(AZprensa) Todos hemos oído hablar de las “malas hierbas”, más aún si
nos hemos movido en un entorno rural donde la agricultura es una actividad
importante para el sustento de sus habitantes; pero ¿son malas las malas hierbas?
La respuesta es un rotundo “no”. El hecho de denominar “malas” a ciertas
hierbas sólo obedece a que las mismas crecen en un lugar y/o momento en que no
interesa al agricultor o al propietario del terreno. En todo caso, a las malas
hierbas sería más apropiado denominarlas como “hierbas listas” porque, en
efecto, demuestran una “inteligencia” superior y extraen con pasmosa facilidad
el agua y los nutrientes del suelo, en beneficio suyo y en detrimento del
cultivo en medio del cual se han infiltrado para desarrollarse. Si están en los
márgenes de carreteras, senderos, etc., constituyen un foco muy favorable
durante el estío para propagar un incendio. Si están en medio de un campo de
cereales o de cultivos de huerta, frutales, etc., a esas hierbas las veremos
crecer más sanas y más deprisa que al cultivo del que depende la subsistencia
de los agricultores propietarios de la parcela.
Pero incluso así,
las denominadas “malas hierbas” también pueden formar parte de una exquisita
ensalada, o de un preparado de hierbas medicinales, o servir de complemento
culinario, o de forraje para los animales de granja, o de decoración vegetal
para nuestras casas. Podemos citar como ejemplos de su utilidad en alimentación
y en medicina, cómo la verdolaga (Portulaca oleracea) forma parte de diversas recetas culinarias
y se consume habitualmente en China, México y en países tropicales. Asimismo,
el diente de león (Taraxacum officinale) es muy apreciado para su consumo en
ensaladas, ya que contiene tres veces más proteína y cuatro veces más hierro
que la lechuga, además de ser diurético y antiinflamatorio.
Además, las “malas
hierbas” ejercen un papel fundamental en el control biológico de plagas o en la
protección contra la erosión del suelo. De igual forma, los expertos argumentan
la necesidad de conservación de las malas hierbas, por ser componentes
fundamentales para el funcionamiento de los ecosistemas agrícolas, ya que
muchos animales se alimentan de estas plantas, y son proveedoras de los
insectos polinizadores.
Así que ya lo sabemos, no hay hierbas “malas”, sólo quizás...
inoportunas.
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