(AZprensa) En base a los estudios de histología, el
asma se ha etiquetado como una enfermedad inflamatoria (la inflamación de la
mucosa bronquial desencadena una serie de mecanismos fisiopatológicos, que no
son otra cosa que la respuesta del organismo sensibilizado ante un estímulo).
En la mucosa bronquial, cuando se inflama, se produce una transformación de la
misma, que trae consigo la hipersecreción de moco, la pérdida de líquido
procedente de los capilares que rodean los bronquios y una contracción violenta
de la musculatura bronquial que conduce a un estrechamiento del calibre del
bronquio y a una limitación del paso del aire. Esta limitación del paso del
aire, producida por la contracción de la musculatura bronquial, puede llegar a
ser fatal, aunque en cualquier caso es causante de una sensación de angustia y
malestar en el paciente. Se conoce con el nombre de: crisis asmática. Cuando el
paciente está travesando una situación de crisis, literalmente piensa que su
vida está en peligro y tiende a utilizar grandes dosis de fármacos, lo cual
supone un riesgo de sobredosificación.
Al definir el asma como enfermedad inflamatoria, se impone
el tratamiento de la misma con fármacos antiinflamatorios, siendo los más
eficaces los esteroides inhalados. Sin embargo también es importante tratar los
síntomas de una crisis, que son súbitos, y restablecer cuanto antes el paso de
aire. En este sentido los beta 2 agonistas, llamados así por su afinidad al
receptor beta de las células bronquiales, consiguen una relajación de la
musculatura bronquial cuando se produce una crisis. Son fármacos que alivian,
que tratan un síntoma, pero que a diferencia del esteroide inhalado no
controlan la inflamación sino sus consecuencias.
En la imagen, médicos y deportistas presentando una campaña
informativa sobre el asma, dirigida al público general.
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