jueves, 9 de abril de 2020

Verdades y mentiras de la Física cuántica


(AZprensa) Los gatos no están vivos y muertos a la vez, no modificamos la realidad solo con observarla y la información no puede viajar más rápido que la luz. Desmontar estas y otras creencias erróneas es lo que se propone Carlos Sabín, investigador del CSIC en el Instituto de Física Fundamental, en su libro “Verdades y mentiras de la física cuántica”.

Este libro de la colección trae “malas noticias” para quienes creen que la física cuántica es “una manera de escapar a las leyes de la física y entrar en un mundo nuevo donde todo está permitido, todo es impredecible y la realidad puede modificarse a voluntad”. Su autor, aclara que la física cuántica es “tan ‘física’ como la que más” y que “aquellos que se dedican a estudiarla la entienden perfectamente, hasta el punto de que es posible desarrollar nueva tecnología gracias a ella”.

Lo que hace a la física cuántica una rama independiente de la física, precisa Sabín, es que se ocupa de pequeñas partículas –electrones, fotones, átomos, etc.– o de objetos más grandes sometidos a condiciones de laboratorio. En cambio, la física clásica o newtoniana por lo general describe el comportamiento de objetos con los que estamos familiarizados, como poleas, manzanas o gatos.

Los objetos cuánticos tienen propiedades que desafían al sentido común: a veces se comportan como ondas y otras como partículas, y eso limita la precisión con la que se pueden conocer sus magnitudes físicas. “En física cuántica las cosas no toman valores completamente definidos hasta que un aparato realiza una medición y las define, por eso hemos de aprender a convivir con probabilidades y a utilizar funciones –reglas que transforman números en otros números– para describirlas”, apunta.

Lejos de ser un problema, estas características son responsables de fenómenos como el teletransporte cuántico, “en el que la función de onda de una partícula se transmite a otra sin necesidad de conocerla previamente”, o el entrelazamiento cuántico, una propiedad que permite hacer cosas que serían imposibles en sistemas clásicos, pero no –como se ha sugerido– que la información viaje más rápido que la luz.

En el caso del ordenador cuántico, Sabín destaca las ventajas teóricas de los bits cuánticos (o cúbits), en los que los valores 0 y 1 en general no están bien definidos, como en los bits clásicos, sino que tienen una cierta probabilidad de tomar el valor 0 y una cierta probabilidad de tomar el valor 1.

Sin embargo, para el investigador “en el corto y medio plazo” los ordenadores cuánticos seguirán siendo de tamaño medio –el más potente creado hasta la fecha por Google supera apenas los 50 cúbits– y ruidosos –ya que todavía generan un porcentaje significativo de errores–.En cualquier caso, indica, “ahora los esfuerzos se concentran en realizar alguna tarea que vaya más allá de las capacidades de los ordenadores convencionales”, como hacer cálculos que antes llevarían miles de años en pocos minutos.

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