domingo, 10 de septiembre de 2023

El disparate del fútbol femenino

(AZprensa) Tras el gran éxito de la selección femenina de fútbol español que ha quedado Campeona del Mundo (lo cual ha sido eclipsado por otros asuntos de los que ya se ha hablado bastante), nos encontramos con que comienza la Liga de Fútbol femenino y… no comienza la Liga: Hacen huelga.
 
La jugadoras exigen un aumento del salario mínimo, que pase de 20.000 euros anuales a 23.000 euros anuales, y la Federación Española de Fútbol dice que no y, en consecuencia, ellas van a la huelga. ¿Tiene sentido esta reclamación de aumento de sueldo?
 
Por supuesto que a todos nos gusta ganar más dinero, pero cuando hacen estas reclamaciones se olvidan de lo más importante: “Sí, yo quiero ganar más dinero, pero ¿cuánto dinero estoy aportando con mi trabajo?”.
 
La realidad es que el número de espectadores que acude a los partidos de fútbol femenino apenas supera el centenar (frente a las decenas de miles de aficionados que –por ejemplo- acuden a ver los partidos de fútbol masculino de primera y segunda división, o a los miles que acuden a ver los de tercera división, que ahora se llama Primera Federación). Mientras los ingresos por taquilla de unos son cientos de miles, en los del fútbol femenino milagro será que lleguen a los mil euros.
 
La realidad es que los más importantes anunciantes del país se anuncian en los estadios y camisetas de los equipos de fútbol masculino de primera y segunda división y aportan millones de euros a los equipos, o cientos de miles en el peor de los casos. Por el contrario, los anunciantes de los equipos femeninos suelen ser empresas locales que pagan muy poco dinero porque tampoco van a obtener a cambio mucha mayor visibilidad pública.
 
La realidad es que las televisiones pagan muchos millones por retransmitir los partidos de fútbol masculino de primera y segunda división, y encima les cobran dinero a los espectadores que quieran verlos por televisión. En cambio, por los partidos de fútbol femenino se ofrece poquísimo dinero porque casi nadie los quiere ver, y eso que se ofrecen en abierto, sin tener que pagar por verlos en televisión como ocurre con los de fútbol masculino.
 
Aquí no se trata de igualdad entre hombres y mujeres, sino simplemente de mercado: mucha audiencia = mucho dinero; poca audiencia = poco dinero. Así de claro.
 
¿Puede una presentadora de informativos en un canal de televisión local pedir ganar lo mismo que Vicente Vallés o Matías Prats, en aras a la “igualdad entre géneros”?
¿Puede una Jefe de Producto de un pequeño laboratorio farmacéutico pedir ganar lo mismo que un Jefe de Producto de una gran multinacional farmacéutica, en aras a esa “igualdad”?
¿Puede una actriz de una pequeña compañía de teatro, de esas que van por los pueblos, pedir ganar lo mismo que los actores consagrados, por eso de la "igualdad"?
¿Puede la camarera de una Pensión pedir ganar lo mismo que un camarero del Hotel Ritz o del Hotel Palace, por eso de la “igualdad entre géneros”?

Que no te engañen con el falso feminismo. No hay discriminación por sexo en el fútbol, lo único que hay es que al fútbol masculino van millones de espectadores, muchos más millones de espectadores pagan por verlo en televisión, cientos de empresas pagan un dineral por anunciarse, y todo ello genera ingresos y riqueza para todos. En cambio el fútbol femenino interesa a muy pocos y si sobreviven en las condiciones actuales esos equipos es –en la casi totalidad de los casos- porque forman parte de un club de fútbol masculino muy potente que asume las pérdidas económicas del fútbol femenino.
 
Hace más de 120 años que comenzó el fútbol masculino y se jugaba en campos de tierra, rodeados tan solo por una valla y apenas unas decenas de espectadores. Pasaron muchas décadas hasta que esos futbolistas fueron capaces de llenar grandes estadios… y fue entonces cuando empezaron a ganar dinero.
 
Que tomen ejemplo y paciencia las chicas. Cuando llenen estadios, que pidan aumento de sueldo.
 
PD.- Las pocas veces en que han conseguido llenar un estadio ha sido porque las entradas eran gratis para los socios del club de fútbol masculino que las acogía o tenían un precio ridículo para animar a la asistencia, y además no eran partidos intrascendentes sino finales o mini derbis; pero en el día a día, en los partidos de Liga, la asistencia media se cuenta con los dedos de una mano.
 

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