Algunos
quieren poner el co-pago (que no sea gratis ir al médico, sino que haya que
pagar alguna cantidad) en la sanidad pública, no se sabe muy bien si con un
afán “recaudatorio” o simplemente “disuasorio” (para evitar abusos y que la
gente solo vaya al médico cuando de verdad lo necesite).
Si la cantidad que fijan es muy pequeña, sólo algo simbólico como, por ejemplo, un euro por consulta, van a ser mayores los gastos contables de gestión que los ingresos y además prácticamente nadie va a dejar de ir al médico por tan módico precio.
Si la cantidad es más alta, sí compensará recaudar (en principio), sin embrago habrá más gente que se lo piense antes de ir al médico. Esas personas acudirán a la autoprescripción, a las medicinas alternativas o simplemente a no hacer nada hasta que estén peor, y entonces sí irán al médico y su curación resultará más cara que si hubiesen detectado y detenido a tiempo su enfermedad. En consecuencia, de ahorro nada y de daño a la salud de los ciudadanos, bastante.
El co-pago ya existe en otros sectores, como el del automóvil. En los seguros de coches está el sistema de “franquicia” (¡mira que ponerle este nombre en plena democracia!) por el cual cada uno paga la primera parte del coste del arreglo y a partir de ahí corre a cargo del seguro. Los resultados son evidentes: se reduce el número de partes a las aseguradoras, y miles de coches con pequeños arañazos, golpecitos, roturas van circulando por ahí hasta que tengan algo más gordo y entonces sí den el correspondiente parte.
Otro sistema “disuasorio” que se ha empezado a aplicar en sanidad es la denominada “factura sombra”. Tras salir del hospital te dan una factura “sólo a efectos informativos” de lo que ha costado esa intervención o esas pruebas y que te ha salido gratis. Se piensa (¿de verdad se “piensa”?) que el ciudadano verá esa cifra y pensará: “hay que ver cuánto he costado al sistema público; la próxima vez me aguantaré en casa y no vendré para que esos recursos puedan ser utilizados en otras personas más necesitadas”. Absurdo ¿verdad? La realidad es la opuesta: el sentimiento que genera la “factura sombra” es de alegría: “con todo lo que pago de impuestos, ya era hora que se gastasen algo en mí”. Y en esa lógica, el ciudadano estará encantado de que le hagan muchas pruebas y que sean muy caras, en resarcimiento a la sangría de impuestos que todos padecemos.
También aquí hay ejemplos en el sector del automóvil. Con el “seguro a todo riesgo” cualquier conductor podía conducir alegremente (nadie va a estrellar su coche a propósito para “amortizar” su seguro, pero sí que le importará un bledo cualquier pequeño golpecito o arañazo, ya que “el seguro paga”). Esto, que fue así durante unos años, condujo al abuso (daba una gran alegría cuando firmábamos en el taller y veíamos el precio que pagaba el seguro “¡bien, con esto ya lo he amortizado!” nos decíamos) y las aseguradoras tuvieron que poner ciertos límites, como por ejemplo un máximo de tres partes al año, con lo cual nadie va a abusar dando partes de un pequeño arañazo no sea que luego tenga necesidad del seguro para otra cosa más importante. Por consiguiente una “factura sombra” que no obligue a nada será igual que el antiguo seguro “a todo riesgo” al que han tenido que poner freno por el abuso del mismo.
Por consiguiente, ni el co-pago ni la factura sombra son medidas que puedan frenar el consumismo sanitario. Para atajar un problema hay que ir a su raíz y esta tiene dos orígenes: (1) La educación de los ciudadanos, el todo gratis y la insolidaridad habría que atajarlas dando ejemplo desde las altas esferas. (2) Los médicos deberían dedicar a cada paciente el tiempo “necesario” y de esta forma no tendrían que encargar tantas pruebas costosas ni derivaciones a otro especialista, aparte de que el trato humano (que requiere tiempo) tiene también efecto terapéutico.
Si de verdad quieren soluciones, que contraten más médicos para que dediquen todo el tiempo necesario a cada paciente y sólo se encarguen las pruebas imprescindibles. Para ahorrar hay un inmenso campo en todo lo superfluo: burocracia y cargos de gestión. Más tropa y menos mandos; eso es lo que hace falta.
