Pero ¿y el alma? (o la mente si es que eres ateo) ¿Cambia también o permanece inmutable? Nuestro ser espiritual recorre igualmente un camino y en ese camino va adquiriendo conocimientos y experiencias, padecimientos y alegrías, y todo ello lo va igualmente modelando. De ahí que al cabo de unos cuantos años también nuestro ser interior sea bastante diferente del que fuimos antaño.
Si el cuerpo físico cambia con los años y nuestro ser interno también, es lógico deducir que si nos comparamos con nosotros mismos en dos momentos distantes de nuestra existencia, nos encontremos con dos seres diferentes, con muchas similitudes –por supuesto- pero también con notables e importantes diferencias.
Por eso, cuando al cabo de muchos años se encuentran dos personas que tiempo atrás fueron grandes amig@s, el reencuentro suele dejar la amarga constancia de que aquellas dos personas del pasado son ahora dos desconocidos que tan sólo coinciden en que ambos tienen una serie de recuerdos en común pero ya no queda nada de aquél feeling, de aquella complicidad, de aquella amistad o amor que existió entre esas dos personas.
En realidad, cada uno de nosotros es una persona diferente cada día, cada hora, cada segundo, cada yoctosegundo (cuatrillonésima parte de un segundo), cada...
¿Será por eso que cada vez que uno se encuentra con un
amigo del pasado –a quien no se veía desde hace muchos años- se da cuenta que
ya no existe la conexión de antaño, como si ahora se tratase de dos personas
diferentes? Es que lo son. Son –ahora- dos personas diferentes.
Descubre qué hay al otro lado...
“No son coincidencias”: https://amzn.to/2OCmSsO
No hay comentarios:
Publicar un comentario