Cuando pasamos del siglo XX al siglo XXI, el Comité
Británico de Diseño (The Design Council) –una iniciativa que cuenta con el
apoyo del gobierno británico- decidió elegir a los “productos del milenio”, es
decir, aquellos productos de diseño más innovador en los últimos 1.000 años.
Pero solo se elegía un producto por categoría, es decir, en el caso de los medicamentos
sólo se eligió un fármaco, y ese fue Zoladex (goserelina), un medicamento de
AstraZéneca para el tratamiento del cáncer de próstata y de mama.
¿En qué se basó el Design Council para destacar a Zoladex
por encima de todos los demás fármacos del mundo en los últimos mil años? La
historia es esta: cuando los científicos de AstraZéneca descubrieron la
goserelina se dieron cuenta que este principio activo perdía su eficacia si se
administraba por vía oral. A partir de ahí estudiaron nuevas vías de administración
hasta llegar a formular un polímero biodegradable compuesto de ácidos láctico y
glicólico (que se producen de forma natural en el cuerpo humano) dentro del
cual se incorporaba el principio activo. Este nuevo compuesto sólido, más
pequeño que un grano de arroz, podía administrarse mediante inyección
subcutánea en el abdomen del paciente y permitía la liberación uniforme y
sostenida del principio activo durante un mes, lo que representaba una
verdadera innovación en este campo, evitando a los pacientes, las inyecciones
diarias.
Hoy día, este fármaco sigue vendiéndose con éxito y es uno
de los pocos casos de fármacos que aún habiendo caducado su periodo de
exclusividad de patente, nadie a comercializado como genérico; sigue siendo muy
costoso y complicado su proceso de fabricación y ya se sabe que el negocio de
los genéricos está en “vender como churros” no en invertir millones de euros en
sofisticadas instalaciones de producción.
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