Si la cantidad que fijan es muy pequeña, sólo algo simbólico como, por ejemplo, un euro por consulta, van a ser mayores los gastos contables de gestión que los ingresos y además prácticamente nadie va a dejar de ir al médico por tan módico precio.
Si la cantidad es más alta, sí compensará recaudar (en principio), sin embrago habrá más gente que se lo piense antes de ir al médico. Esas personas acudirán a la autoprescripción, a las medicinas alternativas o simplemente a no hacer nada hasta que estén peor, y entonces sí irán al médico y su curación resultará más cara que si hubiesen detectado y detenido a tiempo su enfermedad. En consecuencia, de ahorro nada y de daño a la salud de los ciudadanos, bastante.
El co-pago ya existe en otros sectores, como el del automóvil. En los seguros de coches está el sistema de “franquicia” (¡mira que ponerle este nombre en plena democracia!) por el cual cada uno paga la primera parte del coste del arreglo y a partir de ahí corre a cargo del seguro. Los resultados son evidentes: se reduce el número de partes a las aseguradoras, y miles de coches con pequeños arañazos, golpecitos, roturas van circulando por ahí hasta que tengan algo más gordo y entonces sí den el correspondiente parte.
Otro sistema “disuasorio” que se ha empezado a aplicar en sanidad es la denominada “factura sombra”. Tras salir del hospital te dan una factura “sólo a efectos informativos” de lo que ha costado esa intervención o esas pruebas y que te ha salido gratis. Se piensa (¿de verdad se “piensa”?) que el ciudadano verá esa cifra y pensará: “hay que ver cuánto he costado al sistema público; la próxima vez me aguantaré en casa y no vendré para que esos recursos puedan ser utilizados en otras personas más necesitadas”. Absurdo ¿verdad? La realidad es la opuesta: el sentimiento que genera la “factura sombra” es de alegría: “con todo lo que pago de impuestos, ya era hora que se gastasen algo en mí”. Y en esa lógica, el ciudadano estará encantado de que le hagan muchas pruebas y que sean muy caras, en resarcimiento a la sangría de impuestos que todos padecemos.
También aquí hay ejemplos en el sector del automóvil. Con el “seguro a todo riesgo” cualquier conductor podía conducir alegremente (nadie va a estrellar su coche a propósito para “amortizar” su seguro, pero sí que le importará un bledo cualquier pequeño golpecito o arañazo, ya que “el seguro paga”). Esto, que fue así durante unos años, condujo al abuso (daba una gran alegría cuando firmábamos en el taller y veíamos el precio que pagaba el seguro “¡bien, con esto ya lo he amortizado!” nos decíamos) y las aseguradoras tuvieron que poner ciertos límites, como por ejemplo un máximo de tres partes al año, con lo cual nadie va a abusar dando partes de un pequeño arañazo no sea que luego tenga necesidad del seguro para otra cosa más importante. Por consiguiente una “factura sombra” que no obligue a nada será igual que el antiguo seguro “a todo riesgo” al que han tenido que poner freno por el abuso del mismo.
Por consiguiente, ni el co-pago ni la factura sombra son medidas que puedan frenar el consumismo sanitario. Para atajar un problema hay que ir a su raíz y esta tiene dos orígenes: (1) La educación de los ciudadanos, el todo gratis y la insolidaridad habría que atajarlas dando ejemplo desde las altas esferas. (2) Los médicos deberían dedicar a cada paciente el tiempo “necesario” y de esta forma no tendrían que encargar tantas pruebas costosas ni derivaciones a otro especialista, aparte de que el trato humano (que requiere tiempo) tiene también efecto terapéutico.
Si de verdad quieren soluciones, que contraten más médicos para que dediquen todo el tiempo necesario a cada paciente y sólo se encarguen las pruebas imprescindibles. Para ahorrar hay un inmenso campo en todo lo superfluo: burocracia y cargos de gestión. Más tropa y menos mandos; eso es lo que hace falta.
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