Que el plástico forma parte de nuestra
vida cotidiana, no cabe la menor duda. Tan amplia utilización no está tampoco
exenta de problemas, fundamentalmente el de sus residuos. Por este motivo los
científicos llevan tiempo buscando nuevos y mejores plásticos que, a la hora de
su desecho, no originen problemas. La solución ha venido a través de los
denominados “plásticos biodegradables” y a partir de aquí la imaginación de los
científicos parece no encontrar límite.
Si contemplásemos un enorme y bien
cuidado campo de colza o de patatas, por ejemplo, y nos dijeran que se trata de
una fábrica de plásticos ¿no creeríamos acaso que nos estaban tomando el pelo?
Sin embargo este sueño ecológico empieza a ser ya una realidad.
El Dr. Bernard Witholt, del Instituto
Federal Suizo de Tecnología de Zurich, ha concebido un proceso mediante el cual
las patatas, en virtud de la ingeniería genética, en vez de transformar en
almidón los compuestos ricos en carbono, los transforman en un plástico de
utilidad comercial y que –además- es biodegradable.
Los científicos de la compañía de
biociencia Zéneca, transfirieron a plantas de colza genes de bacterias
similares, produciendo un plástico biodegradable que ya está siendo utilizado
de forma industrial. El plástico así obtenido, denominado polihidroxibutirato
(PHB), mantiene todas las propiedades del material plástico tradicional, entre
ellas, por supuesto, la flexibilidad.
Actualmente diversas compañías de
biociencia están trabajando en esta línea. Algunos estudios recientes apuntan
incluso a la posibilidad de transferir los genes a árboles, lo que permitiría
cultivar plástico en plantaciones forestales, al igual que se hace con el
caucho.
Muchos envases no retornables de bebidas,
champús, etc. que se están vendiendo hoy en día en Europa, Estados Unidos y
Japón, están hechos con “Biopol”. Este
plástico biodegradable desarrollado por Zéneca es elaborado por las bacterias
cuando se alimentan con azúcar. Se trata, pues, de un producto biológico, como
es el resultado de un proceso de fermentación en el que se suministra una gran
cantidad de azúcar a las bacterias, las cuales depositan el plástico de la
misma forma en que los seres humanos depositan grasa. Después, el plástico es
extraído, refinado y utilizado en la fabricación de películas, recipientes y
fibras.
Los microbiólogos ya se han acostumbrado
a la idea de que si uno busca con suficiente entusiasmo, se pueden encontrar
microorganismos que se alimenten con cualquier sustancia imaginable. Incluso se
han llegado a encontrar bacterias que ingerían uranio, el principal ingrediente
del combustible de los reactores nucleares.
Aunque mucho más familiares resultan ya
las bacterias Pseudomonas olevorans, cuyo voraz apetito por el petróleo
hace que se cultiven para su utilización en la eliminación de los vertidos de
petróleo.
También para la industria farmacéutica
tienen un gran interés estos nuevos plásticos. Gracias a su biodegradabilidad
se pueden emplear en forma de microcápsulas para la administración de fármacos.
La lenta y homogénea degradación de las cápsulas en el interior del cuerpo
humano permitirán la liberación del fármaco de una manera estable durante el
período de tiempo para el que se hubiesen programado.
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