos salieron a la
calle a luchar contra el invasor con cualquier utensilio o herramienta que
tuvieran a mano: ¡Tijeras, palos, piedras...! Y, por supuesto, fueron muchos
los que murieron. Sin embargo, ¡todos tus antepasados se salvaron! ¿No es
extraordinario? Por lo menos, no murieron sin antes haber engendrado a tu
siguiente antecesor.
Pero si en aquella época ya debías de tener cerca de un
centenar de antepasados directos, un par de siglos antes, el número era mucho
mayor. Y en 1647, por ejemplo, continuas plagas (langosta, sequías, hambruna,
peste...) asolaron España. A finales del siglo XVI la población española era de
sólo 8 millones de habitantes. Valencia, por ejemplo, perdió por la peste 16.000
de sus 60.000 habitantes y Sevilla, por citar otro caso cualquiera, perdió la
mitad de sus 130.000 habitantes. Hubo barrios enteros, como los de San Marcos o
San Gil, que quedaron arrasados por completo. Todas las familias que habían llegado
hasta allí... allí
terminaron. No hubo
un después para ellos y por consiguiente, hoy no existe entre nosotros
ninguno de sus descendientes. Y problemas muy similares se vivieron en Cataluña
entre 1693 y 1995, o en Burgos en 1684...
¿Quieres ir más atrás? Durante los siglos XIV y XV fueron
muchos los españoles que se embarcaron en aquellos frágiles barcos y cruzaron
todos los mares. ¿Sabes cuántos murieron? ¿Cuántos hubo que no pudieron
regresar a sus hogares para haber podido perpetuar su linaje?
Cuando no son las enfermedades o los accidentes, son las
guerras, siempre presentes. ¿Alguno de tus antepasados estuvo en la batalla de
las Navas de Tolosa en 1212? Pues, ¡enhorabuena! ¡Vivió para contarlo y para
que su familia siguiera creciendo! Y además, fue muy afortunado, ya que también
se libró de la epidemia de lepra que hizo estragos en España, principalmente en
el norte de la península.
Si ahora mismo estás aquí, es porque alguno de tus
antepasados estaba vivo en el año 864 y engendró a tu antecesor. Y aquella fue
una época de hambre y peste en España, con una grave crisis demográfica debida
a una serie de años de extrema sequía y plagas.
También tuviste antepasados cristianos, y ya sabes que
fueron perseguidos y masacrados como, por ejemplo, en el año 295 a lo largo de
toda España. Llegados a estas alturas en el retroceso generacional, no sería de
extrañar que también hubieses tenido antepasados en el norte de España, y
quizás fueron de los pocos que sobrevivieron al acoso que los romanos hicieron
durante su dominio de los territorios cántabros y astures.
Pero nuestra estirpe es aún más antigua. Seguramente no
tuvimos ningún antepasado en Numancia (133 A.C.) ni ninguno en Sagunto (219
A.C.) –no estaríamos aquí si los hubiésemos tenido- pero sí en otras regiones
de España. Si estás vivo, es porque tus antepasados que vivieron en el año 300
A.C. se vieron libres de los saqueos. Eran frecuente, entonces, las escenas de
violencia, degüellos, etc., que se sucedían en aldeas y pequeños pueblos. Miles
de españoles lucharon en guerrillas contra romanos y cartagineses. De los
iberos, por ejemplo, se conoce más su afición a la guerra que su dedicación al
trabajo o sus creencias.
No debió ser nada fácil sobrevivir y crear una familia en
el año 600 A.C., cuando los pueblos celtas ocuparon la meseta y la zona oeste
de España, procedentes de la zona de Álava y alto Ebro. Pero algunos sí que lo
consiguieron, ¿sabes quiénes? precisamente tus antepasados que te permiten
ahora el que tú puedas contarlo.
¿Quieres ir más atrás? En el 3.000 A.C. la península
ibérica estaba en plena era neolítica. ¿Cuántas luchas tribales? ¿Cuántas
muertes por enfermedades o por heridas durante la caza de animales para lograr
la subsistencia? Pero algunos sí que lograron dejar una herencia viva que
siguió perpetuándose generación tras generación, hasta llegar a la nuestra.
Lo dejo aquí, pero en realidad puedes ir tan atrás en el
tiempo como quieras. A los primeros homínidos, a sus antecesores no humanos, a
los primeros organismos multicelulares... Y da igual de qué país o nacionalidad
seas, porque en todas partes puedes hacer un camino retrospectivo como este y
comprobar lo milagroso que es el que la cadena de vida que llegó a engendrarte
no su haya roto ni una sola vez a lo largo de miles de años.
Si, desde que se generó la primera chispa de vida sobre
este planeta, uno solo (¡uno solo!) de tus antepasados o de los míos
hubiera muerto (¡y
fíjate si tuvieron
ocasiones para haber muerto!) antes de engendrar esa nueva
vida que continuó su estirpe (la tuya o la mía), no hubiéramos estado aquí
ahora para leer o escribir estas líneas.
Como dice el autor que he citado al comienzo de este
capítulo, “la posibilidad de que ninguno de tus antepasados muriera de niño,
era una contra miles de millones. Porque no se trata únicamente de la peste,
sino que además, todos tus antepasados se hicieron mayores y tuvieron hijos,
incluso durante las peores catástrofes naturales, e incluso en tiempos en que
la tasa de mortalidad infantil era muy alta. Naturalmente muchos padecerían
alguna enfermedad, pero siempre se recuperaron. Has estado a un paso de la
muerte cien mil millones de veces. Tu vida sobre este planeta se ha visto
amenazada por insectos y animales salvajes, por meteoritos y rayos,
enfermedades y guerras”.
