(AZprensa) Los gatos no están vivos y muertos a la vez,
no modificamos la realidad solo con observarla y la información no puede viajar
más rápido que la luz. Desmontar estas y otras creencias erróneas es lo que se
propone Carlos Sabín, investigador del CSIC en el Instituto de Física
Fundamental, en su libro “Verdades y mentiras de la física cuántica”.
Este libro de la colección trae “malas noticias” para
quienes creen que la física cuántica es “una manera de escapar a las leyes de
la física y entrar en un mundo nuevo donde todo está permitido, todo es
impredecible y la realidad puede modificarse a voluntad”. Su autor, aclara que
la física cuántica es “tan ‘física’ como la que más” y que “aquellos que se
dedican a estudiarla la entienden perfectamente, hasta el punto de que es
posible desarrollar nueva tecnología gracias a ella”.
Lo que hace a la física cuántica una rama independiente
de la física, precisa Sabín, es que se ocupa de pequeñas partículas
–electrones, fotones, átomos, etc.– o de objetos más grandes sometidos a
condiciones de laboratorio. En cambio, la física clásica o newtoniana por lo
general describe el comportamiento de objetos con los que estamos
familiarizados, como poleas, manzanas o gatos.
Los objetos cuánticos tienen propiedades que desafían al
sentido común: a veces se comportan como ondas y otras como partículas, y eso
limita la precisión con la que se pueden conocer sus magnitudes físicas. “En
física cuántica las cosas no toman valores completamente definidos hasta que un
aparato realiza una medición y las define, por eso hemos de aprender a convivir
con probabilidades y a utilizar funciones –reglas que transforman números en
otros números– para describirlas”, apunta.
Lejos de ser un problema, estas características son
responsables de fenómenos como el teletransporte cuántico, “en el que la
función de onda de una partícula se transmite a otra sin necesidad de conocerla
previamente”, o el entrelazamiento cuántico, una propiedad que permite hacer
cosas que serían imposibles en sistemas clásicos, pero no –como se ha sugerido–
que la información viaje más rápido que la luz.
En el caso del ordenador cuántico, Sabín destaca las
ventajas teóricas de los bits cuánticos (o cúbits), en los que los valores 0 y
1 en general no están bien definidos, como en los bits clásicos, sino que
tienen una cierta probabilidad de tomar el valor 0 y una cierta probabilidad de
tomar el valor 1.
Sin embargo, para el investigador “en el corto y medio
plazo” los ordenadores cuánticos seguirán siendo de tamaño medio –el más potente
creado hasta la fecha por Google supera apenas los 50 cúbits– y ruidosos –ya
que todavía generan un porcentaje significativo de errores–.En cualquier caso,
indica, “ahora los esfuerzos se concentran en realizar alguna tarea que vaya
más allá de las capacidades de los ordenadores convencionales”, como hacer
cálculos que antes llevarían miles de años en pocos minutos.
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