La
primera mitad de esta década vio al mundo en guerra. La II Guerra Mundial fue
un potente estímulo para el avance de la ciencia y de la tecnología.
El
descubrimiento y fabricación de la penicilina inauguró la revolución farmacológica
de la era moderna. Aunque la penicilina fue descubierta en 1929, su significado
sólo se apreció en su totalidad en 1941 con la publicación en la revista Lancet de un artículo del profesor
Howard Florey (premio Nobel que colaboró con el grupo químico internacional
ICI) y otros científicos de Oxford. Concentrándose en el descubrimiento de la
penicilina, los científicos aislaron una cantidad suficiente para administrarla
a nueve pacientes con un éxito asombroso.
Mientras
Fleming y Florey estaban recibiendo el título de “Sir” en 1944, los suministros
de penicilina ya habían sido lanzados en paracaídas a Francia, sólo seis horas
después del primer desembarco. A las 10 a.m. del Día-D, ya se había
administrado penicilina a un joven soldado herido.
Después
de la penicilina, siguió la búsqueda de antibióticos más eficaces y se
descubrieron y desarrollaron nuevas clases como las cefalosporinas...
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