Las grandes compañías farmacéuticas concentran
esfuerzos y capacidades para afrontar el reto de su subsistencia durante el
próximo siglo (Artículo escrito en 1995)
La industria farmacéutica se encuentra
inmersa en un intenso proceso de cambio, donde –a través de adquisiciones,
fusiones, etc.- se van creando nuevos grupos farmacéuticos. Esta concentración
permite soportar unos gastos de I+D cada día más cuantiosos y sin los cuales
resultará muy difícil subsistir en el futuro.
También, y junto a la química orgánica
tradicional, la biotecnología ha irrumpido con fuerza en este mercado y son ya
muchas las compañías farmacéuticas que, bien por ellas mismas o en alianzas
concretas con diversas compañías de biotecnología, se apuntan a la obtención de
nuevos fármacos a través de esta incipiente y prometedora vía.
Por ejemplo, actualmente las compañías de
biotecnología invierten -en conjunto- en la investigación, la nada despreciable
cifra de 4 billones de dólares anualmente. Por lo que se refiere a las
aplicaciones de la biotecnología en el sector farmacéutico, las áreas donde se
están llevando a cabo un mayor número de proyectos son cáncer, inmunología,
enfermedades infecciosas y neurología.
Dentro del ranking de compañías
farmacéuticas, los porcentajes destinados a I+D vienen a superar el 15% de las
ventas, al menos entre los 20 grupos farmacéuticos más importantes.
Aunque la mayoría de estos grandes grupos
farmacéuticos se centran exclusivamente en esta área concreta de negocio, hay
otros que se han diversificado abarcando áreas próximas, con lo que pueden
compartir recursos y rentabilizar al máximo sus operaciones.
Así, por ejemplo, el grupo Zéneca, además
del sector farmacéutico (que representa el 43% de sus ventas) abarca también
tanto el sector agroquímico como algunos otros sectores específicos de
especialidades químicas (biocidas, colorantes, biotecnología, etc.).
Una de las principales ventajas de este
planteamiento consiste en que cada equipo de científicos comparte e intercambia
constantemente conocimientos y experiencias, y tiene acceso a un banco común en
el que se almacena información sobre más de 400.000 compuestos previamente
sintetizados y/o analizados. Así no es raro encontrar cómo un principio activo,
descartado en una de estas áreas, encuentra posteriormente una utilidad
práctica en otra de ellas, aprovechándose de esta forma todo el dinero y
esfuerzo invertido.
Si tenemos en cuenta, además, que el
tiempo de exclusividad de patente empieza a contar casi desde el mismo instante
del descubrimiento del nuevo compuesto, es un imperativo para las compañías
farmacéuticas reducir en todo lo posible el tiempo que debe transcurrir hasta
la aprobación del fármaco y poder así rentabilizar esas enormes inversiones.
Este plazo de tiempo que venía oscilando
entre los 10 y 12 años, ya está siendo reducido de manera significativa por
diversas compañías farmacéuticas, habiendo llegado a situarlo alguna de ellas
como Zéneca, incluso en siete años.
No olvidemos que el desarrollo de un
nuevo fármaco es una empresa de alto riesgo, por cuanto sólo uno de cada 4.000
compuestos sintetizados alcanza la comercialización y sólo uno de cada tres
consigue recuperar la inversión realizada.
De cualquier forma, el camino ya es
irreversible y han de ser las nuevas vías y métodos de investigación los que
permitan a los médicos del siglo XXI practicar una medicina del siglo XXI, no
del siglo XX.
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