(AZprensa, Editorial) Como todo el mundo ataca y critica a
la industria farmacéutica y los responsables de la misma callan, la imagen que
queda es la de una industria con tan mala imagen que sólo la supera la
industria armamentística. Sin embargo hay datos reales y objetivos que
demuestran lo arriesgado y costoso que supone conseguir un fármaco de éxito,
ese que todos quisiéramos disponer de él cuando estamos enfermos.
Como nadie lo proclama a los cuatro vientos, lo diremos aquí
bien claro: En el año 2015 (por hablar de datos disponibles que sean recientes)
había 7.262 nuevas moléculas en desarrollo y de ellas sólo 44 fueron
autorizadas como nuevos medicamentos; esto representa una tasa de éxito de un
miserable 0,6 por ciento.
Y ¿cuánto se gastaron para conseguir poner finalmente en el
mercado ese fármaco nuevo? La cifra media marea: 2.425 millones de euros, según
datos del año 2014 y que siguen subiendo de año en año, ya que –por ejemplo-
esta cifra es 13 veces superior a la que se gastaban de media en 1979.
Pero no acaba aquí la cosa, todo ese proceso de poner un
nuevo fármaco en el mercado dura una media que oscila entre los 12 y 13 años. Y
por si creíais que ahí acaba todo, queda otro dato más espeluznante aún: sólo 1
de cada 5 nuevos productos puestos en el mercado consigue unos ingresos
superiores a todo lo que fue necesario gastarse en su investigación.
Resulta lamentable que los laboratorios farmacéuticos sigan
asumiendo ese papel de culpables, callando siempre ante los ataques que les
llueven de todos los frentes, y no sean capaces de alzar la voz y gritar a los
cuatro vientos datos como estos, porque ¿cuántas personas de las que critican a
los laboratorios conocen estos datos?
No pretendemos afirmar que los laboratorios sean santos,
verdaderas hermanitas de la caridad o desinteresadas ONGs, ni afirmamos tampoco
que todo lo hagan bien y dentro de las más estrictas y correctas prácticas
comerciales (que de todo hay en este y en todos los sectores). Su más grande
defecto es su injustificado complejo de culpabilidad que les hace callar y no
responder nunca a los ataques. Y es que, en definitiva, los laboratorios
farmacéuticos no son ángeles, pero tampoco demonios; pero como callan lo bueno
que hacen, tan solo llega a la opinión pública lo malo.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“La
industria farmacéutica por dentro”: https://www.amazon.es/dp/1708028382
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