Cuando un médico recibe a un visitador médico puede tener la
certeza de que esa situación ha sido previamente ensayada. Antes de proceder a
realizar las visitas con un nuevo material promocional, los visitadores médicos
reciben unas instrucciones muy precisas de cómo hacer la presentación: qué
deben decir, cómo captar la atención y el interés del médico, qué tipo de
preguntas deben formularle, qué deben responder si el médico plantea alguna
objeción o evasiva... Los Supervisores de zona o Gerentes de venta o... (el
nombre varía de unos laboratorios a otros) convoca previamente a los
visitadores que dependen de él. Espera que lleguen a esa reunión con la lección
(esas instrucciones que les enviaron previamente) bien aprendida, pero eso no es
suficiente. En esa reunión se hará lo que se llama “teatro de ventas” que
consiste en que un visitador hace de médico y otro hace de visitador para
presentarle el producto. No se hace una simulación de entrevista de ventas,
sino muchas; en unas el que hace de médico será un médico amable, paciente,
etc.; en otras será un médico borde que interrumpirá al visitador y querrá
cortar cuantos antes; en otras dirá que prefiere utilizar otro tipo de
productos; en otras que tuvo una mala experiencia; en otras... y así hasta el
infinito. Todos y cada uno de los visitadores se someterán a esta prueba de
fuego, a esta tortura, ante los ojos de sus compañeros y sus jefes, los cuales
–al finalizar dicho simulacro- empezarán a enumerar todos los errores que ha
cometido ese visitador.
Cuando trabajé como Jefe de Producto también yo participé de
esas reuniones, e incluso hice de “médico” en aquellas simulaciones. Como
siempre trabajé en laboratorios con un marketing avanzado, disponíamos de
circuito cerrado de televisión para esas reuniones y grabábamos esos
simulacros. Las ventajas de esto eran evidentes. Al finalizar dicho simulacro
no se pasaba a la crítica por parte de los demás visitadores y jefes, sino que
se rebobinaba y se pasaba de nuevo esa visita para que el propio interesado se
viese a sí mismo. Al finalizar se le daba a él la oportunidad de analizarse a
sí mismo, comentar él con los demás qué era lo que pensaba que había hecho bien
y qué había hecho mal. Después de eso, simplemente quedaban algunos comentarios
adicionales, pero se había vencido esa actitud defensiva de los visitadores que
–sin haberse visto y autojuzgado- escuchaban las críticas de los demás. Se
demostraba de esta forma que nadie más que uno mismo es su mejor juez y
nosotros por tanto les dábamos la oportunidad de analizarse a sí mismos.
Cuando por fin el visitador se enfrentaba al médico, la
situación ya había sido antes ensayada hasta la saciedad y el visitador sabía
qué debía responder ante cualquier objeción...
1 comentario:
Cuanto teatro!
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