lunes, 4 de noviembre de 2013

Superar tus propios descubrimientos

Normalmente, cuando una compañía farmacéutica investigadora descubre un nuevo e innovador fármaco, no da por finalizada ahí su investigación sino que sigue explorando también en esa misma vía, otros posibles fármacos más eficaces y seguros que el que acaba de descubrir, para poder comercializarlo en el futuro. Uno de estos ejemplos lo tenemos en el tamoxifeno, comercializado como Nolvadex por AstraZéneca, que se convirtió en el medicamento más utilizado del mundo contra el cáncer de mama. Su éxito y utilidad fue tan grande que incluso años después fue autorizado por la FDA de Estados Unidos como el primer “tratamiento preventivo” del cáncer de mama en determinados grupos de mujeres.

Pero la propia compañía que descubrió tamoxifeno encontró también un digno sucesor que mejoraba a este, el anastrozol, comercializado con el nombre de Arimidex. En diversos estudios realizados se vio que este nuevo fármaco era tan eficaz como su predecesor, pero además las mujeres tratadas con anastrozol tenían en torno a un 44 por ciento menos de posibilidades de que la enfermedad progresase que las tratadas con tamoxifeno. 

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