(AZprensa) Millones de microorganismos, en su mayoría bacterias,
habitan en nuestro intestino y, al contrario de lo que pudiera parecer, contribuyen
a mantenernos saludables. Ellos forman la llamada microbiota intestinal, que
nos ayuda a digerir los alimentos, modula nuestro sistema inmune, optimiza el
aprovechamiento energético de la dieta e incluso –se ha descubierto
recientemente- afectan a nuestra actividad cerebral.
Carmen Peláez, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL-CSIC),
explica cómo el deterioro de la
microbiota intestinal se relaciona con enfermedades como la obesidad, las
inflamaciones intestinales e incluso los trastornos neurológicos.
“El cuerpo humano –expone- está compuesto por células que se organizan
en tejidos, órganos y sistemas, y por una parte muy importante de
microorganismos que se distribuyen por el organismo. En concreto el colon es la
parte del tracto digestivo que más microorganismos contiene y que conocemos
como microbiota intestinal. Tenemos tantas células microbianas como humanas o
incluso más y los genes microbianos son 100 veces mayor que los humanos. Aunque
las cifras varían entre unas personas y otras, la población microbiana del
colon incluye unos 30-50 billones de bacterias de unas 500-1.000 especies
distintas. Es una diversidad enorme”.
“La microbiota intestinal –continúa explicando- es esencial para que
estemos sanos. Esto es algo bastante desconocido fuera del ámbito científico.
Tradicionalmente hemos entendido que los microorganismos eran algo perjudicial
que había que combatir. Pero desde principios del siglo XX se sabe que tienen
propiedades beneficiosas. Concretamente la microbiota intestinal tiene que
implantarse en el recién nacido de forma correcta para que se dé un equilibrio
-la homeostasis intestinal- que es de varios tipos. En primer lugar es
metabólico, es decir, la microbiota nos ayuda a digerir la dieta no digestible
por nuestras propias células. Los carbohidratos complejos, lo que popularmente
llamamos fibra, no pueden ser absorbidos por nuestro intestino delgado, a
diferencia de los carbohidratos sencillos, la grasa u otros componentes. La
fibra llega intacta al colon y allí la microbiota intestinal se encarga de
digerirla y producir a partir de ella metabolitos, ácidos grasos de cadena
corta que son muy importantes para conservar la salud intestinal, fomentar las
reservas energéticas y permitir que estemos metabólicamente sanos”.
Pero además, recientemente se habla de una relación entre estos
microorganismos y el cerebro... “Cada vez es más evidente que existe un eje
cerebro-intestino-microbiota. La relación entre el cerebro y el intestino es
bastante intuitiva: cuando estamos nerviosos o tenemos estrés, sufrimos
problemas intestinales, dolor de estómago, trastornos de la motilidad
intestinal como diarreas o estreñimiento... Es decir, lo que sucede en el cerebro
nos está influyendo en la actividad intestinal. Pero también, cuando tenemos
una disfunción intestinal porque algo nos ha sentado mal, solemos estar de mal
humor. De alguna manera existe ese eje, aunque es complicado explicar su base
bioquímica. En una situación de estrés prolongada, el cerebro ordena la
producción sostenida de altos niveles de corticosteroides; esas hormonas del
estrés llegan vía sanguínea al intestino y ahí afectan a la microbiota y a la
motilidad intestinal... Esa microbiota tiene mucho que ver con
neurotransmisores y con la producción de serotonina, la hormona de la felicidad”.
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