(AZprensa) Las cifras de prevalencia del asma son muy elocuentes: el asma va ligada a la civilización. En países del tercer mundo o muy poco poblados (como los esquimales) es una enfermedad prácticamente desconocida, mientras que en el mundo desarrollado afecta al 5 por ciento de los adultos y al 10 por ciento de los niños, en términos generales.
El asma es una enfermedad que genera elevados costes económicos derivados del absentismo laboral. Por otra parte continúa provocando dos muertes por cada 100.000 enfermos en nuestro país.
La sintomatología presenta respiración sibilante (pitos), diseña o fatiga, tos, secreciones y opresión torácica. Entre sus causas hay que diferenciar aquellas generadoras de la sensibilización, o agentes alergénicos, destacándose ácaros, polen, epitelio de animales y hongos; y aquellas que ocurren como desencadenantes, de origen tan diverso como exposición al humo del tabaco, cambios bruscos de temperatura, el estrés o incluso ciertos alimentos como he o el chocolate. Sin embargo aún no se ha podido establecer la relación entre el asma y el componente hereditario, aunque todo parece apuntar a que los hijos de pacientes asmáticos tienen una mayor predisposición a padecer la enfermedad.
“Entre los aspectos más actuales se encuentra también el referido a la calidad de vida de los pacientes”, en opinión del Dr. Vicente Plaza. Según el cuestionario respiratorio de St. George, los asmáticos tiene una calidad de vida similar a los de la EPOC, que se caracteriza sobre todo por la pérdida de movilidad y autonomía. Esta es especialmente acusada en los niños, afectándoles sobre todo en lo relativo al esfuerzo.
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