miércoles, 22 de octubre de 2025

La industria farmacéutica y el Cine

(AZprensa)
El cine, como séptimo arte, ha tenido una relación compleja y fascinante con la industria farmacéutica, un sector que, por su impacto en la salud y la sociedad, se presta a narrativas cargadas de conflicto, intriga y dilemas éticos. A lo largo de la historia del cine, los laboratorios farmacéuticos han sido retratados predominantemente como antagonistas, aunque también existen excepciones que destacan su papel en la investigación y el desarrollo de medicamentos que salvan vidas. Esta dualidad refleja tanto las críticas sociales hacia la industria como el reconocimiento de sus avances científicos, convirtiendo al cine en un medio privilegiado para explorar las tensiones entre ciencia, ética y poder.
 
Los laboratorios como villanos
 
En el imaginario cinematográfico, los laboratorios farmacéuticos suelen ser representados como entidades poderosas y, a menudo, moralmente cuestionables. Este arquetipo responde a una percepción social que asocia a la industria con prácticas como la maximización de beneficios a expensas de la salud pública, la manipulación de ensayos clínicos o la comercialización agresiva de medicamentos. Películas como El jardinero fiel (2005), basada en la novela de John le Carré, exponen esta visión crítica al mostrar cómo una farmacéutica ficticia realiza ensayos clínicos poco éticos en poblaciones vulnerables de África. La cinta no solo denuncia las prácticas de explotación, sino que también pone en el centro del debate la desigualdad en el acceso a medicamentos esenciales.
 
Otro ejemplo icónico es Misión: Imposible II (2000), donde la trama gira en torno a un virus creado por una farmacéutica para lucrarse con su antídoto. Aunque esta película se enmarca en el género de acción y exagera los elementos conspirativos, refleja una desconfianza generalizada hacia las motivaciones de la industria. Asimismo, Efectos secundarios (2013) de Steven Soderbergh aborda el impacto de los psicofármacos y el marketing farmacéutico, mostrando cómo las decisiones comerciales pueden influir en la prescripción médica, a menudo con consecuencias devastadoras.
 
Esta representación negativa no es casual. El cine, como arte narrativo, tiende a amplificar los conflictos para generar empatía y drama. Los laboratorios, con su poder económico y su influencia en la salud global, son un blanco fácil para encarnar al “villano corporativo”. Además, los escándalos reales, como el caso de la talidomida en los años 50 o las controversias sobre los precios de medicamentos esenciales, han alimentado esta percepción, proporcionando material para guiones que resuenan con el público.
 
Excepciones: el lado humano de la investigación farmacéutica
 
A pesar de la tendencia a demonizar a la industria, el cine también ha sabido destacar el papel positivo de los laboratorios en la lucha contra enfermedades y el avance científico. Películas como Dallas Buyers Club (2013) muestran un enfoque más matizado. Aunque la cinta critica las restricciones regulatorias y la lentitud de la industria para aprobar medicamentos contra el VIH/SIDA en los años 80, también reconoce el impacto transformador de los tratamientos antirretrovirales desarrollados por los laboratorios. La historia de Ron Woodroof, interpretado por Matthew McConaughey, pone de manifiesto cómo la investigación farmacéutica, aunque imperfecta, puede ser una aliada en la lucha por la supervivencia.
 
Otro ejemplo es Lorenzo’s Oil (1992), basada en hechos reales, que narra la incansable búsqueda de unos padres para encontrar un tratamiento para la adrenoleucodistrofia, una enfermedad rara que afecta a su hijo. Aunque la película critica la burocracia médica y farmacéutica, también celebra la colaboración entre los protagonistas y los científicos para desarrollar un aceite experimental que prolonga la vida del niño. Esta historia destaca el potencial redentor de la investigación farmacéutica cuando se alinea con el bienestar humano.
 
Más recientemente, documentales como The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley (2019) han explorado casos específicos, como el escándalo de Theranos, que, aunque no es estrictamente una farmacéutica tradicional, aborda temas relacionados con la innovación médica y los límites éticos. Por otro lado, cintas como Contagio (2011) muestran a científicos y laboratorios trabajando contrarreloj para desarrollar una vacuna contra una pandemia, reflejando el papel crucial de la industria en crisis sanitarias globales.
 
El cine como espejo de la sociedad
 
La relación entre el cine y la industria farmacéutica es única entre las siete artes debido a la capacidad del cine para combinar narrativa, emoción y espectáculo visual. A diferencia de la literatura, que puede profundizar en detalles técnicos, o de la pintura, que captura momentos estáticos, el cine ofrece una plataforma dinámica para explorar los dilemas éticos y humanos asociados con los laboratorios. La música, la fotografía y las actuaciones potencian la capacidad del cine para generar empatía o rechazo hacia los personajes y las instituciones representadas.
 
Además, el cine tiene un alcance masivo, lo que le permite moldear percepciones públicas sobre la industria farmacéutica. Películas que critican a los laboratorios refuerzan la desconfianza social, mientras que aquellas que celebran sus logros pueden inspirar admiración por la ciencia. Esta dualidad refleja la ambivalencia de la sociedad hacia una industria que, por un lado, salva vidas y, por otro, opera en un contexto de intereses económicos y políticos.
 
La relación entre el cine y la industria farmacéutica es un reflejo de las tensiones inherentes a un sector que oscila entre la innovación y la controversia. Mientras que los laboratorios son frecuentemente retratados como villanos en historias de conspiración y abuso de poder, también hay narrativas que reconocen su papel en la lucha contra enfermedades y el avance del conocimiento humano. Esta ambivalencia convierte al cine en un medio poderoso para explorar los claroscuros de la industria farmacéutica, invitando al espectador a reflexionar sobre los dilemas éticos, sociales y científicos que definen nuestra era. Entre todas las artes, el cine destaca por su capacidad para transformar estas cuestiones en historias que no solo entretienen, sino que también desafían nuestras percepciones sobre la salud, la ciencia y el poder.
 

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