(AZprensa) La escultura, como arte que da forma a la
materia para expresar ideas, emociones o conceptos, parece a primera vista
distante del mundo técnico y científico de la industria farmacéutica. Sin embargo,
al explorar más a fondo, se revelan conexiones sorprendentes entre estas dos
esferas. Ambas disciplinas, en su esencia, buscan transformar lo intangible en
algo tangible, ya sea moldeando materiales para crear obras de arte o
sintetizando moléculas para curar enfermedades. Escultura e industria farmacéutica
comparten procesos creativos, simbolismos y un compromiso con el impacto
humano.
1. La Forma como Expresión
La escultura transforma materiales brutos —mármol,
bronce, arcilla— en formas que comunican significado. De manera similar, la
industria farmacéutica transforma compuestos químicos en medicamentos que
salvan vidas. Ambos procesos requieren una comprensión profunda de la materia:
el escultor debe conocer las propiedades de su medio, mientras que el químico
farmacéutico debe dominar las interacciones moleculares. Esta manipulación de
la materia para crear algo funcional y significativo es un punto de
convergencia clave.
Por ejemplo, en el diseño de medicamentos, los
científicos utilizan modelos tridimensionales de moléculas para entender cómo
encajan en los receptores biológicos, un proceso que recuerda al trabajo del
escultor que visualiza y da forma a una estructura en el espacio. La creación
de estatinas, como la atorvastatina, requirió un diseño molecular preciso,
similar a cómo un escultor talla una figura para lograr proporciones exactas, o
cómo del omeprazol sacaron su isómero: el esomeprazol. En este sentido, la
farmacéutica esculpe a nivel microscópico, dando forma a moléculas que, aunque
invisibles, tienen un impacto monumental.
2. Simbolismo y Narrativa
La escultura ha sido históricamente un medio para
conmemorar y comunicar ideas. En el contexto de la industria farmacéutica, las
esculturas han servido como símbolos de los avances médicos y el impacto humano
de esta industria. Por ejemplo, muchas empresas farmacéuticas encargan
esculturas para sus campus o edificios, como el caso de los laboratorios de
Novartis en Basilea, que cuentan con obras de arte que reflejan la innovación y
la creatividad. Estas piezas no solo embellecen el espacio, sino que también
narran la misión de la industria: mejorar la vida humana.
Un caso emblemático es la escultura “The Helix” de Robert
Indiana, instalada en el campus de Eli Lilly en Indianápolis. Esta obra,
inspirada en la estructura del ADN, no solo celebra el descubrimiento
científico que sustenta la investigación farmacéutica, sino que también
humaniza la ciencia al presentarla en una forma artística accesible. La
escultura, como la farmacéutica, convierte lo abstracto (el código genético, la
cura de una enfermedad) en algo tangible y comprensible.
3. Innovación y Experimentación
Tanto la escultura como la industria farmacéutica
dependen de la experimentación y la innovación. Los escultores, desde Miguel
Ángel hasta artistas contemporáneos como Anish Kapoor, han explorado nuevos
materiales y técnicas para expandir los límites de su arte. De manera similar,
la farmacéutica impulsa la innovación a través de la investigación y el
desarrollo de nuevos medicamentos, como los recientes avances en terapias
génicas o inmunoterapias.
Esta convergencia es evidente en el uso de tecnologías
compartidas, como la impresión 3D. En la escultura, la impresión 3D ha
permitido a artistas crear formas complejas con una precisión sin precedentes.
En la farmacéutica, esta misma tecnología se utiliza para desarrollar modelos
de órganos, prótesis o incluso medicamentos personalizados, como píldoras con
dosificaciones específicas. En ambos casos, la tecnología sirve como un puente
entre la creatividad y la precisión, permitiendo la creación de formas que
antes eran inimaginables.
4. El Impacto Humano
La escultura, en su capacidad de evocar emociones y
conectar con el espectador, tiene un propósito profundamente humano. La
industria farmacéutica comparte este enfoque, buscando aliviar el sufrimiento y
mejorar la calidad de vida. En algunos casos, esta conexión se manifiesta de
manera directa: esculturas diseñadas para espacios médicos, como hospitales o
centros de investigación, pueden tener un efecto terapéutico. Por ejemplo, las
instalaciones escultóricas en los jardines de hospitales, como las obras de
Barbara Hepworth en el Reino Unido, crean entornos que promueven la calma y la
reflexión, complementando el trabajo de la medicina.
Además, la farmacéutica ha inspirado a artistas
escultores a abordar temas relacionados con la salud y el cuerpo. La artista
Damien Hirst, conocido por sus obras provocativas, ha explorado la relación
entre la medicina y la mortalidad en piezas como Pharmacy (1992), una
instalación que recrea una farmacia con estanterías llenas de medicamentos.
Esta obra, aunque no es una escultura tradicional, utiliza la forma para
reflexionar sobre la dependencia humana de la farmacéutica y su papel en la
vida moderna.
5. Ética y Estética
Tanto la escultura como la industria farmacéutica
enfrentan cuestiones éticas que enriquecen su relación. En la escultura, los
debates sobre la apropiación cultural o el impacto ambiental de ciertos
materiales reflejan una preocupación por el papel del arte en la sociedad. En
la farmacéutica, los dilemas éticos —como el acceso equitativo a medicamentos o
los ensayos clínicos en poblaciones vulnerables— son centrales. La escultura
puede servir como un medio para visibilizar estas cuestiones, como en las obras
de artistas que abordan la crisis de los opioides o la desigualdad en el acceso
a tratamientos.
Por ejemplo, la escultora Cornelia Parker, en su obra
Breathless (2001), utiliza objetos aplastados para reflexionar sobre la
fragilidad de la vida, un tema que resuena con los objetivos de la farmacéutica
de proteger la salud humana. Estas obras escultóricas no solo dialogan con la
ciencia, sino que también amplifican su impacto ético y social.
Podemos decir que la relación entre la escultura y la
industria farmacéutica trasciende la mera coincidencia estética o funcional.
Ambas disciplinas comparten un compromiso con la transformación de la materia,
la innovación técnica y el impacto humano. La escultura, al dar forma al mundo
físico, refleja los esfuerzos de la farmacéutica por moldear soluciones para la
salud. Ya sea a través de obras que celebran los avances científicos, espacios
que sanan o reflexiones artísticas sobre los dilemas éticos de la industria, la
escultura y la farmacéutica convergen en un diálogo que combina forma, función
y significado. En este cruce, la escultura no solo embellece el mundo de la
ciencia, sino que también lo humaniza, recordándonos que tanto el arte como la
medicina buscan, en última instancia, mejorar la experiencia humana.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“El legado farmacéutico de Alfred Nobel”: https://www.amazon.es/dp/1699846413
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