Tú mismo, a través de tus antepasados, has intervenido en
muchas batallas a lo largo de la historia. Y lo que es más curioso, has estado
combatiendo contra ti mismo; porque seguramente hubo antepasados tuyos en cada
uno de los dos bandos que se enfrentaron en algunas batallas. Estabas luchando
contra ti mismo; era una batalla ¡contra tus posibilidades de nacer!
Y si quieres abrir aún más la mente, dentro de esta
reflexión, piensa también en los miles de millones de veces en que cualquiera
de tus antepasados pudo no haberse encontrado con aquél que sería su pareja
para procrear. No bastaba con que sobrevivieran a todas las guerras y
calamidades.
De nada te hubiera servido que esa pareja de antepasados
hubiera salido ilesa de la batalla, hubiera superado las enfermedades, se
hubiera librado de mil catástrofes naturales o provocadas, si en un momento
determinado (uno sólo a lo largo de toda su vida) no se hubieran encontrado uno
frente a otro y hubieran sentido ese deseo de atracción o enamoramiento que
unió sus vidas en lo más íntimo para lograr que hoy día, muchos siglos después,
tú pudieras estar aquí.
De vuelta a casa.- Regresamos otra
vez al momento presente, después de este insólito viaje. Pero no dejo de pensar
en todas esas casualidades que me ha concedido la vida. Y cada vez que pienso
en ello me doy cuenta de que son más y más. Mira; esto lo tenemos todos más
cerca. Trata de imaginar un día concreto, ese día exacto 9 meses antes de tu
fecha de nacimiento. Ese día tus padres habían salido de paseo, o habían ido al
cine, o habían ido de compras o de visita. Pasaron muchas cosas ese día y, al
llegar la noche, podían haber estado cansados, sin ganas de hacer nada, o
haberse enfadado uno con otro (como sucede muchas de veces), o haber llegado
más tarde, o haber estado enfermo (una simple diarrea, por ejemplo) alguno de
ellos. Si en aquél momento, a pesar del amor que se profesaban el uno al otro,
hubieran dicho “mejor lo dejamos para mañana”, ¿sabes lo que hubiera pasado?:
Que tú no habrías nacido.
Porque si al día siguiente hubieran estado unidos y
hubieran engendrado un nuevo ser, ese ser no hubieras sido tú, hubiera sido un
nuevo hermano de tus hermanos, pero al que
tú nunca hubieras llegado a
conocer porque tú nunca habrías nacido, porque esa única oportunidad del
espermatozoide que estaba destinado para ti ya habría pasado. Aquella era tu
única oportunidad de venir a “esta” vida... y todas las “coincidencias” de
millones de años de historia a lo largo de la evolución de la vida sobre
nuestro planeta, se dieron cita en ese preciso, único e irrepetible instante
para darte la vida. Porque tú eres el resultado de la unión de ese
espermatozoide (uno entre muchos miles en cada eyaculación) con un óvulo. Si
esa relación sexual de tus padres no se hubiera realizado ese día y en ese
preciso instante, tú no habrías nacido, se habría engendrado posiblemente otro
ser distinto, hermano de tus hermanos, porque el espermatozoide que dio lugar a
la fecundación del óvulo hubiera sido otro en esta ocasión.
Como dice Gaarder en su libro, “la posibilidad de que mi
cadena no se rompiera en ningún momento en el transcurso de tres o cuatro mil
millones de años es tan remota que resulta casi impensable”.
Por eso, porque resulta todo tan impensable, el que se
hayan sucedido durante cuatro mil millones de años esa enorme cadena de
posibilidades que conduce a cada uno de nosotros, es un argumento más en apoyo
de que nosotros y nuestro mundo no somos una “casualidad” sino algo
verdaderamente “intencionado”.
Hemos llegado hasta aquí y los que estamos leyendo este
libro, hemos acumulado una nueva “casualidad” que nos debe hacer pensar en
nuestra verdadera razón de ser y existir. Una llamada de atención sobre nuestra
misión en la vida.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles
en Amazon.
Fuente: “Nos son coincidencias”, Vicente Fisac. Amazon.
(AZprensa) La Red Española de Agencias de Tecnologías
Sanitarias y Prestaciones del Sistema Nacional de Salud (RedETS) ha incluido el
chi-kung/qigong en la lista de
pseudoterapias, es decir, esas terapias que no aportan ningún beneficio –más
allá del efecto placebo- y en cambio sacan un buen dinero a los que se dejan
embaucar por esos falsos beneficios no demostrados científicamente.
El chi-kung/qigong,
consiste en ejercicios de respiración y movimiento con algún posible beneficio
para la salud. Con él, se pueden trabajar todos los músculos del cuerpo
potenciando la fuerza, la flexibilidad y el equilibrio. Sanidad concluye que
podría tener el beneficio propio de una actividad física de bajo impacto sobre
las personas con enfermedades osteomusculares y en aquellas donde pueda
contribuir a disminuir los niveles de estrés y mejorar la calidad de vida con
un riesgo bajo de efectos adversos. Sin embargo, alerta de que «la evidencia
que sustenta esta afirmación es de baja calidad».
Fuente: Informe realizado por la Red Española de Agencias
de Tecnologías Sanitarias y Prestaciones del Sistema nacional de Salud
(RedETS).
Puedes consultar la lista completa de pseudoterapias en
este enlace: https://azpressnews.blogspot.com/2024/04/ochenta-terapias-que-no-sirven-para-nada.html
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
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