(AZprensa) El
cine, como séptimo arte, ha tenido una relación compleja y fascinante con la
industria farmacéutica, un sector que, por su impacto en la salud y la
sociedad, se presta a narrativas cargadas de conflicto, intriga y dilemas
éticos. A lo largo de la historia del cine, los laboratorios farmacéuticos han
sido retratados predominantemente como antagonistas, aunque también existen
excepciones que destacan su papel en la investigación y el desarrollo de
medicamentos que salvan vidas. Esta dualidad refleja tanto las críticas
sociales hacia la industria como el reconocimiento de sus avances científicos,
convirtiendo al cine en un medio privilegiado para explorar las tensiones entre
ciencia, ética y poder.
Los
laboratorios como villanos
En
el imaginario cinematográfico, los laboratorios farmacéuticos suelen ser
representados como entidades poderosas y, a menudo, moralmente cuestionables.
Este arquetipo responde a una percepción social que asocia a la industria con
prácticas como la maximización de beneficios a expensas de la salud pública, la
manipulación de ensayos clínicos o la comercialización agresiva de
medicamentos. Películas como El jardinero fiel (2005), basada en la novela de
John le Carré, exponen esta visión crítica al mostrar cómo una farmacéutica
ficticia realiza ensayos clínicos poco éticos en poblaciones vulnerables de
África. La cinta no solo denuncia las prácticas de explotación, sino que
también pone en el centro del debate la desigualdad en el acceso a medicamentos
esenciales.
Otro
ejemplo icónico es Misión: Imposible II (2000), donde la trama gira en torno a
un virus creado por una farmacéutica para lucrarse con su antídoto. Aunque esta
película se enmarca en el género de acción y exagera los elementos
conspirativos, refleja una desconfianza generalizada hacia las motivaciones de
la industria. Asimismo, Efectos secundarios (2013) de Steven Soderbergh aborda
el impacto de los psicofármacos y el marketing farmacéutico, mostrando cómo las
decisiones comerciales pueden influir en la prescripción médica, a menudo con
consecuencias devastadoras.
Esta
representación negativa no es casual. El cine, como arte narrativo, tiende a
amplificar los conflictos para generar empatía y drama. Los laboratorios, con
su poder económico y su influencia en la salud global, son un blanco fácil para
encarnar al “villano corporativo”. Además, los escándalos reales, como el caso
de la talidomida en los años 50 o las controversias sobre los precios de
medicamentos esenciales, han alimentado esta percepción, proporcionando
material para guiones que resuenan con el público.
Excepciones:
el lado humano de la investigación farmacéutica
A
pesar de la tendencia a demonizar a la industria, el cine también ha sabido
destacar el papel positivo de los laboratorios en la lucha contra enfermedades
y el avance científico. Películas como Dallas Buyers Club (2013) muestran un
enfoque más matizado. Aunque la cinta critica las restricciones regulatorias y
la lentitud de la industria para aprobar medicamentos contra el VIH/SIDA en los
años 80, también reconoce el impacto transformador de los tratamientos
antirretrovirales desarrollados por los laboratorios. La historia de Ron
Woodroof, interpretado por Matthew McConaughey, pone de manifiesto cómo la
investigación farmacéutica, aunque imperfecta, puede ser una aliada en la lucha
por la supervivencia.
Otro
ejemplo es Lorenzo’s Oil (1992), basada en hechos reales, que narra la
incansable búsqueda de unos padres para encontrar un tratamiento para la
adrenoleucodistrofia, una enfermedad rara que afecta a su hijo. Aunque la
película critica la burocracia médica y farmacéutica, también celebra la
colaboración entre los protagonistas y los científicos para desarrollar un
aceite experimental que prolonga la vida del niño. Esta historia destaca el
potencial redentor de la investigación farmacéutica cuando se alinea con el
bienestar humano.
Más
recientemente, documentales como The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley
(2019) han explorado casos específicos, como el escándalo de Theranos, que,
aunque no es estrictamente una farmacéutica tradicional, aborda temas
relacionados con la innovación médica y los límites éticos. Por otro lado,
cintas como Contagio (2011) muestran a científicos y laboratorios trabajando
contrarreloj para desarrollar una vacuna contra una pandemia, reflejando el
papel crucial de la industria en crisis sanitarias globales.
El
cine como espejo de la sociedad
La
relación entre el cine y la industria farmacéutica es única entre las siete
artes debido a la capacidad del cine para combinar narrativa, emoción y
espectáculo visual. A diferencia de la literatura, que puede profundizar en
detalles técnicos, o de la pintura, que captura momentos estáticos, el cine
ofrece una plataforma dinámica para explorar los dilemas éticos y humanos
asociados con los laboratorios. La música, la fotografía y las actuaciones
potencian la capacidad del cine para generar empatía o rechazo hacia los
personajes y las instituciones representadas.
Además,
el cine tiene un alcance masivo, lo que le permite moldear percepciones
públicas sobre la industria farmacéutica. Películas que critican a los
laboratorios refuerzan la desconfianza social, mientras que aquellas que
celebran sus logros pueden inspirar admiración por la ciencia. Esta dualidad
refleja la ambivalencia de la sociedad hacia una industria que, por un lado,
salva vidas y, por otro, opera en un contexto de intereses económicos y
políticos.
La
relación entre el cine y la industria farmacéutica es un reflejo de las
tensiones inherentes a un sector que oscila entre la innovación y la
controversia. Mientras que los laboratorios son frecuentemente retratados como
villanos en historias de conspiración y abuso de poder, también hay narrativas
que reconocen su papel en la lucha contra enfermedades y el avance del
conocimiento humano. Esta ambivalencia convierte al cine en un medio poderoso
para explorar los claroscuros de la industria farmacéutica, invitando al
espectador a reflexionar sobre los dilemas éticos, sociales y científicos que
definen nuestra era. Entre todas las artes, el cine destaca por su capacidad
para transformar estas cuestiones en historias que no solo entretienen, sino
que también desafían nuestras percepciones sobre la salud, la ciencia y el
poder.
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