(AZprensa) A veces los versos de un poema caminan tan
deprisa como el andar apresurado de quien acude al encuentro de su amada. Este poema
titulado “Te busco” bien podría ser un ejemplo representativo:
Te busco, te espero...
Camino por las calles,
unas alegres, otras solitarias;
voy a tu encuentro.
Madrid céntrico, corazón de España.
Consulto el reloj y acelero.
Me dirijo hacia ti; la impaciencia
me invade y siento cómo
el corazón emocionado salta de alegría.
Atravieso una plaza, entro en el metro.
Estación tras estación
pasan rápidas.
Luego salgo y camino.
Te busco, sé dónde y me alegro.
Después otra plaza, más calles;
me dirijo a la cita puntual, contento.
Una calle sorteando a la gente,
voy en tu busca, y en los labios la sonrisa,
la impaciencia por verte, por sentir
que tú estás a mi lado.
Después de unos largos minutos, llego.
No estás y te espero; yo, tranquilo.
Todo está calmado.
Doy un paso, me detengo,
elevo mi vista; te espero...
(Vicente
Fisac, “Introducción al amor”)
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